martes, abril 23, 2024

La lucha de resistencia de la comunidad socioespiritual

Resumen: El Machi, autoridad espiritual portador(a) de milenarios conocimientos y saberes, salvaguarda desde tiempos inmemoriales la práctica espiritual, la sanación y la cultura. En las zonas de resistencia cultural se multiplican los conflictos como resultado de la vulneración de los derechos de los pueblos indígenas, y es así que las autoridades espirituales mapuche perciben la amenaza de extinción física y cultural. Somos testigos de una rearticulación de la comunidad socioespiritual en la que hoy las/los Machi asumen un nuevo protagonismo, en la defensa de la tierra (Ñuke Mapu), la territorialidad y unidad con la Madre Naturaleza.

 Por Jorge Calbucura (*)
Mid Sweden University

Introducción

La ocupación del territorio mapuche a fines del siglo XIX por parte del estado chileno y argentino y la deportación de la población sobreviviente en reservas indígenas, conllevan una situación social marcada por el dolor y el sufrimiento, producto de la violencia generada por la guerra y la derrota. La confinación en reservas implica una brutal transformación de la sociedad mapuche. La colectividad mapuche confrontada a la incertidumbre, y obligada a un repliegue sobre sí misma,  se refugia en las reservas indígenas donde se reconstruye cultural y espiritualmente (Calbucura 2011). Una nación autónoma con base económica en la ganadería, es confinada en un espacio geográfico mínimo, debiendo adaptarse a condiciones precarias de vida, reducida a la condición social de campesinos pobres.

Las convulsiones políticas y sociales de los tiempos llevan a mapuche y un importante sector de la sociedad chilena a compartir un destino común. La instauración de la dictadura militar en 1973 en el territorio chileno traza una huella de dolor, sufrimiento e incertidumbre y remece los pilares fundamentales de toda la sociedad mapuche. La aplicación delDecreto Ley N° 2.568 (28-03-1979) que privatiza las comunidades indígenas, y avala  la abolición del derecho de propiedad colectiva indígena, es para la sociedad mapuche  una etapa más de lucha, que obliga a articular mecanismos de sobrevivencia. Las organizaciones políticas representativas de los intereses políticos mapuche que sobreviven al período del golpe de estado, se ven obligadas a replegarse, a adecuarse a la exigencia de limitada integración mapuche a la sociedad chilena; de esta manera dan un paso trascendental  al pasar a formar parte del amplio movimiento de oposición a la dictadura.

Como consecuencia del histórico despojo de territorio mapuche y la imposición de precarias condiciones socioeconómicas en las reservas indígenas (“comunidades”), se produce una ascendente migración a los centros urbanos, sobre todo hacia la capital de Chile, Santiago. De acuerdo con los últimos antecedentes del censo de población, la población mapuche se estima en un millón y medio. De lo cual se deduce que el tamaño de la población no es correlativo al espacio disponible en las reservas indígenas para albergar a la población mapuche. Es así que hoy en día más del 70% de la población mapuche reside fuera del territorio ancestral; muchos viven hace ya varias generaciones en Santiago. Bajo estas circunstancias, un agravante es que desde la anexión del territorio mapuche al estado chileno, la población mapuche es víctima de la discriminación estructural, como consecuencia de haber sido reducida a mano de obra barata, radicada en los espacios urbanos marginales de  las ciudades de Chile y Argentina. La expresión del racismo se materializa a partir de tener un apellido mapuche y poseer rasgos fenotípicos distintivos.

Vivir en una sociedad racista lleva a los excluidos a confrontarse a “los otros”, así como definirse “diferente”, consecuentemente, asumirse excluido; situación que tarde o temprano conlleva a asumir una actitud frente al sistema e  institucionalidad vigente, en nuestro caso, el Estado de Chile.

Uno de los aspectos es la reconstrucción de la identidad que en el caso de la diáspora mapuche involucra  en las comunidades rurales, la recuperación de las redes familiares de subsistencia, colaboración social, económica y ritual; es decir la conexión con la cultura ancestral. En esta aproximación es necesario destacar que al igual que la sociedad chilena, mayoritariamente cristiana, la mapuche es una sociedad ligada a la religión, las creencias en los mitos y la convicción en la efectividad del rito.

Algunos investigadores destacan que el proceso de reconstrucción de la identidad mapuche que hoy en día presenciamos se hace a partir de una noción prehispánica. Estudios posteriores permiten deducir que más bien se trata de una construcción que bien se puede situar en la sociedad mapuche pre-reduccional, rescatando los elementos de una identidad integralmente asumida, que se fundamentaba en este punto específico de pasado glorioso; que invoca en su dimensión simbólica e idealizada la autoidentificación ideológica y religiosa.

La referencia de pertenencia bien se puede situar indistintamente en la sociedad mapuche prereduccional o en la prehispánica, ya que ambas reseñas más bien determinan una línea de continuidad, a partir de la cual toma forma la idea de comunidad imaginaria y el proyecto vital de la sociedad mapuche.

En este contexto las/los machi han ejercido el rol de autoridades ancestrales constituyéndose en pilares fundamentales de la cosmovisión, la conservación de las tradiciones, la cultura, la religiosidad y la espiritualidad. A su vez son los/las que mantienen viva las prácticas medicinales y ceremoniales. Esto último una práctica que a través de siglos se ha mantenido inalterado y que se ha adaptado a las necesidades de las condiciones impuestas. En la actualidad la capacidad de adaptación de la/el machi queda de manifiesto al situar su ámbito de práctica en los centros urbanos de Chile prestando servicios tanto a mapuche, como a no-mapuche gozando de respeto, prestigio y prosperidad.

Machi, antecedentes históricos

Los estudios sobre la chamanidad femenina destacan que dicho fenómeno en sociedades como la Mapuche, Taiwan (Wolf; 1990), Indonesia (Atkinson; 1987) y Korea (Kendall; 1985) no es un hecho común. A nivel mundial e históricamente ha predominado el chamanismo masculino, y la existencia de chamanismo femenino es ulterior al masculino. Los casos más conocidos sobre este proceso de evolución son los Chuckchee de Siberia y los Mapuche del Wallmapu. Eliade (1960) ve esta evolución como efecto de una transformación ideológica cuyo origen se remonta a la existencia de un matriarcado protohistórico. Por su parte Sanday (1981) constata que el poder económico y la autoridad política de la mujer se conciben como un derecho natural en sociedades donde existe un vínculo religioso entre la maternidad y fertilidad que personifica las mujeres con el bienestar.

De acuerdo con diferentes autores (Augusta 1934, Moesbach 1936 y Latcham 1924) el confinamiento de la población mapuche en reservas conlleva una situación de insuficiencia de recursos, dependiente de la producción de pequeñas parcelas y con suelo de mala calidad. La fertilidad de la tierra se convirtió en una preocupación vital para las familias mapuche. La posibilidad de sobrevivir y no morir de hambre pasó a depender de la fertilidad del suelo y los animales. Las rogativas a la fertilidad por el/las machi es un rito de carácter crucial para la sobrevivencia del grupo; y en este contexto la chamanidad femenina asociada a la fuerza de la fertilidad, adquiere crucial importancia. Es así que el ritual a la fertilidad – el nguillatun – es el ritual más extendido al interior de las reducciones mapuche.

No es casualidad que diversos autores (Cooper, 1946 y Faron, 1964) sitúan la emergencia de las machi mujeres a mediados del siglo XVIII, es decir en las postrimerías de la vida en reducción y sedentaria. De acuerdo con esta interpretación se destaca que es común en las sociedades agrícolas sedentarias que las mujeres sean asociadas a la tierra y a la fertilidad; mientras que en las sociedades donde se constata la predominancia de la chamanidad masculina, ello está ligado a una sociedad de guerreros nómades, en que los rituales se llevan a efecto con propósito militar y con espíritus ancestrales masculinos. Esta relación de circunstancias políticas y sociales explicaría el desplazamiento de la chamanidad masculina por la femenina.

De acuerdo con Bacigalupo (2003) en la actualidad en la sociedad mapuche el ochenta por ciento de las machi son mujeres y el rol de la/el machi es básicamente curandera o sanadora.

De acuerdo con Ñanculef (2013) a la llegada de los españoles había aproximadamente un machi por rewe, por lo que estima una cantidad de 7.000; hoy, según su apreciación hay alrededor de 300. Destaca que atravesamos por un proceso de transformación donde se destacan dos situaciones: la transculturización y la emergencia de una nueva generación de machi jóvenes. Esto último como efecto de la emergencia del movimiento de resistencia cultural que se experimenta al interior de la sociedad rural y urbana mapuche. Es así que en corto período de tiempo se constata el aumento de machi en comunidades mapuche, por ejemplo en las reservas adyacentes a la ciudad de Temuco, de cinco ha aumentado a veinte.

En el ámbito ceremonial el machi tenía la capacidad de influir y predecir el curso de las batallas (Rosales; 1674), y al invocar a los espíritus masculinos llamados «pillan» (espíritu de guerreros muertos en combate) vestía ropa de mujer. Tal como se ha indicado, a partir del siglo XVIII cuando el rol de machi pasa a ser ejercido principalmente por mujeres, este prevalece como función de curandera o sanadora. Desde entonces la eficacia en el ejercicio de esta función le brinda el prestigio del que hoy goza la/el machi tanto en la sociedad chilena como mapuche.

La/el machi posee un amplio conocimiento y saberes medicinales, así como oficiante de las creencias y prácticas religiosas ancestrales. Su poder y el rol que cumple en la cultura mapuche se han mantenido inalterados en el tiempo destacándose el hecho que desde tiempos inmemoriales la transmisión del saber y conocimiento se realiza de forma oral, y en mapudungun.

Expresado de otra forma, las/los Machi progresivamente adquieren el rol de autoridades ancestrales, abarcando diversos campo del conocimiento y práctica, tales como la conservación de las tradiciones, la cultura, y la espiritualidad. Les ha correspondido la responsabilidad de mantener vivo el uso de las prácticas medicinales y ceremoniales. El poder de los/las machi nace de su relación con la naturaleza. La machi interpreta las fuerzas y energías de la naturaleza en relación con el sentido de la vida y existencia de la comunidad, así puede ser una energía alteradora o favorable. Desde esta perspectiva, las/los machi conciben la salud como un todo íntegro (universo y hombre) y colectivo (planeta, naturaleza y hombre). El daño o alteración de las fuentes de energía natural (ríos, montañas, bosques) o espacios ceremoniales causa el desequilibrio en las fuentes de vida y existencia del universo local, la comunidad.

De acuerdo con la práctica tradicional la mujer Mapuche, no participa en asuntos políticos y sociales. Al mismo tiempo que las/los machi tienen la carga con la responsabilidad del bienestar emocional, físico y espiritual de los individuos y las comunidades Mapuche. De esta forma aunque no establece reglas ni normas ni participa en la toma de decisiones, indirectamente influye en el curso de las decisiones de la comunidad. En el marco de la estructura social patrilineal de la sociedad Mapuche, la opinión de el/la machi es altamente respetada al intervenir como constructor de la vida y visión de mundo de la comunidad. Así, crea y recrea, las tradiciones, la cultura, la religiosidad y la espiritualidad; es decir la identidad.

El rol de la/el machi nace a través del peuma (visión), a partir del cual prorrumpe su conocimiento sobre la sanación. Mediante la ceremonia de curación, el machitún, la/el machi extirpa el mal del cuerpo, y vía la vigorización del equilibrio entre el individuo y la comunidad, se manifiesta en su rol sociocultural, orientando a la comunidad en el sentido moral y espiritual. Esto mediante un ininterrumpido ciclo de renovación del contacto con los mundos del universo espiritual mapuche; el mundo material (Mapu), y el de la espiritualidad (Wenu mapu y Anka Wenu).

 

La comunidad socioespiritual

El arte de sanar a través de siglos constituye la práctica común de toda machi. De acuerdo con Montecinos (1988) el universo por donde transita la/el machi son las enfermedades naturales causadas por el frío o el calor y las enfermedades sobrenaturales provocadas por el mal y el daño. Es en este último entorno donde las/los machi despliegan toda su sabiduría.

La/el machi promotor de la práctica de la cosmovisión en su rol de sanadora es un importante agente social, aportando en la reproducción del tejido social comunitario intrafamiliar y transcomunitario; velando por el estado terapéutico de la vida comunitaria, la/el machi contribuye al fortalecimiento de la cultura mapuche mediante el fomento de las relaciones de amistad; lo que a su vez facilita el establecimiento de alianzas económicas, e ideológicas acordes con la tradición.

El liderazgo de la/el machi se expresa en el ámbito de lo espiritual, terapéutico y sociocultural, que se manifiesta en la existencia de la comunidad socioespiritual. Su función y práctica se materializa en el uso (y protección) de los espacios sagrados (rewe), de los centros de energía de la madre tierra (Ñuke Mapu); salvaguardando el vínculo con los espíritus, divinidades y energías (newen, espiritualidad) del territorio. Transformarse en depositaria del conocimiento ancestral, sanadora, guía espiritual y agente sociocultural, obedece a una decisión de Ngnechen, el/la cual lo/la enviste del espíritu de machi. Los sueños (peuma) y las visiones (perrimontún) le indican lo que debe hacer.

Las/los machi son personas respetables y respetadas, lo que se traduce en ejercicio de influencia en las decisiones políticas. En tanto autoridad comunitaria, se les reconoce proteger el bienestar común por su labor en la reafirmación cultural, política y espiritual. Hasta hace poco su rol y función se circunscribía al interior del espacio comunitario local; hoy en día abarca el espacio urbano donde operan un sinnúmero de organizaciones políticas representativas de los intereses del pueblo mapuche. Este nuevo universo  comunitario mapuche, inserto en una realidad social y cultural heterogénea impone la necesidad de adaptar prácticas culturales, políticas y espirituales. Los/las machi son una clara contribución en la recreación de las prácticas ancestrales entre las nuevas generaciones de mapuche urbanos.

Un antecedente ilustrativo es lo que se denomina “prácticas ancestrales en contexto urbano” que destaca que en Santiago de Chile se han realizado iniciaciones y consagraciones de machi. Curivil (1993) lo describe de la siguiente manera; “…Esta manera de entender el ejercicio del rol de machi ha sido modificada radicalmente en la ciudad, porque a partir de los últimos 10 años, los mapuche están siendo testigos de la irrupción del espíritu. Hoy hombres y mujeres después de un largo proceso de discernimiento deciden asumir el papel de machi pese a su voluntad y piden ser consagrados como tales…”.

Otro antecedente es que a partir del año 2000, sustentado en el principio de la interculturalidad, el Estado de Chile implementa un programa de salud orientado a los pueblos indígenas. Dicha iniciativa permite que una amplia red de organizaciones sociales mapuche accedan dentro del sistema de atención oficial (consultorios de atención primaria, centros de salud; hospitales y consultorios) a ser atendidos por la/el Machi. Para los Mapuche que viven en las ciudades, esta posibilidad significa la recuperación de las prácticas tradicionales, que a su vez contribuyen en el reforzamiento de la identidad.

Conclusión, comentarios finales

El propósito de este artículo es destacar el rol e importancia de los/las machi en el contexto de la comunidad socioespiritual mapuche: Al respecto se constata las transformaciones operadas en la función y práctica de este rol. No menos importante es comprobar las transformaciones que se operan en la percepción de la noción en que esta función y práctica se asume; al respecto la emergencia de la noción comunidad socioespiritual se materializa interrelacionando la dimensión material y espiritual.

En el plano de lo cotidiano el prestigio de la/el machi se personifica en su rol de sanadora y oficiante de la rogativa, el nguillatun. Gracias a la diáspora mapuche, ambas funciones y prácticas hoy en día son extracomunitarias; es decir se efectúan en los centros urbanos.

El rol de la/el machi se acrecienta al interrelacionar diversos ámbitos de la vida comunitaria; el sociopolítico, el sociocultural y el socioespiritual, funciones que marcan la importancia de ser machi en la sociedad mapuche contemporánea.

En las zonas de resistencia cultural, los conflictos sociales se multiplican como resultado de la vulneración de los derechos de los pueblos indígenas. En el marco de la noción del colectivo socioespiritual, el/la machi desde tiempos inmemoriales guía y orienta la guerra espiritual mapuche. Una guerra que se libra en el mundo material y espiritual contra los espíritus enemigos (wekufe). Es así como hoy en día irrumpe la/el machi, convertido en un elemento vital en esta guerra por la curación ritual del colectivo socioespiritual y por la eliminación de los espíritus maléficos.

En el espacio sociocultural donde operan las comunidades y organizaciones políticas representativas de los intereses mapuche, el/la machi interviene en conjunto con las autoridades representativas ante las amenazas de usurpación e instalación de megaproyectos en territorio ancestral. En el rechazo a estas medidas las/los machi emergen participando de movilizaciones sociales, por ende, ocupando nuevos espacios. Así reasume su protagonismo milenario: guiar y orientar a los líderes en la guerra contra los espíritus enemigos y en la defensa de los derechos de la nación. Somos testigos de la rearticulación del campo simbólico y ritual en el que se emplazan la convocatoria de los líderes y autoridades tradicionales mapuche. Al igual que en tiempos inmemoriales, la convocatoria ante la percepción de amenaza de extinción física y cultural es ratificada por las/los machi y como tal se asume como legítima.

Para la comunidad mapuche, las/los machi encarcelados y/o procesados,  Millaray Huichalaf, Tito Cañulef, Francisca Linconao Huircapán y Celestino Córdova en las zonas de resistencia cultural pasan a constituir una nueva generación de prisioneros políticos. Entre los mencionados,  los dos primeros son conocidos como activos defensores del nguillatuwe (espacio ancestral donde se celebra la rogativa del Nguillatún), el Eltun o cementerio, el Trayenko (centro de energía de Ñuke Mapu), y el Menoko (pantano del que se extraen plantas medicinales) que se encuentran amenazados por un proyecto hidroeléctrico.

En tanto  política de Estado, la represión de líderes espirituales es un mal y desafortunado precedente; experiencias similares muestran que tan solo conlleva la agudización de la confrontación. La estructura jurídica sobre la que el estado chileno ejerce la represión (ley antiterrorista) en contra de los líderes políticos y espirituales indígenas no contribuye a crear el clima necesario para formar sujetos democráticos que aporten a una cultura de paz. Por un lado reduce progresivamente el espacio de diálogo y negociación; por otro lado, el uso de la represión como estrategia de sumisión no necesariamente lleva a la obediencia ni respeto hacia la autoridad impuesta.

Por último valga considerar que los/las machi portadores milenarios de conocimientos y saberes que enriquecen la cultura global, merecen el reconocimiento como patrimonio espiritual de la humanidad.

 

(*) Jorge Calbucura. Licenciado en Historia y Doctor en Sociología. Associate Professor/Catedrático en el departamento de servicio social, programa servicio social intercultural e internacional de Mid Sweden University; Östersund, Suecia. Coordinador del Centro de Documentación Ñuke Mapu (Madre Tierra en lengua mapuche) www.mapuche.info. Correo electrónico: jorge.calbucura@miun.se

 

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