jueves, abril 25, 2024

El bosque de la memoria por Ana Millaleo

A continuación se comparte un  escrito de la escritora mapuche Ana Millaleo, socióloga, quien  hace la presentación de un libro de varios autores mapuche que presentó la semana pasada en la feria del libro de Beauchef, el dia 26 de Abril

 

 

Presentación Libro “El Bosque de la Memoria”.

Por Ana Millaleo

Este libro que lleva por título “El Bosque de la memoria: Reflexiones y testimonios sobre Arte Indígena”. Surge  a través de la realización del Taller de Arte Indígena, Coyunturas, expansiones y territorios, realizado en Junio del año pasado (2016), en donde se reflexionó precisamente sobre a lo que se le llama “arte indígena”, la opinión y perspectivas de quienes comúnmente son llamados artistas indígenas está plasmado en este libro,  digo comúnmente llamados artistas indígenas, mapuche en mi caso, porque nunca yo me había sentido artista, pese a que llevo a años junto a la organización de la cual soy parte Wechekeche ñi Trawün haciendo música fusión mapuche, diez años aproximadamente y nunca me había interpelado el termino de artista, siempre nos sentimos comunicadores, más que artistas, la necesidad de buscar espacios comunicativos nos puso, me puso en este sitio llamado arte, para dar cabida al acto de transmitir la realidad en que nos encontramos como Pueblo Nación Mapuche.

En este sentido pararme desde un afuera que llama arte a nuestro acto comunicativo, hace interesante las reflexiones que en esta multiplicidad de voces permite que reflexionemos sobre el concepto de arte desde la perspectiva de los Pueblos Originarios.

A modo de anécdota el mismo concepto de Pueblos Originarios puede causar extrañeza, a propósito del CENSO a mi hijita de 4 años le preguntaron si se sentía perteneciente a algún Pueblo Originario, a lo cual ella contesto que no sabía que era eso, “yo soy mapuche”, respondió. Estas cosas suceden cuando se complejizan las definiciones y estas parten desde afuera, para que el otro pueda entender la posición que ocupa uno en el mundo, uno tiene clara la acción que está realizando, pero lo complejo está en tratar de dar a conocer esa posición a los demás.

En algún momento el hacer indígena quiso compararse con el arte y la definición más elevada de él,  porque se le asignaba cierto grado de inferioridad a las prácticas indígenas, el telar, la cerámica, entre otras. Era un acto revolucionario decir que éramos artistas y no simples artesanos de aquellas tradiciones milenarias, vilipendiadas por ser parte de lo cotidiano,  con el tiempo eso ha ido cambiando nuestra gente ha querido alejarse de la definición más clásica de arte,  no es raro escuchar que se rehúye a ser nombrados como intelectuales  o artistas indígenas, porque ahí está presente el otro que busca la categorización para detener en el tiempo algo que está en constante movimiento, y por lo mismo es de difícil comprensión.

Personalmente no me molesta el concepto de artista o de intelectual indígena, integro estas categorizaciones totalmente vaciadas de sentido, para mí es un desafío poder asignarles algún contenido, ya sea para pararme frente al otro de igual a igual,  o simplemente para solapadamente lograr seguir haciendo lo que siempre hicimos tras la categorización de arte.

Eduardo Rapiman hace un tiempo decía que quería demostrar la existencia de un arte mapuche, demostrar que más allá del aura épica que se le asigna a los mapuche, a lo mapuche, de lo místico emplumado, es posible prescindir de aquello, para mostrar un trabajo que tuviese consistencia sólida, esta postura creo que define de una mejor forma en que se basa el arte indígena en la actualidad, y es básicamente  luchar frente a la definición externa para dirigirnos hacia una autodefinición que permita decir:  aquí estamos.

De este modo nos encontramos con la Oralitura de Elicura Chiwailaf, con el Mapurbe de David Aniñir, con la Mapuche Fusión de Wechekeche. La modernidad nos pilla de pie, aunque Villalobos diga que somos una especie de hologramas de la mapuchidad de antaño.

Incluso en la continuidad de las prácticas tradicionales como el telar podemos visualizar  la construcción comunicativa de estar ahí, situadas en el mantenimiento de un conocimiento, actualizándolo constantemente, más allá de una mera repetición, convirtiéndolo en una reivindicación de la posición del saber de las mujeres al interior de los pueblos originarios. Tejemos desde el útero, escribimos desde tiempos inmemorables, cuando en la cultura occidental la escritura se le fue negada a las mujeres, nosotras ya escribíamos, definíamos a partir de los textiles a las personas que los portaban, este conocimiento fue guardado más que otros, por que los espacios que las mujeres ocupábamos jamás le interesaron al wingka, hablo del espacio doméstico, y hasta el día de hoy sigue sin importarles dicho espacio, lo que permitió contrabandear los conocimientos que ahí circulan, por eso se dice que son las mujeres son las que transmiten el conocimiento nativo, no porque sean sociedades matriarcales, sino porque aquí se generó un error en el sistema de dominación, el cual las mujeres inteligentemente ocupamos como trinchera de resistencia.

Son escazas las instancias que como mapuche, como pueblos nativos, tenemos para reunirnos a conversar estos temas, la contingencia va marcando el pulso de nuestras acciones, no podemos quedarnos meramente en el acto contemplativo de preguntarnos acerca del arte, debemos seguir actuando, comunicando, dando a conocer nuestra realidad invisibilizada, de nuestras autoridades tradicionales encarceladas, de nuestras mujeres pariendo engrilladas, de nuestros niños asistiendo a escuelas militarizadas, no podemos parar de decir: ESTAMOS AQUÍ, para cerrarle la boca a la señora que dice: “pa que se quejan si con el apellido indígena tienen cualquier beneficio” o para remecer la tranquilidad del “amigo” entre comillas, que para que no te sientas excluido enuncia un “todos somos mapuche”,  anulando la diferencia, disfrazando la historia de un pueblo en un halito de buena onda.

Este libro nos permite releer nuestros actos comunicativos  más allá de la escucha o presencialidad del acto en sí mismo,  pues eso me paso a mí, escribir sobre una idea o algo abstracto es muchísimo más fácil que describir y tratar de explicar a otro el proceso de construcción de un acto creativo, las emociones afloran en la memoria que trata de hablar y las palabras se hacen pocas para describir el significado de lo que uno hace para comunicar que existimos.

Que es ¿Wechekeche ñi Trawün?, que quisimos hacer este grupo de jóvenes, ahora ya no tanto, al hacer una música Mapuche Fusión, y claro la respuesta va más allá de la música, tiene que ver con la historia de cada integrante, con como fuimos descubriendo que éramos mapuche, como vinculamos a nuestras familias a esta existencia diferente, cuando nuestros padres quisieron protegernos diciendo que éramos iguales a un resto que nos diferenciaba, son muchos los sentimientos, amores, rupturas, amistades disueltas, traiciones y lealtades que se cruzan en este camino de denuncia, no es meramente un acto estético, no es la canción buena o el ritmo energético de nuestras voces lo que nos constituye en lo que somos como grupo musical, se trata de una historia que nos pone mirando al pasado y enfrentando el presente con una estrategia que es la música, pero también la música sigue sonando, y eso es otro cuento.

Siguiendo el pensamiento de Joel Maripil, antes de cualquier reunión o Kawin, dice el Lamngen, se preguntaba por los sueños que habían tenido la noche antes los convocados al trawün, a mi parecer a cada integrante de este entramado o Bosque se les hizo esa pregunta y cada cual fue relatando el pewma a su ritmo, presentándose primero como se hacía antiguamente.

Contar un Pewma no es cualquier cosa, uno no se lo cuenta a cualquiera, ni se cuenta a cualquier hora del día, existen protocolos claramente definidos y eso implica una responsabilidad, un compromiso, en el relato uno se está mostrando no tan solo como sujeto a una realidad compartida por todos,  está mostrando las voces de quienes lo acompañan más allá de este plano, rescato el concepto de cosmovivencia de nuestra hermana Aymara Eva Mamani,  para decir que lo relatado en este texto es un entramado de Pewma que permiten que nos encontremos en nuestras cosmovivencias, más allá del imaginario que se tiene sobre nosotros.

No se trata de que se nos vea permanentemente como seres cósmicos y de que nuestra espiritualidad sea la marca de nuestras creaciones,  claramente se encuentra presente como vivencias,  refiriéndome al aporte de Ancan en este libro: de eso se trata el alejarse del brillo de las plumas que otros nos han otorgado como redentores de las carencias de la sociedad dominante. Es nuestra responsabilidad demostrar  que nuestro que hacer deviene de la conformación de una comunidad, de un Lof que trasciende la imaginación del no mapuche, que incorpora nuevos conceptos para entender estas vivencias, se nutre de nuevos elementos, que no nos hace más falsos, ni más verdaderamente originarios, pero que sí es más fácil comprender esta dinámica simbólica entre nosotros porque ya compartimos un lenguaje en común, pese a una multiplicidad de desavenencias, son varios los torrentes que conforman el agua que bebemos, pero está aún  tiene un buen sabor y nos quita la sed.

Mapuchizar el espacio cotidiano tiene que ver con nuestro arte, con otorgarle los tintes mapuche a la poesía, a la pintura, al cine, al teatro, a la música, ponernos a nosotros en el centro, vernos reflejados, nuestras vivencias, nuestros recuerdos. No es el kultrun pintado en un lienzo lo que hace mapuche a una obra pictórica, es como ese kultrun me representa, interpreta ciertos códigos que yo reconozco, y me reconozco, o sino Doite hace rato sería la marca de los mapuche, Citando a Leonel Lienlaf: “En definitiva el arte mapuche se está construyendo, en tanto exista un pueblo y, en tanto exista una pertenencia  de territorio, donde también está el cuerpo y la metodología y la relación con el conocimiento del territorio. Las que no solo están en la cabeza, sino también en el corazón y en todo el cuerpo y que llega a través de tus células. Porque tus antepasados están en ti, no solamente eres tú, el inche está debajo de mí, debajo de nosotros y de todas las generaciones que nos anteceden. De ahí que los sueños sean tan importantes”.

El vivir congelados en la historia detiene el sueño como elemento relevante de comprensión de la realidad, porque quienes sueñan están en un presente que se nos está siendo negado, esa es la gracia del sueño, conectarnos con una realidad que está sucediendo ahora, pero si ya no somos los de antes, de acuerdo a los estudios. No hay quien sueñe, quedando detenido el pensamiento de los Pueblos Originarios, pero queda claro que el sueño sigue presente y que los estudios se equivocan, porque los que ya no están son los sujetos de estudio, y eso molesta al poder, y a la sociedad que representa, lo anterior queda bien claro en la opinión de un Twuitero que hizo referencia  a la película “Mala Junta” anunciada en el periódico electrónico El Mostrador: Dirigida por Claudia Huaquimilla quien también participo en este taller de arte que dio origen al libro que estoy presentando, película que ya está en salas nacionales:

Y el twitero dijó:

 “Ya…? Y que el Director sea mapuche le da algún Plus? O es una Película incendiaria?”,

A lo cual desde esta humilde tribuna respondo, claro que le da un Plus que una directora mapuche se haga presente en el cine, que un director indígena tome presencia en espacios que claramente han sido reservados para la elite de esta sociedad, enriquece y amplía la mirada, nos permite dejar de vernos caricaturizados por una representación externa y abre paso a que podamos empezar a autorepresentarnos, hay que dejar de tenerle miedo al fuego en algún momento.

Hacen falta conversaciones como se dan en este libro, conversaciones entre nosotros indígenas, para que nos encontremos ya que estamos tan dispersos y escondidos entre tantas caricaturas sobre nosotros mismos, pero también falta conversar con los otros quienes nos caricaturizan, esto podría abrir las posibilidades a que los mitos fueran derribándose, me parece notable el concepto de nampülkafe que aparece en la palabra de varios de los autores, puesto que es un personaje pocas veces trabajado, pero es un pilar determinante para el conocimiento mapuche, ya que personifica la forma específica de entender el mundo, el nampülkafe es el que camina, y en ese camino conoce, se libera de prejuicios y reflexiona en movimiento, la reflexión desde nuestros particulares punto de vista es en la acción, el nampülkafe era el que recorría varios territorios, y de esta forma se apropiaba de ellos, iba a territorio Lafkenche y conocía  del juego del Inao, iba a la montaña con los Pewenche y aprendía a hacer mezke de Piñon, pero traía consigo el conocimiento del Inao y lo enseñaba en territorio Pewenche,  uno nunca llega a un lugar con las manos vacías, y tampoco se va de un lugar con las manos vacías, ese era su rokiñ, eran sus provisiones para el viaje, todos los autores que aparecen en este libro van y vienen transportando conocimientos, y comunicándolos, intercomunicándolos en una especie de red, un telar dice Sonia Montecino en el prólogo, un entramado comunicativo, que hace que una característica de un artista o un creador indígena debiese ser el de nampülkafe, “es diferente sentir siendo experiencia” nos dice Loreto Millalen.

Wechekeche ñi Trawün expresa con claridad mi sueño, poder escribir y ser escuchada, romper el elitismo de la escritura en libros y artículos científicos para llegar a quienes me interesa que me escuchen, que lo cotidiano se transforme en un espacio de reflexión, que se deconstruya lo mapuche, descrito y escrito como un espacio de derrota. Al ritmo del Hip Hop y el reggeaton sigo siendo mapuche, porque los mapuche también escuchamos esta música, bailamos, estamos en todas partes, y al interior de estos códigos no puedo negar quien soy, y que mis ancestros bailan al son de estos ritmos extraños pero con memoria.

Así que si me ven con mi takün, con mi vestimenta tradicional, por la calle, en el metro o en un transantiago, no me pregunten si soy de Temuko, o si estoy cansadita por el largo viaje, cansada estoy de que me pregunten esas cosas.

Fey mu tem.

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