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  • Discutir lo que entendemos por verdad histórica

    Discutir lo que entendemos por verdad histórica

    La historia del despojo: el origen de la propiedad particular en el territorio mapuche, de Martín Correa, muestra cómo en el siglo XIX se produjeron compras fraudulentas de las tierras mapuche, corridas de cercos y adquisiciones a través de terceras personas. Para un pueblo cuya historia data de miles de años y que posee un sentido del tiempo radicalmente distinto al de quienes no son de su etnia, en dicho proceso de usurpación del territorio radica buena parte del conflicto actual en La Araucanía.

    Por Fernando Pairican – Fuente: revistasantiago.cl

    Pocos libros de historia logran transformarse en éxito de ventas. Por supuesto, siempre existen excepciones: Alfredo Jocelyn-Holt, Julio Pinto y Gabriel Salazar, Sofía Correa o Sol Serrano. Ellos y ellas, en los años 90 y 2000, demostraron que la historia podía contar con la aceptación masiva de los lectores, sin por ello renunciar a su calidad y trascendencia. Esta conexión con los lectores respondió a las dudas e inquietudes de una población con necesidad de saber las razones y consecuencias del golpe de Estado, tras la crisis política de 1973: las y los ciudadanos necesitaban comprender y adentrarse en las razones que produjeron el mayor conflicto social y político del siglo XX en Chile.

    En un contexto diferente, ahora algunos trabajos sobre los pueblos originarios gozan de muy buena recepción entre los lectores; algunos escritos por historiadores y otros no. Por ejemplo, Historia secreta mapuche, de Pedro Cayuqueo, o, bastante antes, ¡Escucha, winka! Cuatro ensayos de historia nacional y un epílogo del futuro, que fue publicado por LOM el 2006 y sigue sin embargo gozando de excelente salud. Asimismo, encontramos Historia del pueblo mapuche del siglo XIX y XX, de José Bengoa, y la Colección de Pensamiento Mapuche Contemporáneo, que está a mi cargo en Pehuén Editores. Todos estos libros buscan responder a las dudas de los lectores y encauzar un fenómeno que se abre a fines de la transición democrática, cuando la historia y resistencia del pueblo mapuche empieza a ocupar un lugar destacado en la agenda noticiosa. Por supuesto, el interés va más allá de lo que ocurre en la zona de La Araucanía, y buena prueba de ello son los textos que indagan en los indígenas cautivos que vivieron la experiencia de los zoológicos humanos en Europa o, peor aún, que fueron víctimas del exterminio, en el caso de los selknam. Esas otras historias de la República chilena, esa memoria de larga duración que ha sido ocultada por el sistema educacional, son las que están siendo recuperadas fundamentalmente en estos últimos años.

    El historiador Martín Correa se inscribe en esta tendencia con La historia del despojo: el origen de la propiedad particular en el territorio mapuche, un libro que en menos de un año ha vendido 18 mil copias, en siete ediciones, ocupando durante 10 semanas el primer lugar en el ranking de los más vendidos. Son números que muy pocos libros alcanzan en el mercado local.

    Aunque paradójico para un país que produce celulosa a nivel industrial —fundamentando la radicalización del pueblo mapuche, debido a las consecuencias medioambientales de la misma y la pérdida del territorio a manos de las grandes empresas forestales—, La historia del despojo estuvo agotado durante semanas debido a la ausencia de papel en las imprentas.

    ¿A qué se debe este éxito? O mejor, ¿esta conexión con el público?

    El trabajo de Correa se concentra en la forma en que se construyó la propiedad en Wallmapu, quiénes fueron y son los dueños del actual territorio, es decir, los agricultores y las agricultoras que adquieren el territorio mapuche en una cadena de compras y transacciones a partir de 1852. Como explica el autor, al realizar ese ejercicio, los nombres y apellidos se repiten, y ello se traslada al tiempo presente con los actuales propietarios, quienes no reconocen que, donde hoy viven, son propiedades que se adquirieron de forma “regular”, pero cuyo origen es ilegítimo.

    El actual conflicto mapuche —y este es uno de los aciertos del libro— no se explica sino observando las compras de tierras sobre un mapa que recién concluyó en 1883 y que iba bastante más al norte —Santiago y Valparaíso— de la zona de La Araucanía. Al interior de ese mapa, los mapuche continuaron sobreviviendo de distintas formas en sus tierras y sobre esas tierras se generaron mecanismos de asedio, siendo víctimas de compras fraudulentas, corridas de cercos y adquisiciones a través de terceras personas. En un conflicto que se arrastra por más de 100 años, se repiten los nombres y apellidos de los mapuche y de los colonos: son las mismas familias y sus descendencias. En el libro se ve con claridad cómo los colonos han subdividido las tierras mapuche para sus hijos e hijas, quienes con el tiempo pasaron a conformar la clase política de la región o tomaron posición en espacios de poder en notarías y el Poder Judicial.

    Lo complejo para el tiempo presente es que las comunidades y organizaciones mapuche plantean sus demandas hacia la reconstrucción del territorio ancestral, más allá de las tierras reduccionales, las que les fueron sustraídas de su dominio en un acto unilateral y a la fuerza por el Estado chileno. Estas “tierras antiguas” se mantienen vivas en la memoria comunitaria y han sido traspasadas oralmente hasta nuestros días. No es casual que la ministra del Interior, Izkia Siches, tuviese su primer contratiempo político en esta misma zona. También le sucedió a Salvador Allende, como bien lo cuenta el cineasta Raúl Ruiz en Ahora te vamos a llamar hermano (1971), año en que se decreta el “cautinazo”. ¿Ausencia de protocolos?, ¿desconocimiento de los liderazgos indígenas?, ¿cómo dialogar con quienes han vivido la violencia luego de 1998?, ¿y si la violencia fuera de más larga duración, pongamos entre 1833 y 1883? Así lo explica Rodrigo Curipan, reconocido dirigente de Bajo Malleco del lof Rankilko: “Tras la historia del despojo duerme escondida una verdad que pocos se atreven a mirar de frente y profundizar en los hechos para entender el mal llamado conflicto mapuche”. ¿Cuál es esa historia? Lo dice Curipan: “Transformar las atrocidades en una mitología de grandeza”

    La historia del despojo se detiene en este punto en el capítulo “El avance de fronteras: los remates y la radicación en las provincias de Malleco y Cautín”. En la medida en que el Ejército de Chile ingresó hacia 1861, la guerra se intensificó con los remates, al mismo tiempo que especuladores fueron inscribiendo la tierra y rematándola. Correa lo demuestra con fuentes, en un ejercicio que pone en cuestión una de las tesis más respetadas y sostenidas a lo largo de las décadas del 80 y 90 por los estudios fronterizos: la idea de que el Ejército de Chile habría venido a salvaguardar incluso a los mapuche de la violencia que se produjo tras la ocupación espontánea de los chilenos en la frontera.

    La “escuela fronteriza” se ha dividido en dos generaciones. La primera, fundada por Sergio Villalobos, planteó que, entre el pueblo mapuche y la sociedad hispana, las relaciones, intercambios y formas de organización no indígenas fueron adaptadas por los mapuche, modificándose así sus propias formas culturales y políticas. Si bien en parte ello tiene asidero, nuestro pueblo, lejos de dejar de ser “mapuche”, fue capaz de adaptarse a la estructura social y política de los no indígenas, pero solo para mapuchizarla a través de sus propias prácticas culturales. A la vez, en toda intervención político-cultural no debiera primar la cultura con mayor fuerza, sino generarse un proceso híbrido e inclusive pluricultural.

    ¿No es acaso la base de los debates sobre plurinacionalidad reconocer lo indígena como parte de la construcción de la República y su democracia?

    Si bien la segunda generación de investigadores fronterizos, como Jorge Pinto, ve mayores conflictividades —luego la historia social también inserta nuevas formas y metodologías para comprender los procesos históricos—, sigue primando en el imaginario de los sectores conservadores e investigadores la idea de que ser “un verdadero mapuche” es vivir como en el siglo XV. Por lo tanto, todo lo que ha sucedido luego de la Ocupación de La Araucanía es invento de activistas foráneos o del “indigenismo” de activistas mapuche.

    Lo cierto es que, a pesar de todos los prejuicios que circulan para invalidar los argumentos políticos del pueblo mapuche hoy, los hechos, como los llaman en la disciplina de la Historia, son los que van marcando la narrativa histórica. Y justamente en este punto radica la importancia del libro de Martín Correa: permite comprender algunas de las variables que llevaron a establecer la propiedad en las comunidades de Ercilla y que explican, en parte, las dificultades para establecer relaciones interculturales, pues estas se han intentado desde una negación de los hechos sucedidos. La historia del despojo es una invitación a complementar y discutir lo que entendemos por verdad histórica. Al hacerlo, cuestionamos las concepciones inclusive de temporalidad, en las que presiento que se anidan las controversias en relación con los mapuche.

    ¿Qué es para el pueblo mapuche la Ocupación de La Araucanía o la Reducción?

    Son un poco más de 100 años, para un pueblo cuya historia se funda en la evolución de la cultura pitrén y vergel, a partir del siglo primero después de Cristo. Si no se considera la dimensión del tiempo en la historia mapuche, es compleja una solución rápida y a corto plazo, como la que han propuesto todos los gobiernos a partir del siglo XX y lo que llevamos del XXI. Asimismo, se vuelve necesario aceptar que la tierra continúa siendo la base en la que se funda la historia mapuche.

    Para complejizar aún más este debate, La historia del despojo permite analizar cómo cada identidad territorial es independiente, aunque conectada por los protocolos que se dictaminan a través de la cosmovisión y las costumbres. Al hacer este ejercicio, como lo plantea Elicura Chihuailaf, hablamos de la “memoria de mi niñez y no de una sociedad idílica”.

    Este libro, en ese ámbito, recupera el kimün, traducido en la obra de Correa como “conocimiento”. Al hacerlo, da una relevancia a la memoria, a la oralidad, la que va enriqueciendo con los documentos y papeles que forman parte de la historia mapuche en un enclave de larga duración. Este ejercicio metodológico y disciplinario da sustento a lo que los mismos hombres y mujeres mapuche han dicho y puesto en el debate a lo largo de la subyugación al colonialismo republicano.

    ¿Por qué entonces se hace complejo debatir sobre el territorio mapuche incluso hoy en la Convención? Porque los sectores de derecha, como muestra el libro, son herederos de un sistema que legitimó la usurpación territorial, pero también porque ese sistema ha beneficiado a militantes de la Democracia Cristiana, del Partido por la Democracia e inclusive del Partido Socialista. Este libro da cuenta de todo ello. Y al hacerlo, puede ayudarnos a vislumbrar por qué en la misma Convención Constitucional uno de los principales nudos del proceso sigue siendo la autonomía de las comunidades mapuche. También contribuye a discutir sobre el territorio y debatir sobre quiénes son los que habitan una tierra que fue “legalmente” comprada, pero a través de distintos mecanismos que legitimaron un despojo por medio de fórmulas más bien engañosas. Como insiste el autor, las compras de tierras pueden ser legales, pero ilegítimas en su origen. Al probarlo, usando distintas metodologías de nuestra disciplina, Correa da por sentado que los sucesos que hoy desgarran y desangran a quienes viven en Wallmapu, “aquello que hoy les sucede a los mapuche les ocurrió también a sus abuelos, y a los abuelos de sus abuelos”. ¿Feley?: feley.

    Fotografía de portada: Cristóbal Olivares.

  • El uso/abuso de la historia y la negación del Mapuche

    El uso/abuso de la historia y la negación del Mapuche

    En los albores de la República de Chile se elabora un discurso funcional al proceso independentista y se acude a los habitantes del sur del Bio Bio creando una continuidad entre la resistencia anticolonial de dos siglos del pueblo mapuche, “el lustre de la América combatiendo por su libertad”, como diría en 1817 Bernardo O’Higgins en su ‘Proclama a los Habitantes de Arauco’, y los creadores de la nueva nación.

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    Por Martín Correa (*)

    The Clinic

    A medida que avanza la historia cambian los intereses, y a partir del año 1862 el Estado chileno decide ocupar militarmente el territorio mapuche y hacerse de su territorio. Para legitimar el actuar del ejército en la mal llamada “Pacificación de la Araucanía” se presta el diputado por Cautín e historiador Benjamín Vicuña Mackenna, quien ante sus colegas del Congreso declama “El rostro aplastado, signo de la barbarie y ferocidad del auca, denuncia la verdadera capacidad de una raza que no forma parte del pueblo chileno”. Lejos están aquellos que incluso formaron parte del primer escudo nacional.

    En paralelo, el diario Mercurio de Valparaíso le explica a sus lectores que “La razón de someter y exterminar a los indígenas proviene del provecho y conveniencia pública que resultaría el apoderarse de los vastos y ricos territorios de la Araucanía”, y alertaba que: “La provincia de Arauco es nuevamente amenazada por estos bárbaros y la inquietud y la alarma se han extendido en las poblaciones del sur.”

    el mercurio

    Se crea un enemigo interno, “que es urgente encadenar o destruir en el interés de la humanidad y en bien de la civilización”, en palabras del mismo diario. Se infunde el terror y con ello se legitima la ocupación, ayer y hoy.

    Una vez hecho el trabajo mediático, se internaban en el territorio mapuche múltiples divisiones del Ejército cuyo resultado era “el incendio de más de dos mil casas de las tribus guerreras, la mayor parte repleta de cereales para subsistencia; la destrucción de todos sus sembrados; i por fin numerosísimos piños de ganados arrebatados a los mismos”, relata Horacio Lara.

    Todo aquello es negado por Sergio Villalobos en su obra “Incorporación de la Araucanía. Relatos Militares 1822-1883”, caracterizando a los militares “como verdaderos estadistas, bien intencionados y de espíritu elevado.” Ninguna referencia al actuar del General Pinto, de Pedro Lagos o de Basilio Urrutia, a quienes incluso prensa de la época les llamó la atención por su actuar abusivo en contra de los mapuche.

    Peor aún, el texto hace un recorrido que comienza en 1822 y llega al año 1863, y ahí se salta a 1877, borrando de un plumazo 15 años, precisamente los años en que los sectores aledaños al río Malleco, al igual que hoy, son brutalmente atacados. Villalobos inventa una historia en la que esos momentos no existieron, en una acción intelectual tendenciosa y deshonesta.

    mapa

    Hace unos días, en el Diario La Tercera, el historiador Leonardo León negó la deuda histórica del Estado chileno con el pueblo mapuche: “no hay nada que reparar”, todo es parte de la “falsificación de la historia”, el que necesariamente nos hace remontarnos y hace juego con el artículo publicado hace algún tiempo por su mentor, Villalobos, bajo el título “La Araucanía. Historia y falsedades”, en El Mercurio. De original, nada. En cuanto a sus objetivos, tampoco.
    Vamos por partes. Sostiene que los mapuche vendieron sus tierras “de modo voluntario y masivo” en un proceso que “tuvo lugar durante las décadas de 1850 y 1860”, en circunstancias que la gran propiedad y las haciendas se formaron a partir de la década de 1870, en un proceso lleno de irregularidades y del que incluso el propio Cornelio Saavedra denuncia que “se buscaba a cualquiera persona que vistiese chamal y hablase el indio, se le daba uno o dos pesos a fin de que asegurase ante un escribano ser dueños de grandes extensiones de terrenos y decir que había recibido unos cuantos miles de pesos”.

    Así se formaron las Haciendas Lanalhue, que acumula un total de 5.500 hectáreas, y Antiquina, de 8.130 hectáreas, ambas de la familia Etchepare; la Hacienda Lleu Lleu, con 4.000 hectáreas, de Félix Aguayo; la Hacienda Tranaquepe, del Intendente Francisco Javier Ovalle y luego los Ebensberger, que se extendía por 12.000 hectáreas, por situarnos sólo en la costa de Arauco. Las propiedades citadas, se formaron comprando acciones y derechos a supuestos vendedores mapuche, que acudían en grupos de a 20, en días seguidos, a la Notaría de Lebu, a más de 80 kilómetros de distancia, por supuesto en tiempos en que no había ni camino ni locomoción, para firmar unos contratos en los que el supuesto vendedor ‘firma a ruego por no saber’ y el notario inscribía la venta: 29.630 hectáreas para 3 familias.

    En contraposición, y en el mismo espacio territorial anterior, la comuna de Tirúa, se entregaron 34 títulos de merced, 4.815 hectáreas para 842 personas. Vaya diferencia. Solo un ejemplo, que se repite en todo el territorio mapuche.

    Luego, y ante tamaña evidencia, León disfraza la reducción territorial mapuche al 5% de su ocupación efectiva señalando que el Estado, en una acción loable, “logró que medio millón de hectáreas quedasen en manos de los habitantes originarios”, cuando ahí es precisamente que se perfecciona la usurpación.

    El espacio no reconocido a los mapuche es declarado baldío, sobrante y fiscal, y luego es rematado en hijuelas colindantes dando origen a la gran propiedad, que constituye el antecedente de los actuales predios forestales. Haciendo más gravosa la situación, el Ministerio de Tierras denunciaba entonces que “el mejor negocio era rematar hijuelas vecinas a indígenas y aumentar las propiedades a través de las corridas de cercos.”

    En resumen, los mapuche no tienen derecho alguno. Para León todo el proceso es legal, hay ´papeles’, que, como sabemos, dan para mucho.

    Para la prensa los mapuche, que alguna vez fueron bárbaros, flojos y borrachos, ahora son terroristas y, de un tiempo a esta parte, además, ladrones de madera, a las finales delincuentes.

    Da lo mismo, la idea es estigmatizar y naturalizar el actuar de las fuerzas policiales que día a día recorren el territorio mapuche, legitimar la represión a las comunidades mapuche que no quieren recibir las migajas de tierra que les entrega CONADI, que buscan la reconstrucción de sus tierras antiguas y plantean su autonomía.

    Para eso está también el Ministro de Interior Jorge Burgos celebrando el año nuevo con las tropas de ocupación en el Retén/Fuerte de Pidima, a 10 kilómetros de donde alguna vez se levantó el Fuerte Chiguaihue, en las cercanías de donde fueron asesinados por carabineros Jaime Mendoza Collío y Alex Lemun, desde donde salen a intimidar a las familias mapuche los vehículos blindados de última generación recién importados y se dirige la represión a las comunidades mapuche en resistencia.

    Parece que la historia no avanzara en el territorio mapuche, los discursos de antaño se podrían escuchar hoy, las tropas armadas recorren las comunidades como hace 150 años, se leen idénticos titulares en la prensa.

    En este contexto se entiende el artículo de Leonardo Leon, cuyo título “La falsificación de la historia y de la memoria”, le cae perfecto a sus propias palabras.

    *Historiador

     

  • Historiador Martín Correa y Bachelet en La Araucanía: “El secretismo de la visita es parte del terror que provoca el Estado”

    Historiador Martín Correa y Bachelet en La Araucanía: “El secretismo de la visita es parte del terror que provoca el Estado”

    Michelle Bachelet hizo su primera visita a la región de La Araucanía, pero lo hizo en la máxima reserva, le avisó tarde a la prensa y ocupó un intenso operativo policial para un encuentro en el que ni siquiera acudieron todos los actores sociales involucrados en el conflicto

    Catalina Hernández

    El Ciudadano

    La visita clandestina de la presidenta generó ansiedad por el hermetismo y el incómodo silencio en que se realizó la histórica jornada. el historiador Martín Correa, conversó con El Ciudadano sobre este encuentro que no ocurría hace casi dos años y nos comentó que todo podría tratarse de un espaldarazo para el Intendente Jouanett y la política que se ha adoptado últimamente en relación a la fuerte represión que vive el pueblo mapuche, explicó que por eso se entienden los actores que acudieron a la jornada, aquellos que piden aún más represión como son Paz Araucanía, los supuestos grupos afectados por violencia y los autodenominados grupos de víctimas (cuando en realidad las víctimas son el pueblo mapuche).

    Se entiende entonces, que de un tiempo a esta parte, con la llegada de los Intendentes, se ha hecho común escuchar las palabras de políticos como el ministro Burgos diciendo que no hay ningún conflicto, que no hay problema de tierras sino de delincuentes. “En  algún momento dijeron que eran borrachos y flojos cuando se ocupó militarmente la región luego se dijo que eran terroristas y ahora que son delincuentes, yo creo que Bachelet fue a darle un espaldarazo a la política que está llevando el ministerio del interior en La Araucanía.”

    En cuanto a la presencia de representantes mapuche en la reunión, manifestó que la mandataria se reúne con quien quiere y en este caso, el Intendente siendo representante de ella en la región no se quiso reunir con las comunidades en conflictos territoriales cuando ocuparon la Conadi en forma pacífica, “esa vez no dejaron que fuera el ministro de Desarrollo Social, tampoco le avisaron a los consejeros de la Conadi -que son indígenas- entonces yo no sé con quién efectivamente se quería reunir, yo creo que quería ver a los que vio”.

    La demora de la visita de Bachelet es porque nunca ha tenido la voluntad de hacerlo tampoco, Correa nos dice que debemos mirar esto más históricamente, “por ejemplo cuando fue asesinado Matías Catrileo oJaime Mendoza Colleo, los familiares fueron a la Moneda y ella nunca los recibió, tampoco salió una declaración del pesar del Gobierno como lo ha habido con otras personas que han muerto”. La semana pasada aparecieron autoatentados y ayer  fue baleado un joven de 18 años, ahí no vemos al  ministro Burgoscorriendo a la Corte de Apelaciones de Temuco a poner una demanda, eso es el costo de la represión”.

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    No existe ninguna voluntad política de Bachelet de enfrentar en profundidad la temática mapuche, considerando que todos los políticos nombrados forman parte del gobierno en que está el ministro de Energía, Máximo Pacheco, quien viene diciendo hace unas semanas que va a inaugurar 100 micro centrales hidroeléctricas en territorio mapuche, de las cuales ya han sido aprobadas seis, ninguna de ellas con el consentimiento de las comunidades afectadas. “En definitiva, un respeto o interés real de enfrentar la temática política mapuche no existe”.

    Esto pasa porque de partida, de parte del gobierno no ha habido una propuesta en términos de desarrollo, sí una en términos de seguridad interior, represión y militarización, Correa afirma que lo que se está haciendo es seguir las peticiones que ha hecho el senador Espina.

    Sobre los anuncios hechos por el Estado, Correa no cree que exista uno nuevo, considerando que “dijo que había quedado afectada con los testimonios, pero no escuchó a los mapuche, porque en esa reunión no había ninguno. Esos son los interés del gobierno actual”.

    Volviendo atrás y validando esta afirmación, debemos recordar que en el mismo día en que las comunidades en resistencia que demandan reconstrucción de espacio territoriales ocuparon la Conadi, ningún funcionario de gobierno dialogó con ellos, el ministro de desarrollo fue a Temuco y le ordenaron no juntarse con ellos y además,  la intendencia desalojó violentamente las dependencias en donde habían niños, mujeres y ancianos.

    En esos mismos días se estaba llevando a cabo la marcha de los camioneros y no vimos nada de eso, entonces, para Correa hay claramente un doble estándar: “Hoy Bachelet va porque los camioneros le dieron un ultimátum y con ellos se juntó, entonces las fotos de hoy muestran al dirigente de los camioneros con el dirigente de Paz Araucanía y el Intendente. Esa es la gente que el gobierno quiere ver”.

    Bachelet en definitiva no tiene ningún interés de juntarse con las comunidades en resistencia y tampoco existe la seguridad de que las comunidades en resistencia tengan mayor interés de juntarse con Bachelet, partiendo porque los derechos territoriales, políticos y el avance hacia esos espacios de autodeterminación no están en la agenda de gobierno.

    Durante mucho tiempo las comunidades solicitaron audiencia a las autoridades regionales y nunca se les dio, la realidad es que esta visita en secreto, sigilosa y como escondiendo algo, no se expresa de otra manera, “tanto tiempo se ha hablado de la visita de Bachelet a La Araucanía y lo hace saliendo a las 6 de la mañana llegando a las 9 con un Temuco sitiado, eso es bastante parecido a lo que es la estigmatizada zona roja del conflicto mapuche. Si quería conocer cómo estaba La Araucanía, la conoció porque estaba sitiada. De hecho, si se llegara a juntar con las comunidades es para salir en la foto y decir me junté con todos, pero respeto no hay”.

    El secretismo es parte también del terror que el Estado ha infundido, afirmó Correa, dijo que las fuerzas policiales actúan en el territorio de mapuche en el más profundo secretismo también. “Salen a las cuatro de la mañana, hacen allanamientos habiendo niños, mujeres y ancianos, no muestran ningún orden, entran salen, pasan disparando con sus nuevos jeeps casi como estando en Irak y todo eso no sale en ninguna parte, porque cuando hay denuncia le bajan el perfil, el INDH (Instituto Nacional de Derechos Humanos) hace declaraciones todos los años con respecto a La Araucanía y no hemos visto ningún cambio. El secretismo tiene que ver con que el que nada hace nada teme y el que algo hace algo teme“.

  • Las Tierras Mapuche de Rankilko: 150 años de resistencia

    Las Tierras Mapuche de Rankilko: 150 años de resistencia

    En definitiva, y en términos territoriales, la demanda de las familias de Rankilko continúan siendo las 1.200 hectáreas que le corresponden como herencia del Lonko Manuel Pillan, las tierras antiguas, que hoy, de acuerdo al testimonio del werken Rodrigo Curipan, “están en manos de las Forestales Mininco y Arauco, que tienen la mayor parte de las tierras usurpadas, en un 70%, pero también hay una parte importante de particulares, que corresponden a las familias San Martin, los Muñoz, los Beltrán , los Gacitúa, los Pérez, González Jarpa, y la señora Luzbenia Aguilera”.

    Por Martin Correa, Historiador

    En la madrugada del día lunes 6 de Abril de 2015 un grupo de familias pertenecientes a la comunidad mapuche de Rankilko, en el Bajo Malleco, cansados de promesas incumplidas y de la represión permanente, deciden ingresar a sus tierras antiguas y en ellas construir viviendas; deciden reingresar y permanecer en las tierras que les fueron usurpadas, no llamar la atención ni realizar un acto simbólico, deciden permanecer, por eso levantan rukas. La represión policial no se hizo esperar, los desalojos y toma de prisioneros tampoco. Pero las familias de Rankilko vuelven a reingresar al día siguiente, y de seguro lo harán mañana. Al recorrer su historia entendemos porqué. 

    De acuerdo a la memoria histórica de las familias de Rankilko, las tierras del Lonko Manuel Pillan se extendían “por el lado norte hasta el río Malleco, ahí donde está la villa Chiguaigue, el Fuerte Chiguaihue, todo eso era de Manuel Pillan, por el sur el río Huequen y para el mar el Paso La Mula, hasta el fuerte Lolenco.”

    Será en esas mismas tierras, las tierras del Lonko Pillan, donde el Ejército de Ocupación de la Araucanía encontrará la mayor resistencia a la empresa invasora y colonizadora del Estado chileno a partir del año 1865, una vez que el gobierno central decide avanzar la línea de ocupación y la frontera desde el rio Bio Bio hacia el Malleco. Nos referimos a los llanos y los bajos del Río Malleco, los faldeos del cerro Chiguaihue, el territorio wenteche. 

    El Coronel Basilio Urrutia informaba a sus superiores, el 6 de Noviembre de 1865, una situación que poco se diferencia, en el fondo, de lo que se sucede hoy:

    Han salido de la Plaza de Angol 150 hombres del 4° i el piquete del escuadrón N°1 de este departamento, i el resto de esta plaza. Ambas fuerzas deben juntarse a las cuatro de la madrugada en Chiguaihue, asiento principal de la rebelión i guarida de los facinerosos, i emprender desde allí unidas la persecución i el castigo de las tribus insurgentes”. 

    El objetivo militar de aquellos años del ejército chileno no eran otros que ‘perseguir y castigar’ la resistencia mapuche y, una vez aniquilados los rebeldes, construir en la ribera del Río Malleco una línea de fuertes, desde los cuales se continuaría con la ocupación militar hacia el sur, hacia Traiguén, hacia Cautín, y desde allí a la cordillera. En dichos planes el Fuerte Chiguaihue ocupaba un lugar de privilegio. Corre el año 1867 y el Coronel Cornelio Saavedra escribe al  Ministro de Guerra:

    … acampé en la vega del Malleco situada al pie de los cerros de Chiguaihue, distante siete leguas más o menos de esta plaza i reconocí el lugar más apropósito para colocar uno de los fuertes que deben construirse sobre la nueva línea de frontera.

    En Chiguaihue se examinó el local más apropósito para la instalación del fuerte (…), lugar que se presta admirablemente por sus defensas naturales i por la acción rápida que puede tener esa guarnición sobre cualquier movimiento que intentasen los indios”.

    Allí, en las tierras antiguas del Lonko Pillan, las tierras hoy demandadas por las familias mapuche del LOF Rankilko, se levanta el Fuerte Chiguaihue, y desde allí se dirigen también las acciones en contra de las familias mapuche: 

    El teniente coronel Silva Arriagada, al frente de 500 hombres sale de Chiguaihue. En Coipué se dice que hai ganado y la división hace rumbo a Coipué. En Pua incendian ocho ranchos del cacique Quinchaleo; el cacique Camilar cae muerto en el Quillen;… La expedición vuelve a Chiguaihue después de haber hecho cenizas 54 habitaciones i de haber tomado 64 animales”, informa el periódico El Ferrocarril de 10 de agosto de 1870.

    Una vez afianzada la ocupación militar y construida la línea de fuertes en las riberas del río Malleco, a través de los fortines de Curaco, Perasco, Collipulli, Mariluan, Chiguaihue, Lolenco, Cancura y Huequen, cubriendo así todo el valle central de la frontera norte del territorio mapuche, el Estado confiscará las tierras de antigua ocupación mapuche, las declarará fiscales y serán rematadas en la ciudad de Santiago, a diversos particulares, chilenos y extranjeros. 

    Es allí donde se dará forma al gran fundo Chiguaihue, en la vertiente sur del cerro Chiguaihue, en virtud del remate que para Juan Mackay hace José Bunster, el “Rey del Trigo”,  el 14 de mayo de 1878, en la ciudad de Santiago, de las hijuelas N° 372, 374, 375, 376, 353, 354, 364 y 364 A  del Plano de Colonización, alrededor de 4000 hectáreas; es allí también el 13 de mayo de 1878, es decir el día anterior, el mismo José Bunster rematará para Juan Nepomuceno Mejías, las hijuelas N°349 y 350, de alrededor de 700 hectáreas, las tierras del llano inmediatamente al sur del río Malleco, parte de las actuales tierras demandadas por las familias de Rankilko.

    Así, mientras se adjudica alrededor de 5.000 hectáreas mapuches a Juan Mackay y a Nepomuceno Mejías, a las familias mapuche se les reduce a través de los Títulos de Merced, entregados por la Comisión Radicadora de Indígenas, a Juan Collio, José Millacheo Levio, Ignacio Lemun, Juan Antinao, Eugenio Cabrapan, Ramón Cheuquepan y Antonio Panitrur, como jefes de familia y en representación de 455 radicados, 2.458 hectáreas, o sea 5,4 hectáreas por familia.

    Las familias de Rankilko son radicadas en el Título de Merced de Juan Collío, el 18 de Diciembre de 1898, en 375 hectáreas de terreno: 

    … en la serranía, puro cerro no más, nosotros cuando nos dejaron en la comunidad Juan Collío no teníamos como hacer carbón, ni astillas, no había donde sembrar tampoco, puro cerro, no había buenos caminos, caminos angostitos, pura carreta… y todo lo más plano quedó pal fundo”, relata don Lorenzo Curipan, testimonio reafirmado por doña Juanita Levipan: 

    “Como que los arrinconaron a nosotros, como que nos subieron para arriba, en puro cerro para que la gente no saliera de esa pobreza, para que siguiéramos más pobres, puro cerro, ellos eran los que tenían la riqueza.”

    Ese es precisamente el origen de la demanda territorial actual, de las tierras donde las familias de Rankilko están levantando sus rukas y son desalojados violentamente por Carabineros día tras día, como antaño. Es allí donde se instalaron diversos particulares y con el tiempo las empresas forestales, alegando la legalidad de sus papeles no obstante que en su origen se remiten a un acto ilegítimo, ya que las tierras del Lonko Pillan fueron sustraídas del dominio mapuche en un acto unilateral del Estado chileno, ocupándolas militarmente, declarándolas fiscales y rematándolas en la ciudad de Santiago, lejos de las tierras mapuches en el no tan lejano 1878. 

    Sin embargo, las tierras antiguas y sus deslindes se conservan en la memoria comunitaria de las familias mapuche, se recorren día a día en el fogón, en la intimidad de cada ruka. Será por eso que incluso antes que se inaugurara el proceso de Reforma Agraria, ya en el mes de Octubre de 1961, las familias mapuche aledañas al cerro Chiguaihue ingresan a las tierras antiguas en el afán de reconstruir el antiguo territorio, inaugurando con su ejemplo dicho proceso en el territorio mapuche y, de alguna forma, rindiendo tributo a sus antepasados, como lo hacen hoy. En Chiguaihue comienza la Reforma Agraria en el territorio mapuche, allí se recupera el primer predio, allí se da forma al Asentamiento ‘Miguel Cayupan y al Centro de Producción ‘Manuel Pillan, organizaciones que forman también parte de la memoria comunitaria.

    Con el Golpe de Estado de 1973 y el doloroso reguero de persecución y muerte que éste trajo consigo, las familias mapuche son obligadas a volver a las tierras reduccionales, y las tierras recuperadas pasan a manos de las empresas forestales o bien retornan a los particulares. 

    Hubieron de pasar largos años para retomar el camino de la reivindicación, y en el mes de Diciembre de 1999 las familias mapuche de Rankilko y de los alrededores deciden reingresar a las tierras antiguas, siendo fuertemente reprimidas y desalojadas por fuerzas de Carabineros. La voluntad de recuperar las tierras usurpadas nuevamente ocupa su lugar, y con ella el dolor de ver caer muertos muy cerca de las actuales tierras en conflicto a Alex Lemun, en Noviembre del año 2002, y a Jaime Mendoza Collío, en Agosto de 2009, ambos asesinados por fuerzas de carabineros, en momentos en que realizaban acciones para recuperar la tierra de sus ancestros.

    La represión hacia las familias mapuche de Rankilko y de los faldeos del Cerro Chiguaihue  ha tenido presencia permanente en la historia, ha sido parte del cotidiano de las familias mapuches, desde la Ocupación Militar de la Araucanía hasta nuestros días, y lo ha hecho en las más diversas formas. Ejemplo de ello son los interrogatorios que realizan Carabineros del Servicio de Inteligencia Policial de Carabineros de Collipulli, fuertemente armados, al interior de la Escuela Pública Villa Chiguaihue, a la que asisten la mayoría de los niños del sector.  

    En dicho procedimiento, que fue denunciado y acogido por la Corte de Apelaciones de Temuco, los niños -de 10 y 8 años- fueron conminados a entregar información acerca de «si hay armas en las comunidades, se les interrogó acerca de quiénes estaban peleando tierras y si los menores eran parientes de quienes peleaban la tierra. Les señalaron que Carabineros allanaría la comunidad, y además se le pregunto si ellos también andaban en las tomas que se realizaron durante el año 2006«, señala el expediente judicial. Carabineros les señaló los niños que sus padres “estaban realizando ’robos’, que por eso estaban siendo vigilados”, que ellos “no tenían que ser igual a sus padres, y que sus padres están ahora detenidos por usar armas y ocupar tierras que no son de ellos”, amenazándolos que “si ustedes no nos dicen que hacen sus padres entonces los vamos a llevar presos”.

    Aun así, las familias de Rankilko, en su afán por recuperar las tierras antiguas, deciden agotar todos los medios, y entre ellos conversar con las autoridades del Estado chileno, e incluso con las empresas forestales. 

    Prueba de lo anterior es la carta enviada al Director Nacional de CONADI, Jaime Andrade, el 2 de Noviembre de 2006, en la que se le señala, una vez más, su reivindicación: 

    hacia el lado norte del T.M. en direccional Río Malleco en el lugar donde estuvo el fuerte Chiguaihue. Nuestra demanda alcanza a 1.200 hectáreas. Nuestra comunidad solicita que los estudios necesarios para legar a buen término se hagan lo más rápido posible ya que es una necesidad muy importante de nuestra comunidad, porque hemos esperado mucho tiempo, alrededor de 6 años de que se culmine este proceso, sin contabilizar la lucha histórica por más de 40 años iniciada por nuestros padres. Finalmente deseamos expresarle que se respeten los acuerdos de palabra y escrito que hemos sostenido con su persona…La comunidad manifiesta que no está dispuesta a esperar que pase un nuevo gobierno sin tener solución definitiva a nuestra demanda.” 

    Dicha carta se inserta en un proceso de negociación y acuerdo con Bosques Arauco, firmado en Collipulli, el 3 de Noviembre de 2005, en que la empresa forestal expresa su voluntad de transferir los predios Peumo, Santa Adela y Elcira, a “CONADI, si esta desea adquirirlos, a objeto de que sean traspasados a la comunidad indígena ya singularizada”, es decir, al comunidad de Rankilko. La situación descrita es conocida por el Director Nacional de CONADI, quien en reunión con la directiva de la comunidad les solicita inscribirse como comunidad en los registros de la Corporación Nacional de Desarrollo Indígena, de acuerdo a la Ley Indígena 19.253, requisito que la comunidad mapuche Ranquilco Nag cumple el día 11 de febrero de 2007.

    Pasan los años ya la demanda no es satisfecha, y será el nuevo Director de CONADI, Alvaro Marifil, quien en virtud de Acta de Acuerdo de 2 de Julio de 2009 reconoce que la Comunidad Ranquilco Nag goza de Resolución de Aplicabilidad Positiva de acuerdo al articulo 20 b. de la Ley Indígena y pronta a obtener priorización de compra de tierras, por lo cual “la Direccion Nacional Nacinal se encargará de hacer las gestiones para programar reuinión conla Forestal Mininco y Arauco.” 

    Nuevamente pasan los años, y ante las nulas gestiones, avances y cumplimiento de acuerdos por parte de CONADI, el día 6 de Abril de 2015 las familias mapuche de la comunidad de Rankilko deciden reingresar a las tierras antiguas, en los términos siguientes:

    En el día de hoy la comunidad inicio su proceso de construcción de viviendas para habitar por siempre, en unos de los predio que está en proceso de recuperación, dentro de este contexto fueron detenidos nuestros hermanos Mapuche sin mediar provocaciones. Pasado el mediodía carabineros de Fuerzas Especiales irrumpen prepotentemente en el lugar donde se estaba trabajando. La comunidad rechaza tajantemente el actuar y el accionar de las policías del estado en contra de nuestra gente, y al mismo tiempo reafirma su convicción y su proceso de construcción de viviendas y recuperación de sus tierras usurpadas. La comunidad no se va dejar intimidar por las represiones tan injustas que hace el Estado hacia nuestra comunidad, porque estamos claros que nuestras demandas son justas y dignas.

    La comunidad Rankilko lleva más de 14 años en el proceso recuperación de sus tierras ancestrales y por ende, tiene toda la documentación al día ante la institución del estado que es Conadi. Responsabilizamos en lo absoluto al estado de estos hechos, por no tener ninguna voluntad política de querer resolver nuestras demandas territoriales que tenemos como comunidad. Dejamos en conocimiento público que el predio donde se está construyendo las viviendas esta tazado por Conadi y que pertenece a la familia Pérez Gámbaro.”

    En definitiva, y en términos territoriales, la demanda de las familias de Rankilko continúan siendo las 1.200 hectáreas que le corresponden como herencia del Lonko Manuel Pillan, las tierras antiguas, que hoy, de acuerdo al testimonio del werken Rodrigo Curipan, “están en manos de las Forestales Mininco y Arauco, que tienen la mayor parte de las tierras usurpadas, en un 70%, pero también hay una parte importante de particulares, que corresponden a las familias San Martin, los Muñoz, los Beltrán , los Gacitúa, los Pérez, González Jarpa, y la señora Luzbenia Aguilera”. 

    Respecto de la represión ejercida en estos días en Rankilko, las palabras de Juan Curipan, testigo también de otros tiempos, grafican el sentimiento comunitario, sentimiento que se nutre de una memoria que no olvida:

    “Hoy día no son militares, son carabineros, pero todo su aparataje es similar a un militar, y su mentalidad y sus instrumentos que está utilizando el Estado es la misma historia que se usó antes, la situación sigue siendo la misma de momento en que ingresó el Estado de Chile hacia el territorio mapuche”.