viernes, marzo 29, 2024

La bandera Mapuche y la batalla por los símbolos

 

Foto inicial: Susana Hidalgo

Por Fernando Pairican – Fuente: ciperchile.cl

LA RECONSTRUCCIÓN IDEOLÓGICA

A partir de 1990, el movimiento mapuche, articulado en la Comisión Quinientos Años de Resistencia –que posteriormente pasaría a denominarse Aukin Wallmapu Ngulam (Consejo de Todas las Tierras)–, debatió con pasión la creación de un emblema que los representara como pueblo.

Durante octubre de 1992 apareció la Wenüfoye, que ha sido protagonista del estallido social. Estábamos en la llamada “transición democrática”. El movimiento mapuche continuaba luchando por conquistar derechos fundamentales como la autodeterminación y construía símbolos como parte del proceso de descolonización ideológica.

Enrique Krauss, ministro del Interior durante el gobierno de Patricio Aylwin, manifestó, para el Quinto Centenario, que los mapuche eran “una tropa de delincuentes comunes”[1]. Frente a las recuperaciones de tierras, las marchas civiles y la presentación de la Wenüfoye, el gobierno aplicó leyes de excepción como la Ley de Seguridad Interior del Estado. No tan distinta fue la perspectiva del diputado Eugenio Cantuarias de la UDI: exigió, en la sesión parlamentaria, conmemorar la celebración del V Centenario del Evangelización de América y “la fantástica cruzada que a partir de la Corona de Castilla, de España –la madre patria–, Colón desarrollara para, maravillando al mundo, sembrar la semilla de cuya germinación, tras un sostenido e innegable esfuerzo, somos orgullosos descendientes”[2].

La clase gobernante no comprendía entonces que, desde mediados de la década de los 80’, organizaciones mapuche debatía la aspiración de autodeterminación. Una de ellas era Ad Mapu[3], emergida como resultado de una larga historia ideológica mapuche; como parte de un proceso de reconstrucción política como nación. En esa historia el Consejo de Todas las Tierras se autodefinió como expresión de la maduración política e ideológica.

Existieron varias propuestas de Wenüfoye. Según da cuenta Aukiñ –el diario del Aukin Wallmapu Ngulam–, cada identidad territorial levantó su propuesta (lafkenche, nagche, wenteche, nagche e inclusive puelmapu). En el resultado final, incorporó todas las propuestas, aunque es evidente la primacía de la versión nagche.

El artista Jorge Weke, parte del Parlamento de Coz Coz, en una entrevista al diario mapuche Azkintuwe fundado en el año 2003, señaló:

“El color negro y blanco representan el equilibrio o la dualidad entre el día y la noche, la lluvia y el sol, lo tangible y lo intangible, etc. El azul representa la pureza del universo; el verde nuestra mapu, el Wallmapuche o territorio de asentamiento de nuestra nación. Y el rojo la fuerza, el poder, la sangre derramada por nuestros ancestros. Al medio el kultrung y todos sus significados ya conocidos y en el extremo inferior y superior la representación de los kon“.

LA MARCA PAINEMAL

Décadas antes de la creación de la Wenüfoye, la ‘marca Painemal’ fue la manera en que algunos colonos pensaban que podrían relacionarse con los mapuche.

La historia de la ‘marca Painemal’ nos lleva hasta 1913. Don Juan Painemal, descendiente de una importante familia de ñidolongko -que podría remontarse a los tiempos previos a la Ocupación de La Araucanía-, fue secuestrado por colonos en Nueva Imperial. A los pocos días regresó con una marca en su cuerpo. Los agricultores lo habían quemado con una yerra para el ganado. Fue el símbolo de la deshumanización y la continuidad de la “animalización” que genera tanto el discurso como la práctica del racismo.

El movimiento mapuche, articulado en la Sociedad Caupolicán Defensora de la Araucanía, hizo un llamado a movilizarse y una masiva protesta llegó a la ciudad de Temuco, proveniente desde los lof, divididos por las normativas chilenas bajo el concepto de reducción.

Exigieron justicia y dieron a conocer el hecho públicamente. No hubo solución, pero la ‘marca Painemal’ no fue olvidada en los relatos de las y los mapuche.

En la década de los 90’ ser mapuche seguía implicando estar sometido a un nivel de violencia social y simbólica bajo la categoría racial de indio. No obstante, a partir de las protestas sociales de 1997, que remecieron al gobierno de Eduardo Frei, eso empezó a cambiar.

La Wenüfoye, como diría Weke, nació en medio de una “batalla hostil, en donde se impuso la violencia para negar lo innegable: que somos un pueblo y que tenemos derechos políticos”.

Se movilizaron los mineros del carbón, los trabajadores portuarios, los estudiantes. El movimiento mapuche fue actor protagónico de esas protestas, pues Frei tomó la decisión de construir la Represa Hidroeléctrica en Ralco, que modificaba el territorio pewenche. Además, el Bío Bío era el símbolo de la frontera y así aparecía en decenas de parlamentos durante la época colonial y los primeros años de la república. Como sostenía el periódico del Aukin Wallampu Ngulam, el río Bío Bío continuaba “siendo la frontera”[4].

La construcción de Ralco también se sobreponía a los derechos expuestos en la Ley Indígena de 1993, diseñada bajo el gobierno de Patricio Aylwin, así como a las decisiones que debería haber emanado desde la Corporación de Desarrollo Indígena (CONADI), una anhelada construcción política por parte del movimiento indígena anti dictadura.

Para los miembros de Aukiñ Wallmapu Ngulam, el hecho demostraba que la situación era de colonialismo, comenzando la gradual erosión de CONADI como instrumento mediador. En una editorial de Aukiñ de 1998, el Consejo afirmaba: CONADI se encontraba al “borde de la ilegitimidad”.

No tan distinta fue la perspectiva de los mapuche lafkenche. Asociados en el hogar de estudiantes mapuche Pegun Dugu, (espacio del que emergieron varios futuros y futuras líderes del movimiento mapuche, como José Huenchunao o el alcalde de Tirúa Adolfo Millabur) señalaban en un boletín de noviembre de 1994, que en la formulación de CONADI traería algunos beneficios económicos, pero “si hacemos un análisis de fondo” -sostenían-, no habría un cambio para los mapuche. De hecho, planteaban que el horizonte debía ser la autodeterminación, subrayando: “conservamos todos los elementos espirituales y materiales que dan cuenta de la existencia de la Nación Mapuche, con su Origen, su Historia, su presente y su futuro, es decir, no cambia en nada la situación de negación histórica en que nos encontramos”[5].

Un hito clave ocurre a fines de 1997 cuando fueron incendiados tres camiones de la forestal Arauco en Lumaco. En voz de la Coordinadora Arauco Malleco, esos incendios expresaron “todo el peso histórico de la opresión, la desesperanza y humillación de nuestra gente”.

DESCOLONIZACIÓN IDEOLÓGICA

La Wenüfoye representó un paso en el proceso de descolonización ideológica. Acompañada de ellas vendrían la reconstrucción política de la nación mapuche, posicionando las autoridades tradicionales como las conductoras del proceso de Liberación Nacional.

Ha sido un emblema que ha sido recuperado a estas alturas no tan solo por los mapuche. La población chilena también la ha adoptado. Fue evidente que desde el año 2011, junto a los paraguas de los estudiantes también destacaba la bandera mapuche. Tal vez porque existe un reconocimiento a una historia negada, perseguida pero que ha logrado resistir al aparato del Estado que ha intentado desarticular al movimiento de manera persistente.

¿Qué ve la sociedad chilena en ella? Tal vez mayor democracia y resistencia. Pero también, como dijo Jorge Weke, miembro del Consejo de Todas las Tierras para ese tiempo y actualmente werken del Parlamento de Koz Koz, ve un símbolo de liberación, de autorreconocimiento, de creer en la unidad dentro de la diversidad, de respetar, de valorar cada frente de lucha, de valorar cada aporte que hace el mapuche donde sea que se encuentre.

La Wenüfoye nació reprimida. Fue puesta fuera de la ley de inmediato por el gobierno de la Democracia Cristiana en 1992, cuando fue presentada aquel 6 de octubre en Temuco. Como diría Weke, nació en medio de una “batalla hostil, en donde se impuso la violencia para negar lo innegable: que somos un pueblo y que tenemos derechos políticos”.

Es palpable que se necesita un nuevo contrato social. Del mismo modo que la sociedad “desde abajo” es más plurinacional que la clase gobernante “desde arriba”.

Por eso la Wenüfoye se ha convertido en el principal emblema del germen de una nueva sociedad que claramente nació y lucha por democratizar el escenario político, pidiéndole a esa clase política que se arrastra desde la década del 70’, que se haga a un lado y permita avanzar a un Chile a lo menos plurinacional.

Notas:

[1] Pairican, Fernando (2014) “Malon. La rebelión del movimiento mapuche 1990-2013”, editorial Pehuen.

[2] Sesión Nº4, 15/10/1992, p 391

[3]Ad Mapu fue una organización anterior al Consejo de Todas las Tierras y de la que varios de sus miembros, sobre todo los jóvenes, fueron fundadores del nuevo referente en los 90’.

[4] Aukiñ, Nº41, p 5.

[5] Werken, 1994, p 1

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