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Angela Davis no se considera un ícono. A pesar de ser un emblema de la lucha contra el racismo y una de las feministas más reconocidas a nivel mundial, a sus 72 años, todavía le incomoda la fama. “Me he ido acostumbrando, pero sé que solo soy el rostro de un movimiento colectivo”, dice humildemente. Esta es la segunda vez que pisa nuestro país desde 1972, cuando aún era militante comunista y simpatizante de las Panteras Negras, organización revolucionaria antirracista que durante los ’70, el FBI describió como “la mayor amenaza interna para la seguridad del país”.

Davis nació en una familia acomodada en Alabama –un Estado donde se contaban con el dedo a los afroamericanos en los 50 y uno de los hogares del Ku Klux Klan- y siempre se cuestionó la discriminación racial. Es por eso que decidió estudiar su secundaria en Nueva York, gracias a una beca para alumnos destacados. Ahí conoció el marxismo y se fue a estudiar filosofía a Europa. Fue alumna de Herbert Marcuse y Theodor Adorno, en la Escuela Crítica de Frankfurt. Pero en 1967, decide volver a Estados Unidos para unirse al movimiento de liberación afroamericano.
En 1968 se une al Partido Comunista y empieza a trabajar como profesora en la Universidad de California. Dos años después, la despiden por aceptar públicamente su militancia. Por la persecución política en su contra, salta a la fama y se transforma en uno de los rostros del movimiento “Black Power”. Hasta que en 1970, un atentado ligado a las Panteras Negras, donde terminaron baleadas tres personas, le cambia la vida. Según la investigación, Angela Davis había comprado las armas para el ataque y por lo tanto, era autora intelectual. Se declaró inocente. Estuvo 16 meses en prisión y alcanzó su libertad gracias a una campaña mundial. Tiempo después fue absuelta de todos los cargos.

Siete meses después de salir de la cárcel -un año antes del Golpe de Estado en Chile- llegó al país invitada por el partido comunista, para agradecer las gestiones que permitieron su libertad. Durante su visita conoce una toma en Recoleta y dona varios recursos para su urbanización. Hoy, esa población lleva su nombre.

¿Cómo se sintió volver a la población Angela Davis?
Fue una visita muy inspiradora. Me habría gustado pasar más tiempo y no solo asistir al acto, porque había muchas organizaciones sociales con las que quería conversar. Había tanta gente, tantas mujeres. He visto cambios en Chile, pero también mucha resistencia.

¿Qué cambios te han llamado más la atención estos días?
En 1972, a pesar de que la derecha estaba creciendo en el mundo, había mucha esperanza. ¡Salvador Allende era el presidente de la Unidad Popular! Pero un año después llegó el Golpe y lo destruyó todo. El partido comunista que me invitó a Chile estaba exiliado, escondido o desaparecido. Lo recuerdo con dolor, pero el país cambió. Yo tenía miedo de cómo me iba a sentir, pero estoy fascinada con la cantidad de gente dispuesta a desafiar el capitalismo. En la población Angela Davis vi una juventud de resistencia y me di cuenta que todavía hay esperanza, a pesar de que no sean los ’70. En ese tiempo creíamos en la posibilidad de una revolución socialista, era muy diferente.

¿Sigues creyendo en la revolución socialista?
No creo que este planeta tenga un futuro mientras continuemos creyendo en las mentiras del capitalismo. Creo que al menos una forma de socialismo es necesaria. Chile está avanzando tratando de deshacer el daño. Estoy impresionada con las ansias de cambiar la Constitución, la resistencia del movimiento mapuche y, además, con una gran cantidad de movimientos underground que hacen un esfuerzo político muy grande por cambiar las cosas para la clase trabajadora chilena.

Hoy estamos en la mitad del segundo gobierno de Michelle Bachelet, la primera mujer presidenta de Chile…
Lo sé y creo que eso tiene un valor para el feminismo. Bachelet sufrió, como tantas, el horror de la dictadura y lo valoro. Pero dicho eso, la forma en que se hace política también es importante. Obama ganó en Estados Unidos no solamente porque era negro, si no porque representaba un sentimiento en contra de la guerra y había sido parte de movimientos radicales de liberación negra. Un hombre afroamericano conservador no habría sido apoyado de la misma manera. Los líderes deben luchar por su pueblo para que sean relevantes en la historia. Deben tener a la gente que los apoyó siempre bajo sus espaldas, exigiéndoles, haciendo presión. Solo así se hacen cambios, trabajando con la gente, con los estudiantes.

Este año se reactivó el movimiento estudiantil en Chile, que por años ha exigido educación gratuita y de calidad para todos.
El movimiento estudiantil es muy importante, porque los estudiantes siempre han ocupado roles claves en las luchas revolucionarias, radicales y progresistas de todo el mundo. Su demanda de educación gratuita y de calidad para todos, es una exigencia anticapitalista clave, porque Chile fue víctima de la privatización que transformó la educación en un producto disponible solo para quienes pudieran costearlo. La estructura capitalista, que hoy tiene al mundo en un estado deplorable donde el racismo, la discriminación y la xenofobia nos llenan de violencia día a día, no debe seguir siendo tolerada.

RACISMO ESTRUCTURAL
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¿Qué es ser revolucionario hoy en día, considerando lo mucho que ha cambiado el mundo desde los años ’60?
La lucha revolucionaria se ha resignificado. Los movimientos sociales por décadas, han trazado estándares de lo que implica ser revolucionario, pero hoy podemos serlo de muchas maneras. Yo estoy acá para participar en un encuentro de artistas, activistas e intelectuales. El pueblo puede ser revolucionario desde el mundo cultural, porque el arte puede ver el futuro en formas que el resto no puede ver, expresar lo que aún no es expresable. Si queremos crear un nuevo mundo, debemos ser capaces de imaginarlo. Por eso el activismo político y los intelectuales, deben reconocer el rol de los artistas, porque desarrollan una conciencia radical y revolucionaria. Sin embargo, el arte no puede hacerlo solo. Tampoco los activistas o los intelectuales. Todos, como colectivo, somos creadores de cambios.
Pero esa radicalización siempre ha sido un tema dentro de los movimientos sociales, por el uso de la violencia.
Absolutamente, siempre es una discusión.

Ha sido un tema de debate en Chile por el movimiento estudiantil y me imagino que también en Black Lives Matter, en Estados Unidos.
La discusión es táctica, estratégica. La violencia no es inseparable de ninguna lucha revolucionaria y creo que cometemos un error al asumir que solamente por ella logramos objetivos. Hoy vemos, día a día, el daño que ha producido la violencia en el mundo. Claro que una política no-violenta, también minimiza la defensa propia. Para organizar, para liderar un movimiento masivo, hay que ser responsables. Debe ser un movimiento que eleve conciencia, de imaginación colectiva que una a millones de personas. Ese es el gran desafío y creo que al menos en Black Lives Matter se está logrando.

¿Por qué el racismo sigue tan fuerte en Estados Unidos?
La definición de racismo, que mucha gente trabaja, tiene que ver con una intención subjetiva. A veces se asume que, para participar en una acción racista, uno tiene que ser conscientemente racista y eso no existe. Lo mismo pasa con la homofobia. Lo que tenemos que entender es que el racismo está encriptado en estructuras sociales y económicas. El racismo pasa cuando nadie quiere que pase. Está arraigado en la estructura policial desde su nacimiento, al igual que en el concepto de prisión y muchas veces en el sistema de justicia.

¿Se ha progresado en la lucha contra el racismo?

Se han hecho avances, no quiero minimizarlos. El movimiento de Derechos Civiles, liderado por el doctor Martin Luther King, estaba diseñado para erradicar el racismo de la ley.

Pero el racismo siguió presente.
Es cada día más fuerte. De hecho, podemos decir que hoy en día, existe más racismo estructural que antes. La situación es similar a la que vivimos las mujeres. Ante la ley, somos iguales en derechos y deberes a los hombres, pero en la estructura social no lo somos. La brutalidad policial ha existido desde la era de la esclavitud. La diferencia es que ahora hay redes sociales y por lo mismo, los medios están obligados a informar. Pese a eso, nadie está haciendo las preguntas correctas, porque este no es un problema binario, de blancos contra negros. Es más complejo. Parte de los policías responsables de la violencia contra los afroamericanos son veteranos de guerra de Afganistán e Irak. Esta es la venganza de la militarización que ha implantado Estados Unidos en el mundo.
Black Lives Matter ha llamado a ser parte de sus filas a grupos excluidos incluso de los movimientos de liberación negra. Las mujeres, latinos y la comunidad gay están en la primera línea. Esos esfuerzos se han hecho antes. Uno de los discursos más importantes de Martin Luther King, condenaba la guerra en Vietnam. Vivimos tiempos interesantes. En dos años, hemos discutido más de racismo que en los últimos 20. Pero aún en Estados Unidos, a nuestros presidentes y a los ahora candidatos, les cuesta mucho hablar de racismo públicamente.

Has dicho que hay que hacer lo que sea necesario para que no salga electo Donald Trump.
Si tengo que votar por Hillary Clinton, lo voy a hacer. No podemos permitirnos tener a Trump. Además votar no implica desentenderse de la política. La gente debe crear presión sobre Clinton para que apunte a la dirección que quieren. Debemos crear la presión que nunca logramos con Obama.

Hace un tiempo dijiste que te gustaría un nuevo partido en Estados Unidos, que esté basado en el trabajo y en la lucha contra el racismo, el sexismo, la homofobia y la transfobia. ¿Es posible una fuerza política que dé respuesta a todas estas luchas?
Me gustaría y creo que es posible. No hablo de colapsar todos los temas en uno, si no que reconozca las conexiones evidentes. Necesitamos un nuevo partido que represente a los pobres, a la clase trabajadora y a la gente de color. Y una nueva institución política que resuelva estas necesidades debe ser feminista.

LA IZQUIERDA
¿Están muertos los partidos de izquierda?
Sí…yo creo que están prácticamente sumidos en el caos.

En Latinoamérica hace un tiempo que vivimos un giro a la derecha…
Lo sé y es muy triste, porque durante mucho tiempo ustedes fueron la esperanza del mundo. Los marxistas mirábamos a Cuba, a Brasil. Pero hoy parece que el capitalismo está peleando su puesto de vuelta y los partidos de izquierda no han sabido responder con la misma fuerza.

Los líderes populistas y conservadores parecen estar en su mejor momento.
Es horrible y me imagino que eso se debe a cientos de razones. Si la izquierda, como la entendemos hoy ya no responde a los problemas, debemos reenfocar. Con respecto a la crisis migratoria, por ejemplo, la aproximación feminista reconoce la interconectividad entre el racismo, el sexismo y la xenofobia. Es tiempo de estudiar nuevos derechos civiles del siglo XXI y para eso, necesitamos una aproximación ideológica que no sea parte de la globalización del capital.

¿Y cómo se logra llegar a esa aproximación?
Hegel dijo que la historia es el progreso de la conciencia de la libertad y no estaba equivocado. La izquierda no ha logrado los cambios estructurales que esperábamos. Estructuras como el racismo, el heteropatriarcado, el capitalismo, siguen vigentes. De hecho, se han profundizado de tal manera, que son más difíciles de identificar. Sin embargo, las conciencias de las masas han cambiado. Cuando el movimiento de Liberación Negra emergió a finales de los 60, lo entendimos como liberación de hombres negros. Luego de décadas de intervención feminista, hemos reconocido que ya no es así. También hemos desarrollado otras conciencias, por ejemplo el daño al medioambiente, el cambio climático. Puedo usar muchos otros ejemplos para demostrar que nuestra conciencia de buscar la libertad ha crecido y eso es lo más emocionante para mí. Tengo esperanza de que aún es posible moverse en una dirección progresista.

¿Depositas tu esperanza en el feminismo?
Sí, pero no como lo conocíamos. La esperanza está en el feminismo que reconoce las conexiones que existen entre los conflictos que hoy tienen al mundo en crisis. La interseccionalidad, o entender los diferentes tipos de identidades, es un concepto no solo académico, si no también útil para la lucha social. El feminismo es la respuesta porque el género, la clase y el capitalismo están interconectados.

Pero cómo avanzar hacia esos ámbitos si ni siquiera hemos logrado erradicar la violencia de género…
Para que se erradique, hay que desmantelar al capitalismo. La violencia de género es la forma de violencia más pandémica del mundo. Que un hombre esté preso por golpear a su pareja no hará que la violencia pare. Generalmente ni siquiera hay cambios, porque meter gente a la cárcel es ver el problema como un miope. Debemos transformar el mundo. No puedo creer que todavía la violencia contra la mujer sea un problema “de las mujeres”. Los hombres deberían estar tomando un papel importante en esto.

¿Cómo se hace resistencia hoy en día?
Comprometiéndose, ya sea cual sea tu lucha particular, porque el mundo no es abstracto, debes elegir tu frente. Con Black Lives Matter estamos viendo una resistencia que emerge de lugares que nunca habíamos visto antes. Las mujeres, los trans, están liderando el movimiento. En los últimos dos años, siento que es la misma cultura popular la que llama a la gente a levantarse y resistir. Vivimos tiempos de cuestionamientos de nuestras herencias más tradicionales. Hablo de los detalles de cómo manejamos nuestra vida, incluso la forma que comemos.

El cuestionamiento de las costumbres.
Si, yo me hice vegetariana cuando estaba en la cárcel, hace muchos años (atrás). Y con el tiempo me hice vegana. Cambiar nuestra manera de comer es un acto radical y también político. Grandes corporaciones como Monsanto y la realidad de criar industrialmente a animales para proveer comida, es una pesadilla. Un sistema que crea tanto dolor y represión. Yo durante años pensé que mi opción era personal, pero hoy creo que es la nueva lucha que se viene. Movimientos como “Food Sovereignty” llaman a consumir fuera de las corporaciones. No digo que la gente deba dejar de comer carne de un día para otro, pero es tiempo de ser consciente y reconocer cómo están produciéndose los alimentos. A la gente dentro de su rutina no le gusta pensar que comen animales muertos que fueron torturados toda su vida.

EL FUTURO

¿Cómo ves el mundo a tus 72 años?
Creo que estamos enfrentando una crisis a raíz de nuestra larga historia colonial. Lo que está sucediendo en el mundo es horroroso. El Estado Islámico ha sido el autor de los eventos que hemos visto en Francia por estos días y prácticamente todos los meses en el medio oriente. Pero tenemos que tratar de entender por qué pasa y no lo digo para dar una excusa a esta violencia. Por mucho que yo tenga una relación muy cercana con Francia, he notado que allá hay una tendencia para aceptar el racismo. Millones quedaron segregados de la educación, del trabajo, de una vida digna. Hay que hacerse cargo de los problemas sociales, porque estas expresiones de violencia absolutamente condenables, no son accidentales.

Son un síntoma.
Sí y en todo el mundo. En Chile podemos ver las consecuencias de la colonización, porque el pueblo mapuche sufre todos los días. Hay muchas conexiones entre los problemas que vemos en el mundo. La guerra contra el terrorismo logró producir nuevas formas de racismo, de islamofobia, de xenofobia.

La ONU ha condenado públicamente el comportamiento del Estado chileno en el marco de la lucha del pueblo mapuche, por aplicar, en algunos casos, la Ley Antiterrorista.
Chile tiene que entender su historia colonial. Los pueblos indígenas se están levantando y de hecho nos han puesto en nuestro lugar, porque todos somos inmigrantes. Yo no creo que podamos seguir avanzando, sin tomar en serio las aspiraciones y estrategias propuestas por los pueblos indígenas. Ellos nunca han pedido la asimilación. Siempre han luchado por su soberanía. Históricamente, cuando ves el movimiento de los trabajadores o los movimientos antirracistas, siempre ha sido con el interés de ser incorporados a la sociedad de la manera más justa. En cambio, los indígenas no tienen ningún interés en eso. Tenemos mucho que aprender de los actos revolucionarios del pueblo mapuche. ¡No a la asimilación!

No asimilarse en el mundo globalizado parece una misión imposible.
La globalización ha crecido de la mano junto al capital. Hoy tenemos la habilidad de conectarnos de una manera en que nunca lo habíamos podido hacer antes y eso no tiene precedentes. Pero no podemos permitirnos ser usados por las nuevas tecnologías, por las redes sociales.

¿Desconfías de ellas?
Creo que necesitamos un compromiso más allá de lo que ofrece el mundo virtual. Toda la gente -incluyo también a los artistas, los activistas, los académicos- debemos aprender a usar las tecnologías productivamente para la lucha social.

¿Cuál es el rol de los intelectuales en las luchas sociales de hoy?
Los intelectuales y los académicos no deben conformarse ni aislarse de la sociedad. Históricamente, los cambios en la sociedad ocurren cuando los intelectuales tienen un rol importante. Pero al mismo tiempo, los intelectuales no pueden asumir que su intelecto los hace mejores que el pueblo. Los académicos deben salir de las aulas. Su trabajo más importante está en establecer relaciones con las luchas que tienen un impacto en el mundo. Deben hacer activismo académico.

Como tú lo hiciste.
Si, exactamente. Pero podríamos decir que de esos días de locura, ha pasado mucho tiempo.