jueves, marzo 28, 2024

A propósito del golpe y masacres: Antecedentes de Agustín Edwards Eastman

A continuación, una selección informativa sobre Agustín Edwards Eastman realizada por Memoria Viva  en atención al rol de este empresario, dueño del  Mercurio – Emol y presidente de la fundación Paz Ciudadana con respecto al golpe de estado en Chile y las violaciones a los Derechos Humanos en el País.

 


 

Agustín Edwards Eastman, periodista y dueño de la cadena de diarios de la empresa El Mercurio, heredero de uno de los grupos económicos más antiguos de Chile y presidente de la Fundación Paz Ciudadana. Recibió millonaria ayuda de la CIA para trabajar por el derrocamiento del gobierno de Salvador Allende. Apologista y colaborador de la dictadura militar. 

En el libro ‘Chile inédito : el periodismo bajo democracia‘ el periodista norteamericano Ken Dermota pasa revista al papel jugado por Agustín Edwards Eastman y su diario durante el gobierno del presidente Allende. Edwards encabezaba el tercer grupo económico más importante con intereses en la industria forestal y maderera, empresas industriales, seguros y en el sector bancario. El Mercurio se comprometió en la lucha contra Allende, para lo cual fue ayudado por laCIA que le pasó a lo menos un millón seiscientos mil dólares.

Pocos días después que Allende triunfara en las elecciones presidenciales -el 4 de septiembre de 1970-, Agustín Edwards viajó a Washington. Fue recibido por el presidente Richard Nixon a quien solicitó una actuación enérgica para impedir que Allende asumiera o para derrocarlo si lograba iniciar su gobierno. Edwards no volvió a Chile hasta varios años después, cuando ya se había consolidado la dictadura de Pinochet, pero a la distancia mantuvo férreo control sobre el diario y el conjunto de su grupo económico.


El GranValparaiso.cl

25 de Noviembre

El pasado golpista de “El Mercurio»

(EXTRACTO)

EL 11 de septiembre, un día de infamia en Estados Unidos, es también una fecha negra en la historia de Chile. Aunque funcionarios estadounidenses como Henry Kissinger han insistido en que Washington no tuvo nada que ver con la revuelta militar que instaló a Augusto Pinochet en el poder y que sólo trataron de preservar la democracia en Chile, archivos de la CIA y la Casa Blanca analizados aquí por primera vez muestran cómo la agencia de espionaje usó la prensa chilena para socavar el gobierno, elegido democráticamente, del socialista Salvador Allende, tras una operación que «jugó un papel significativo para preparar el golpe militar del 11 de septiembre de 1973».

De estos documentos surge la historia del mayor proyecto de propaganda de la agencia -autorizado por los más altos niveles del gobierno norteamericano- que dependió del periódico más relevante de Chile: El Mercurio, y su bien conectado dueño, Agustín Edwards.

En Chile, el avejentado Edwards sigue siendo una influyente y poderosa figura de los medios, y aquí, en Estados Unidos, las acciones encubiertas vuelven a realizarse y el poder ejecutivo está cada vez más envuelto en secretos. La historia del 11de septiembre de 1973 continúa resonando.

Durante los últimos dos años, un grupo de editores, periodistas, estudiantes de periodismo y abogados de los derechos humanos han estado reuniendo pruebas en Santiago de Chile contra el magnate de los medios chilenos, Agustín Edwards, para, al menos, conseguir que sea expulsado de la Colegio de Periodistas Chilenos. El editor de la revista izquierdista Punto Final, Manuel Cabieses, ha presentado una petición formal en la que acusa a Edwards de violar el código de ética del Colegio al haber conspirado con el gobierno de Richard Nixon y la CIA, entre 1970 y 1973, para fomentar el golpe militar que derrocó al gobierno electo de Salvador Allende instaurando en el poder al general Augusto Pinochet.

Sólo 30 años después del golpe, Chile ha empezado a abrir este capítulo de su pasado. El arresto de Pinochet en Londres en 1998 -el general logró escapar de la extradición a España por crímenes contra los derechos humanos y eventualmente se le permitió regresar a Chile, donde la Corte Suprema dictaminó que era mentalmente incapaz de ser juzgado- dio paso a acusaciones, arrestos y encarcelamientos de varios de sus camaradas militares. Pero ¿qué se hizo de Edwards y su compañía mediática y otros protagonistas del sector privado que colaboraron activamente en la eliminación de la democracia electoral y el advenimiento de una brutal dictadura militar?

Los intentos de presentar acusaciones éticas contra Agustín Edwards ante el Colegio de Periodistas es un gesto totalmente simbólico, aunque realmente significa el principio de un movimiento para hacer a los civiles responsables de sus actos. Los documentos estadounidenses que registraron secretamente esas acciones pueden aportar pruebas valiosas, si no para emprender acciones judiciales, sí para al menos conocer las responsabilidades morales.


PiensaChile

2 de Junio 2004

El lobby de Agustín Edwards contra Allende 

 “Tengo a Agustín conmigo,” anunció por teléfono al Consejero de Seguridad Nacional de Estados Unidos, Henry Kissinger, el poderoso gerente general de Pepsi-Cola y amigo personal del Presidente Richard Nixon, Donald Kendall, la mañana del 14 de septiembre de 1970. En Chile, era más conocido como Agustín Edwards, patriarca de El Mercurio. En la Casa Blanca, bastaba con Agustín.

El dueño del imperio El Mercurio y la empresa embotelladora de Pepsi en Chile, había llegado a Washington en una misión tan secreta como urgente: hacer lobby al gobierno de Nixon y la CIA para que actuaran rápido para impedir que Salvador Allende asumiera el poder. Allende había ganado la mayoría relativa en las elecciones presidenciales el 4 de septiembre, apenas 10 días antes.

Su amigo Kendall, de gran influencia y buenos contactos, le preparaba la agenda. “¿Es posible reunirnos con él mañana en la mañana?” preguntó Kissinger.

“Sí, estará acá,” respondió Kendall. “Le estoy consiguiendo una reunión con [Richard] Helms [Director de la CIA]. Él ya lo sabe. [Edwards] se reúne con otra persona hoy. ¿Alguien más quien debería intentar?”

“No antes de que hable conmigo,” resolvió Kissinger, de acuerdo a la transcripción de la conversación telefónica.

Este documento es parte de las 20 mil páginas de transcripciones de conversaciones telefónicas (“telcons”) realizadas por Kissinger entre 1969 y 1974, cuando era Consejero de Seguridad Nacional y luego Secretario de Estado bajo la presidencia de Richard Nixon, y que fueron desclasificados esta semana por el gobierno de Estados Unidos. Varios de ellos se refieren a las andanzas de Agustín Edwards en Washington en septiembre de 1970.

Kissinger siempre pedía a un asistente que grabara, y transcribiera cada una de sus llamadas telefónicas, incluyendo las que sostenía con el Presidente Nixon. Cuando dejó el gobierno en 1977, Kissinger se llevó los telcons, alegando que eran “documentos privados”. Luego de que el National Security Archive, un centro de documentación no-gubernamental en Washington, amenazó con presentar una demanda en contra de Kissinger por negarse a entregar esta documentación, que debiera pertenecer al Departamento de Estado, el ex Secretario se vio obligado a hacerlo.

48 horas

Días después de las elecciones presidenciales el 4 de septiembre, Edwards le pidió al jefe de la CIA en Santiago que le armara una reunión secreta con el Embajador de Estados Unidos, Edward Korry.

“¿Estados Unidos tomará alguna acción militar –directa o indirectamente?”, recuerda Korry que le preguntó Edwards.

“Ninguna.”

En ese momento, Edwards se dio cuenta que no tenía otra opción que ir directamente a Washington a mover sus hilos al más alto nivel, haciéndole comprender a la Casa Blanca los riesgos de su inacción.

Pasadas las 10 de la mañana el 14 de septiembre, Kendall llamó a Kissinger y fijaron una reunión con desayuno en la Casa Blanca para el día siguiente, a las 8, para conversar con Edwards. Por casualidad, Kendall había planeado llevar a su anciano padre a reunirse con Nixon ese mismo día.

“Le voy a mencionar Edwards [al Presidente Nixon]. No sé qué se necesita para dar vuelta a esta gente en el Departamento de Estado, pero quiero que el Presidente le tome el peso,” le contó Kendall.

“Es un desastre,” concordó Kissinger.

“Sí, lo es, y no entiendo al pueblo americano,” se quejó el ejecutivo.

“No sabe nada sobre Chile,” dijo Kissinger.

“Le diré al Presidente que él no puede tolerar otra Cuba bajo su gobierno,” afirmó Kendall.

“Sí, díle eso,” consintió.

Kissinger aprovechó de invitar a la reunión al Fiscal General John Mitchell, para, como comentó Kendall, “hacer todo de una sola vez”.

Luego de un cambio en la agenda, los cuatro hombres se juntaron en la oficina de Kissinger en la Casa Blanca a las 9 horas. La reunión estaba fijada para 45 minutos, pero apenas comenzó, Kissinger levantó el teléfono y marcó el número del Director de la CIA, Richard Helms. El asistente, como siempre, grabó la conversación.

“Le agradeceríamos que pudiera conversar brevemente con Agustín Edwards mientras esté en su tienda [sede central de la CIA, Langley]”, pidió Kissinger a Helms.

“No estará en mi tienda, pero yo puedo ir al centro y me reúno con él. Mis hombres van a llegar para eso, pero yo también iré,” le contestó el director de la CIA.

“Si pudiera hablar con él, estaríamos agradecidos, así podemos saber su opinión al respecto [situación en Chile],” le insistió Kissinger.

“OK,” respondió Helms.

Más tarde, Helms acudiría a un céntrico hotel de Washington, acompañado por uno de sus especialistas de la CIA en América Latina, para reunirse con Edwards y Kendall.

La única alternativa

Lo conversado en esa reunión se ha mantenido en secreto por más de 30 años. Sin embargo, se ha podido obtener un memorándum de la CIA al respecto, titulado “Discusión sobre la Situación Política en Chile”, que deja en evidencia que Agustín Edwards buscó influir sobre la CIA para que sus acciones encubiertas en Chile se inclinaran a favor de una solución militar, descartando la factibilidad de lograr bloquear la llegada de Allende al poder por la vía constitucional.

El memorándum de cuatro páginas describe y cita lo que Edwards informó al Director de la CIA sobre la situación política post-electoral en Chile, partiendo por lo que consideraba las razones de la derrota electoral del derechista Jorge Alessandri, quien había logrado la segunda mayoría relativa, y lamentando “que no se nos haya permitido quitarle votos a Tomic”. “Este comentario fue una referencia a la condición impuesta por el gobierno de Estados Unidos que restringió los esfuerzos de [censurado] de parte nuestra a una campaña anti-Allende sin apoyo directo a Alessandri”, explica el memorándum.

Edwards se explayó sobre “las posibilidades de una solución constitucional” al dilema –el esquema que la Embajada de EE.UU. en Santiago favorecía para impedir un gobierno socialista, y que implicaba que la CIA sobornaría a parlamentarios de la Democracia Cristiana para que votaran a favor de Alessandri el 24 de octubre, día en que el Congreso debía ratificar uno u otro candidato como Presidente-electo. Según el plan, Alessandri renunciaría y llamaría a nuevas elecciones, en las que se presentaría el saliente Presidente Eduardo Frei, y supuestamente ganaría.

“Las posibilidades de que Alessandri sea nominado Presidente son escasas… Frei está muerto de miedo [“scared blue”] de que Allende asuma el poder, pero sólo puede contar con unos 20 congresistas del PDC que voten por Alessandri”, le había informado Edwards al jefe de la CIA.

Según el memorándum, Edwards planteó sus dudas de la siguiente manera: “La vía parlamentaria para prevenir que Allende asuma el poder, aunque muy remota, no debe ser ignorada. Sin embargo, implica los siguientes riesgos:

1) Podría fallar, y ¿después qué?

2) Algunos congresistas podrían moverse demasiado rápido, o anunciar su intención de voto prematuramente, así provocando a los Comunistas a ‘tomarse las calles’.

3) El general en retiro Roberto Viaux, líder de la rebelión militar de octubre 1969 [dos líneas censuradas], o ‘algún otro lunático’ podría intentar llevar a cabo un golpe, así impidiendo cualquier otro esfuerzo serio.”

En consecuencia, la discusión derivó necesariamente en la única otra opción: provocar un golpe militar. En la sección del memo titulada “Plazos para Posible Acción Militar”, Edwards señala que el escenario se despejaría a mediados de octubre, luego del congreso del Partido Demócrata Cristiano. A esas alturas, planteó Edwards a Helms: “¿Podemos correr el riesgo de que el plan Alessandri/Frei no funcione?”

Pasadas las 15:30 horas del 15 de septiembre, Nixon citó a Kissinger, Mitchell y Helms a la Oficina Oval. En las últimas 48 horas, y según parecen indicar los documentos, los tres últimos se habían reunido con el dueño de El Mercurio para escuchar su lapidario informe sobre Chile. También Nixon había acogido las opiniones de Edwards, a través de su amigo Kendall, que el día anterior le había hablado al respecto cuando llevó a su padre de visita a la Casa Blanca. Kendall conocía las opiniones y evaluaciones de Edwards al revés y al derecho, ya que había “hablado con él por tantas horas…”

En esa reunión, Nixon emitió sus ahora famosas instrucciones a la CIA, anotadas a mano por Helms: “¡Salven a Chile!; No importa los riesgos involucrados; $10.000.000 disponible, o más si es necesario; hagan gritar a la economía”.

Sus instrucciones pusieron en marcha lo que la CIA denominó “Operación FUBELT” – acciones encubiertas para crear el clima y organizar un golpe militar, que resultaron en el asesinato del general René Schneider el 22 de octubre, dos días antes de la ratificación parlamentaria de Allende como Presidente-electo.

“Tengo la impresión de que el Presidente llamó a esta reunión donde tomé estas anotaciones debido a la presencia de Edwards en Washington, y lo que Edwards decía sobre las condiciones en Chile,” afirmó Helms en 1975, en su testimonio secreto ante el comité parlamentario que investigó el papel de Estados Unidos en la muerte de Schneider.

Platas para Agustín

La noche del 14 de septiembre de 1971, exactamente un año después de la crucial visita de Edwards a Washington, Kissinger llamó a Helms para informarle que el Presidente Nixon había decidido autorizar un masivo financiamiento encubierto a El Mercurio. Poco antes, Edwards, o uno de sus emisarios, había solicitado a la CIA “apoyo encubierto por un total de un millón de dólares” para sobrevivir uno o dos años.

De acuerdo a un memorándum desclasificado de la CIA, Kissinger “indicó que a) el Presidente recién ha aprobado la propuesta para apoyar a El Mercurio con US$700.000, y b) el Presidente desea que el diario continúe, por lo que el monto estipulado podría incrementarse si sirviera ese propósito”. Varios meses más tarde, el mismo Kissinger aprobó otros US$300.000 para El Mercurio.

Meses después, en abril de 1972, la CIA solicitó que fueran entregados US$965.000 adicionales a El Mercurio para pagar préstamos, crear un fondo de contingencia para emergencias, y, según registros desclasificados del Consejo de Seguridad Nacional, “cubrir el déficit operacional hasta marzo de 1973”, cuando se realizarían elecciones parlamentarias en Chile.

En menos de un año, los aportes encubiertos de la CIA para El Mercurio alcanzaron casi US$2 millones.

Otros dineros secretos también fluyeron a El Mercurio a través de la ITT, el principal colaborador corporativo de la CIA en Chile. Un memorándum de conversación del 15 de mayo de 1972 entre el operativo de la CIA, Jonathan Hanke, y el ejecutivo de la ITT, Hal Hendrix, se refiere a numerosos depósitos bancarios por US$100.000 hechos por la ITT al grupo Edwards. “[Hendrix] me dijo que el dinero para el grupo Edwards pasaba por una cuenta en Suiza,” informó Hanke a sus superiores.

Con el apoyo de la CIA, El Mercurio se convirtió en el principal agitador a favor de un golpe militar en Chile. Un cable secreto del jefe de la CIA en Santiago, fechado el 2 de mayo de 1973, señaló que “la cadena de diarios de El Mercurio” está entre “los actores más militantes de la oposición […] que han fijado como objetivo crear conflicto y confrontación que lleve a algún tipo de intervención militar”.

Cuando el 13 de noviembre de 2000, el gobierno de EE.UU. desclasificó 16.000 documentos, entre ellos los que aludían al dinero entregado a El Mercurio, el periódico salió en defensa propia en una editorial. “Yo era la persona responsable del diario y le puedo dar seguridades de que platas de la CIA ni de nadie recibimos,” afirmó su ex presidente ejecutivo en la época, Fernando Léniz.


Piensa Chile.com

29 de Octubre 2004

Edwards habría en contacto directo con golpistas el 11

Comunicación telefónica ese día desde Barcelona probaría su participación concreta en la conspiración militar contra Allende

Agustín Edwards, dueño del diario El Mercurio de Chile y la cadena de periódicos de derecha que gira en torno a ese medio de comunicación, quizás nunca imaginó que un brindis un 11 de septiembre de 1973 saldría de las sombras de la historia para demostrar su vínculo directo con el golpe de Estado que derrocó al gobierno del presidente Salvador Allende.

Está documentado, sin embargo, el papel de El Mercurio en el proceso de desestabilización del gobierno de la Unidad Popular. Se sabe que la cadena recibió de la CIA un millón y medio de dólares para alimentar la contracampaña y la guerra sucia comunicacional contra el gobierno socialista. Se sabe que Edwards tuvo acceso privilegiado a las oficinas del presidente Richard Nixon y su asesor Henry Kissinger, y que su voz se hizo oír fuerte para centrar el miedo anticomunista en el país de Sudamérica.

Muchos periodistas han puesto orden a los documentos desclasificados por el gobierno de Estados Unidos. Está, por ejemplo, el trabajo completísimo de Peter Kornbluh sobre el papel que Edwards jugó en convencer al régimen de Nixon sobre la necesidad de centrar esfuerzos contra el gobierno democráticamente elegido de la Unidad Popular (The El Mercurio File, Columbia Journalism Review, Septiembre/Octubre de 2003, o en la página web http://www.libertad-prensa.org/cjr.html).

“En una reunión de 15 minutos en la Oficina Oval [de la Casa Blanca] en la tarde del 15 de septiembre [de 1970], Nixon emitió su ahora famosa orden a [Richard] Helms [director de la CIA] para fomentar una iniciativa militar en Chile para evitar que Allende llegara al poder (…) Helms más tarde testificó ante la Comisión Church que ‘tengo la impresión de que el presidente convocó a esta reunión en la que tomé mis notas debido a la presencia de Edwards en Washington y lo que … Edwards estaba diciendo sobre las condiciones en Chile’».

Champán francés

Sin embargo, todo este apoyo en los pasillos de Washington no fue lo único en la trama golpista de Augusto Pinochet y los demás oficiales de alto rango involucrados. Edwards habría tenido contacto directo con los militares que planeaban el golpe, de acuerdo a lo señalado por una testigo directa. Habría sido informado personalmente de los detalles y avances, y “brindó con champán” a la hora en que se confirmaba la muerte del presidente Allende, seguramente con las consecuencias para su negocio periodístico en mente, además de sus convicciones políticas pro intervencionistas.

Josefina Vidal, periodista, tuvo un chispazo de la historia chilena en sus manos una tarde de verano boreal, en Barcelona, un 11 de septiembre de 1973. Edwards se da un caro lujo y expone públicamente un hecho histórico delicado frente a una concurrida mesa.

«Fue una coincidencia que creo es bastante trágica porque aquel día 11 de septiembre [de 1973] había una cena de ejecutivos de PepsiCo. En aquella época yo estaba casada con una persona que era director financiero de la compañía en España», me comenta Josefina con serenidad tres décadas después en Los Angeles, California.

(Edwards en su autoexilio luego del triunfo de Allende, es empleado en PepsiCo. Era directivo en Nueva York y viajaba a España con regularidad, especialmente a Barcelona, por motivos de negocios. Su vínculo con esa empresa no era coincidencia. La periodista chilena Patricia Verdugo señaló en una entrevista a propósito de su libro “Salvador Allende: Cómo la Casa Blanca provocó su muerte”, que “[Donald] Kendall [presidente de PepsiCo] había financiado a Nixon luego de un fracaso político en California, hasta que llegó a la presidencia. Nixon se ve cercado por Kissinger, que le plantea actuar en Chile porque Allende constituye un peligro para la seguridad de Estados Unidos, y por Kendall, que lleva de la mano a su amigo chileno y dueño de la cadena El Mercurio, Agustín Edwards»).

Continúa Josefina Vidal: la cena era en “un restaurante bastante lujoso de la ciudad (…) Cuando llegamos, entre las ocho media y las 9 [de la noche] Agustín Edwards de El Mercurio ya estaba allí».

-¿Recuerda el nombre del restaurante?

-Si, era el Vía Venetto, me acuerdo bien. Y él estaba ya en un estado de agitación extraordinaria. Vino a la mesa donde todo el mundo estaba sentado y dijo «champán francés para todos». Y todos nos quedamos un poco asombrados. “Sí, mi amigo el almirante [José Toribio] Merino ya se ha hecho cargo de la situación». En fin, claro, fue una sorpresa. ‘Pues nada, ya saben, pidan lo que quieran, por que él es mi amigo…’, etcétera. Estuvo así, recuerdo, muy entusiasmado haciendo panegírico de lo que se suponía.

Edwards estuvo muy poco preocupado de la comida. El hecho de que estaba en un espacio público en comunicación constante con Chile demuestra el grado de triunfalismo que le inspiraba en los mismos momentos en que La Moneda ardía en llamas y un baño de sangre empezaba a dilapidar la democracia chilena.

«Entonces yo diría que no probó bocado esa noche porque anduvo todo el tiempo de una mesa al teléfono, del teléfono a la mesa, o sea que estaba continuamente en comunicación. Piensa que esa era la época en que no había teléfonos móviles, no se usaban», acota Josefina. “Me acuerdo que estaba con su esposa, una mujer muy distinguida y amable. Empecé a hablar con ella de Neruda y ella dijo que le gustaba mucho su poesía. Nadie sabía entonces el trágico fin que también le esperaba al poeta”.

-¿Y ella no hizo alusión al carácter comunista del poeta?

-En absoluto, fue muy discreta, y no dijo nada más, pero sí que él [Edwards] la verdad es que no estuvo sentado mucho tiempo.

“Nosotros en Barcelona habíamos seguido el desarrollo de los acontecimientos, todo el mundo estaba muy pendiente, había una gran simpatía y solidaridad con los chilenos y Allende. Yo recuerdo los periódicos, que a cada momento pensabas que ya iba a pasar algo (…) Y claro, fue una coincidencia estar en esa noche con alguien que estaba muy vinculado al régimen [golpista]”, agrega.

-¿Usted sabía quién era Agustín Edwards?

-Sí, yo sabía que era el dueño de El Mercurio (…) Precisamente mi ex marido había estado en su casa en las afueras de New York un par de días cuando fue en uno de sus viajes de negocios. Claro, pero en aquel momento no sabíamos hasta qué punto él estaba involucrado. Y todo eso se hizo bastante claro esa noche tan trágica cuando él lo celebró con ese entusiasmo de brindar con champán francés.

Confirmación casi simultánea

Un dato vital: ¿a qué hora el almirante Merino, artífice del golpe interno en el alto mando de la Armada e identificado como el verdadero gestor de los movimientos conspirativos, se contacta con Edwards? Sabemos que el empresario ya estaba en el restaurante y que Josefina y su esposo llegan a las 8:30 o 9pm. España en época de verano boreal está adelantada seis horas respecto a Chile. Si el brindis en que Edwards revela la confirmación de Merino sobre el éxito del golpe se produjo dentro de una hora luego de la llegada de los testigos (8:30pm o 9pm), implica que la llamada clave de Merino a Edwards (9:30pm o 10pm en España, 3:30pm o 4pm en Chile) fue en un lapso de una hora o un poco más desde la toma de la Moneda y la confirmación de la muerte del presidente (alrededor de las 2:40pm). Es decir, existía una comunicación tal, de tanta fluidez y confianza, que Merino habría informado a Edwards personalmente en forma casi simultánea sobre los hechos acaecidos en Chile. «Mi amigo el almirante Merino ya se ha hecho cargo de la situación», para recordar sus palabras. Luego, según Josefina, Edwards habría agregado “cualquier cosa que precisen, él es amigo mío…».

Según se desprende de lo declarado por Vidal, no fue una llamada aislada. Edwards se mantuvo en contacto permanente: «El estaba muy ocupado, porque a cada momento le avisaban sobre el teléfono o se levantaba a llamar. A mí me chocó el hecho de que estuvo tan poco tiempo sentado en la mesa. Claro, tenía asuntos importantes que atender, ya me doy cuenta”.

-¿Hizo más comentarios esa noche, sobre Allende o la situación política?

-Diría que no mucho, él lo daba como algo sobreentendido, de lo que estaba hablando. Pero piensa que con excepción creo de mi esposo y yo, los demás todos eran personas de Estados Unidos.

-¿Cuál fue la reacción en el resto de los comensales?

-Bueno, la reacción principal fue de asombro. Más bien hubo cierto silencio, ¿no? A mí personalmente me afectó y me sentí muy mal de estar ahí en aquel momento porque me di cuenta. No sabíamos hasta qué punto qué había sucedido con el presidente Allende, qué había ocurrido con todo eso. No sabíamos que el palacio de La Moneda estaba en llamas. No conocíamos los hechos. Esto no lo supimos sino hasta después.

-¿Qué sintió entonces?

-Me sentí horrible, de haber tenido que estar compartiendo aquellos momentos que eran tan trágicos para el pueblo chileno y para el presidente Allende, con alguien que no diría que fuera responsable, pero que realmente se sentía completamente identificado con los que habían llevado a cabo el golpe. Fue muy triste.

Pese a todos estos antecedentes, en 2003 el Tribunal de Etica del Colegio de Periodistas de Chile rechaza una moción presentada por el director de la revista Punto Final, Manuel Cabieses, para expulsar a Agustín Edwards de la orden, por grave violación al Código de Etica. En él se establece que los periodistas deben estar “al servicio de la verdad, de los principios democráticos y los derechos humanos”; que el derecho a informar se debe ejercer de acuerdo con las normas éticas y no puede ser usado en detrimento de la comunidad o las personas; y que son faltas a la ética profesional participar en violaciones a los derechos humanos, la censura, el soborno, el cohecho y la extorsión.

En un fallo del Tribunal Metropolitano se justificó no tomar medidas al considerar que las opciones ideológicas y políticas del propietario de un medio de comunicación para oponerse o defender un régimen político “entran en el campo de la libertad de conciencia, que un tribunal ético no puede juzgar”.

Cabieses apela al Tribunal Nacional y señala que la argumentación anterior era vergonzosa y que la acusación era contra el periodista Agustín Edwards, inscrito con el No. 88 en el Registro Nacional de la orden, y no contra el empresario. Agregó que “no eran materia de sumario sus opciones ideológicas, sino sus actos, que han violado el espíritu y la letra del Código de Etica del Colegio de Periodistas”.

El Tribunal Nacional argumentó que los antecedentes disponibles no permitían concluir “con plena convicción” que se hayan cometido las infracciones. Esto, no obstante los cientos de documentos desclasificados, el informe del Senado de Estados Unidos, investigaciones periodísticas, y ahora el propio brindis de Agustín Edwards.


Punto Final

Como desvalijaron el banco del Estado en Chile: El Mercurio y la Tercera, catedraticos de la moral ciudadana.

El periodista norteamericano Ken Dermota puede estar satisfecho. Becado por el International Center of Journalists de Washington para estudiar la situación de la prensa en Chile, permaneció en el país un año, trabajó en las universidades de Chile y Diego Portales, entrevistó a muchas personas, revisó cientos de documentos y colecciones polvorientas de periódicos. Comprendió muchas cosas. Finalmente escribió un libro de más de 400 páginas : ‘Chile inédito : el periodismo bajo democracia’ (Ediciones B) que está dando que hablar.

Valiosa panorámica de los medios de expresión en Chile, está centrado en la prensa escrita pero analiza también la televisión y radio. Concluye que la libertad de expresión en nuestro país está gravemente distorsionada : ‘El periodismo en Chile no está cumpliendo su responsabilidad social como institución democrática’, sostiene.

Ken Dermota denuncia hechos conocidos con nuevos antecedentes, agrega otros ignorados y articula un vasto material en una visión coherente, bien trabada con los procesos económicos y sociales que ha vivido Chile en los últimos treinta años.

Le llamó la atención que el periodismo de oposición a la dictadura, ese periodismo de trinchera que se hacía en medio de enormes dificultades y riesgos, era mejor que el periodismo de hoy.

¿Qué ha impedido el florecimiento de la prensa en democracia ? Ken Dermota responde sin ambages :
‘Mi investigación descubrió la razón : un grupo de estos economistas (los Chicago Boys, N. de PF) utilizó el control del Banco del Estado para instalarse ellos mismos dentro del negocio de los periódicos. El hecho de colocar a sus ex ministros y amigos a cargo de los medios de prensa, era parte del ‘seguro’ que tomó Pinochet para mantenerse fuera de prisión, evitar investigaciones de corrupción y estorbar la profundización de la emergente democracia en Chile. De la aparente variedad de medios de prensa escritos, todos los importantes terminaron en manos de amigos y colaboradores de Pinochet’.

El autor de este libro constata que en Chile hay poco periodismo investigativo y que los aspectos más sensibles del modelo y la sociedad, discriminatorios, represivos y ejemplos de mala distribución del ingreso, encuentran poco espacio en los medios. Los problemas de los sectores populares, de los mapuche, minorías sexuales, los derechos humanos, el manejo de los sistemas de previsión y salud privada, la educación elitista, la Iglesia Católica y la dictadura, son manipulados de manera que no alteren un ritmo de funcionamiento que han fijado la derecha y los sectores gobernantes.

La prensa escrita está controlada más o menos en partes iguales entre dos cadenas, El Mercurio y Copesa (consorcio que publica La Tercera, La Cuarta, Qué Pasa). Ken Dermota dedica más espacio a El Mercurio que por su importancia política, tradición y representatividad de un sector de la elite oligárquica se ha convertido en oráculo nacional. Para el autor, El Mercurio más que ninguna otra institución civil ayudó a colocar a los militares en el poder, a proporcionar equipo humano a la dictadura y a sostener a Pinochet en el poder durante más de diecisiete años.

El ‘Gran Edwards’

El libro ‘Chile inédito : el periodismo bajo democracia’ pasa revista al papel jugado por Agustín Edwards Eastman y su diario durante el gobierno del presidente Allende. Edwards encabezaba el tercer grupo económico más importante con intereses en la industria forestal y maderera, empresas industriales, seguros y en el sector bancario. El Mercurio se comprometió en la lucha contra Allende, para lo cual fue ayudado por la CIA que le pasó a lo menos un millón seiscientos mil dólares.

Pocos días después que Allende triunfara en las elecciones presidenciales -el 4 de septiembre de 1970-, Agustín Edwards viajó a Washington. Fue recibido por el presidente Richard Nixon a quien solicitó una actuación enérgica para impedir que Allende asumiera o para derrocarlo si lograba iniciar su gobierno. Edwards no volvió a Chile hasta varios años después, cuando ya se había consolidado la dictadura de Pinochet, pero a la distancia mantuvo férreo control sobre el diario y el conjunto de su grupo económico.

Con la dictadura, El Mercurio entendió que había llegado el tiempo de cobrar. El camino estaba despejado. Sus principales competidores -la prensa de Izquierda y entre ella, Clarín, Puro Chile, El Siglo y Ultima Hora que tenían más tiraje que los diarios de la cadena mercurial-, fueron clausurados. Hubo una depuración de periodistas. La Izquierda fue proscrita. La publicidad se canalizó hacia los diarios de Edwards y millones de dólares ingresaron a sus arcas. El Mercurio también ganó prestigio e influencia ante las nuevas autoridades. Su opinión fue escuchada y sus silencios apreciados debidamente. No hubo, sin embargo, un pleno despeje del campo competitivo. Copesa S.A. dio una dura pelea. Considerablemente más débil, tenía sin embargo habilidad y mayor dinamismo. Podía llegar donde El Mercurio no llegaba, excesivamente apegado a las informaciones de la dictadura, en especial a través del vespertino La Segunda que muchas veces fue simple vocero de la Dina y la CNI. Entre El Mercurio y La Tercera se trabó una competencia que les llevó a hacer cuantiosas inversiones. Renovaron equipos, adquirieron inmuebles y construyeron edificios imponentes. En La Tercera hubo gastos adicionales porque la familia Picó Cañas, principal accionista, decidió comprar la parte de los accionistas minoritarios para lo cual recurrió al endeudamiento. El Mercurio amplió su red de periódicos regionales pasando de ocho a catorce diarios.

Fabuloso endeudamiento

A comienzos de los 80, el grupo Edwards estaba al borde de la quiebra. La crisis económica lo golpeó sin compasión. Ken Dermota llama al Agustín Edwards de esos años ‘el pobre de mayor alcurnia’ de Chile. El grupo se desprendió de otros negocios para concentrarse en el Banco de A. Edwards y la cadena periodística. Cuando el dólar subió de 39 a 160 pesos, la deuda de El Mercurio que era de alrededor de 13 millones de dólares se empinó a 100 millones.

En 1980, por inercia, la empresa El Mercurio tuvo utilidades de 14,5 millones de dólares. Tres años después, los números rojos aparecieron en el balance : las pérdidas ascendían a 22,5 millones de dólares.
La Tercera también cayó en picada. En 1987 no podía pagar las deudas. Su valor comercial se había reducido en un 50%.

La dictadura, entonces, les tendió la mano. A Pinochet le interesaba porque esa era también la forma de asegurar su control sobre esos medios. El Banco del Estado prestó a Copesa un millón de dólares y capitalizó otra empresa accionista de Copesa comprándole el 70% en 2,3 millones de dólares. El Banco Central se hizo cargo de la deuda externa del Banco de A. Edwards, de más de 201 millones de dólares, sin exigir garantías ni tampoco prenda de acciones como a los demás bancos.

Agustín Edwards volvió de Estados Unidos, despidió al director de El Mercurio, Arturo Fontaine Aldunate, y lo reemplazó por un médico joven, Juan Pablo Illanes, ex funcionario del Ministerio de Salud, vinculado al Opus Dei. Al diario llegaron refuerzos ultraconservadores. Entre ellos un economista que venía de Chicago, Joaquín Lavín, que se hizo cargo del cuerpo ‘Economía y Negocios’. Más tarde publicó un best seller oficialista, ‘La revolución silenciosa’, una apología del modelo.

Pero la dictadura se deterioraba. Pinochet apostó al plebiscito y perdió, en octubre de 1988. Aún quedaba tiempo porque las elecciones presidenciales se harían un año después, el 11 de diciembre de 1989, y el mando se entregaría el 11 de marzo de 1990 al nuevo presidente. Todo indicaba que este sería el representante de la Concertación. Era pues necesario dejar todo ‘bien atado’.

El Mercurio y Copesa seguían endeudados en decenas de millones de dólares. Cuando se produjera el cambio de gobierno, sus acreedores podrían quedarse con los periódicos y lo más grave : el acreedor que podría hacerlo era el Banco del Estado que pasaría a control del nuevo gobierno. Pinochet y los militares necesitaban mantener los principales medios escritos en manos de sus partidarios. Serían una especie de ‘seguro de vida’. A Edwards y a Copesa, que ya no era de la familia Picó Cañas sino de Alvaro Saieh y Carlos Abumohor a los que se sumaron luego ex ministros de la dictadura como Sergio de Castro, Miguel Angel Poduje y Hernán Büchi, más empresarios como Juan Carlos Latorre y otros, les interesaba seguir siendo propietarios de los medios. Podían ser buen negocio pero sobre todo eran parcelas de poder, de mucho poder.

Oscuro salvataje de ‘El Mercurio’ y ‘La Tercera’

La operación salvataje quedó en manos de Alvaro Bardón, presidente del Banco del Estado, el hombre clave en el lugar clave.

Dice Ken Dermota : ‘Si Bardón no hubiese montado esta conspiración, el gobierno de la Concertación habría podido controlar la deuda de los dos periódicos de mayor circulación, una cadena de 18 diarios regionales, la principal revista semanal y su gran tajada de ingresos por avisaje. Para evitar esta catástrofe, Bardón ideó una serie de swaps de deuda. El Banco del Estado canjearía las deudas de los periódicos por otras carteras de deudas que estaban en poder de bancos del sector privado, dejando las deudas fuera del alcance de la Concertación. ‘Si no la Izquierda habría tenido el monopolio sobre la prensa’, dijo Bardón una década después.

Alvaro Bardón dejó pasar el tiempo para que la operación se notara menos. Faltaban cuatro días para el 31 de diciembre de 1989, y quedaban poco más de tres meses para que Pinochet entregara el mando, cuando inició sus manipulaciones. Las terminó el 9 de marzo de 1990, el día antes que asumiera Patricio Aylwin. Las permutas se hicieron entre el Banco del Estado y los bancos de Chile y Sudamericano. En canjes terciarios se incluyó al Banco Osorno -donde estaba Alvaro Saieh de Copesa- y a la empresa CFI, con sede en Estados Unidos.

Los bancos privados tomaron las deudas de El Mercurio y Copesa, traspasaron a cambio al Banco del Estado otros créditos, no pocos incobrables o de poco valor, que aparecieron sobrevaluados. Se ‘maquillaron’ balances y la documentación de base fue eliminada para no dejar huellas.

‘Los dueños de los bancos privados -escribe Ken Dermota- recibieron, además, otros beneficios : los préstamos que el Banco Osorno recibió del Banco del Estado fueron a parar a Copesa. Los principales accionistas del Banco Osorno en 1989 eran Carlos Abumohor y Alvaro Saieh que compraron Copesa. El resultado de este triple canje : los propietarios de Copesa se las arreglaron para comprar gran parte de su deuda con un 50% de descuento’. El Banco de Chile permitió levantar la hipoteca sobre el campus de Avenida Santa María de El Mercurio, de 4 millones de dólares, reemplazándola por 180 marcas registradas (entre otras los nombres en los diarios regionales de El Mercurio y el nombre del mismo diario en otros idiomas), nombres que nunca fueron utilizados y cuyo valor no fue establecido. Entre esos 180 nombres estaba Clarín, diario expropiado por los militares al ciudadano español Víctor Pey Casado.

Con estos canjes, Agustín Edwards pudo, entonces, pagar 11,2 millones de dólares al Banco de Chile para cubrir una deuda que tres días antes era de 33,4 millones de dólares. Según se estima, para el Banco del Estado el salvataje tuvo un costo de 26 millones de dólares, contabilizados directamente, y dirigidos en especial a El Mercurio. Se cree, sin embargo, que la pérdida fue mucho mayor porque en las permutas se recibieron deudas de empresas que en definitiva valían mucho menos de lo estimado.

Hubo situaciones pintorescas. La más curiosa es relatada así por Ken Dermota : ‘Otro canje de deuda no es digno de destacar por su tamaño -117 mil dólares- sino por su aval. El Banco del Estado pasó a ser dueño del pagaré Nº 7529, en el cual la Asociación Proveedora de Manzanas (Asproman) avaló su deuda con varios miles de cajones de manzanas’. La generosidad del Banco del Estado no se redujo al juego con las deudas. Compró espacio publicitario para los diez años siguientes, pagándolo por adelantado. A El Mercurio le compró 223.307 cm./columna de espacio, descontando inmediatamente 1,8 millones de dólares de las deudas de ese año. La Tercera consiguió más : vendió 82 mil cm./columna de espacio a cambio de 1,6 millones de dólares a cuenta de la deuda. Pero si El Mercurio había debido vender más barato el espacio, tuvo una forma inmediata de resarcimiento. La compra adelantada de espacio publicitario le permitió calificar para un préstamo del Citibank por 6,8 millones de dólares.

Pocos rastros subsisten de todo esto en la documentación del Banco del Estado. Al terminar la dictadura, Bardón y otros ejecutivos fueron procesados. Bardón fue encargado reo y estuvo unos días detenido. Pero todo quedó en nada. Las operaciones -verdaderos subsidios encubiertos- quedaron consolidadas. El Mercurio y Copesa entraron al escenario democrático con finanzas ordenadas, pasivos reducidos y manejables, listos para proseguir la defensa del neoliberalismo y dar apoyo a Pinochet. Alvaro Bardón volvió a El Mercurio en gloria y majestad, donde sigue como columnista. Se dedicó también a actividades académicas : enseña en la Universidad Finis Terrae, en la cual es rector Pablo Baraona, también del grupo Chicago Boys.

Agonía de la prensa independiente

Entretanto, comenzaba la más bien rápida agonía de los medios que habían sido opositores a la dictadura. Fortín Mapocho, La Epoca, entre los diarios, y revistas como Análisis, Apsi, Cauce, Hoy, Solidaridad y otras murieron en medio de la sepulcral indiferencia de la Concertación.

‘De hecho -escribe Dermota-, los años posteriores al gobierno de Pinochet vieron no sólo morir al periodismo de centro izquierda, sino al periodismo audaz en general. Los mecenas de las publicaciones opositoras ‘desaparecidas’, esperaban que sus periodistas tuvieran una postura democrática enérgica. Cuando llegó la democracia, la Concertación esperó que ‘la prensa de oposición’ ya no estuviera en la oposición. Ser inquisitivos y preguntar ‘lo que no se debe’ en épocas electorales de pronto se consideró inaceptable, por miedo a que derrumbara la nueva democracia’.

La torta publicitaria

El duopolio El Mercurio – Copesa ha seguido progresando. Su motor es la publicidad, aunque entre uno y otro grupo hay matices y diferencias. Estas últimas no rompen la compartida adhesión a las políticas neoliberales de los Chicago Boys. Pero la oligarquía emergente que controla Copesa es menos conservadora, bastante liberal en materia de costumbres y se permite a veces hacer críticas al pinochetismo.

La inversión publicitaria en Chile representa el 1% del PGB, lo que equivale a unos 600 millones de dólares. La prensa escrita se lleva un 35%. El Mercurio recibe -según se estima- más o menos 100 millones de dólares al año sin incluir los avisos clasificados que le reportan 1,3 millones de dólares de ingreso semanal.
Por lo tanto, por concepto de publicidad El Mercurio percibe anualmente unos 165 millones de dólares. Sin embargo, hay más. ‘Muchos de los avisos de los medios de prensa escritos están disfrazados de periodismo. De éstos, los más lucrativos son las páginas de Vida Social. El Mercurio en realidad vende este servicio que cuesta hasta 10 mil dólares en la edición dominical’.

Todo beneficia al duopolio de la prensa nacional. ‘En una sociedad como la chilena, cuya concentración de riqueza es alta y donde hay una fuerte relación entre riqueza y posturas políticas, los avisadores no tienen grandes dificultades para saber dónde está el dinero. Incluso, si no tuvieran predisposición para promover puntos de vista de derecha, las publicaciones del duopolio El Mercurio – La Tercera estarían obligadas a hacerlo para sobrevivir… Ostentar la circulación más alta del país no garantiza ingresos publicitarios, si los lectores son pobres como ocurre con La Cuarta’.

‘El Mercurio -concluye Dermota- es el único medio que articula la agenda de otras organizaciones de prensa, de los legisladores, los líderes de opinión, los pasillos del poder, los poderes fácticos y el único que presta un ‘servicio completo’. Podrá mantenerse en este rol mientras siga ocultando sus cifras de circulación y noqueando a sus competidores, y en tanto no se le obligue a restituir los subsidios recibidos del Estado. Los salvavidas del gobierno, la tradición y circulación oculta han transformado un negocio fracasado en algo que está fuera del alcance de los mecenas del mercado porque El Mercurio no necesita elevar su circulación ni se ve obligado a ser más pluralista para llegar a más lectores. Pero su ‘pluralismo calculado’, derivado a suplementos y secciones no noticiosas, hace del diario una entidad liberal para la mayoría de los gustos. Las hábiles maniobras durante la dictadura le dieron independencia económica para exponer la ideología política que desea sin necesidad de responder a las necesidades de los chilenos en la era democrática’.


Punto Final

03/01/2003

‘LOS DUEÑOS DE CHILE’
  

‘Los dueños de Chile somos nosotros, los dueños del capital y del suelo; lo demás es masa influenciable y vendible; ella no pesa ni como opinión ni como prestigio’. Lo dijo hace más de un siglo Eduardo Matte Pérez, bisabuelo de Eliodoro Matte Larraín, actual mandamás de una de las pocas familias que continúan controlando el grueso del Producto Interno Bruto (PIB) de Chile. Esa declaración, que podría apropiársela cualquiera de los líderes de los grupos económicos de hoy si se atrevieran a igual franqueza, inspiró el título del libro del periodista Ernesto Carmona, editor internacional de la revista ‘La Huella’.En ‘Los dueños de Chile’, primer libro publicado por Ediciones La Huella, este profesional de larga trayectoria en Chile, Argentina y Venezuela, desenreda la maraña de los grupos económicos y corporaciones extranjeras que controlan el país. Son los nuevos dueños de Chile.

Desde esa posición, actúan como poder fáctico interviniendo en todos los ámbitos del quehacer nacional, mientras desde los medios de comunicación bajo su tutela intentan convencer a la ‘masa influenciable’ que el mercado y el poder del dinero no tienen ideología.

Como la concentración de la riqueza y la expansión de la pobreza es un fenómeno planetario acentuado por la globalización neoliberal, Ernesto Carmona inserta este estudio de la realidad nacional en el cuadro de los más ricos del mundo y de América Latina. Según el Informe sobre Desarrollo Humano del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (Pnud) de julio de 2002, el 1% de la población mundial tiene el mismo ingreso que el 57% de la población más pobre. El ranking mundial de Forbes 2002 (‘Los más ricos del mundo’) incluye 497 multimillonarios de 46 países -casi la mitad es de Estados Unidos-. En conjunto, poseen un millón 590 mil 400 millones de dólares, ‘más de cien veces el valor de las exportaciones chilenas de un año bueno’. En el otro extremo, la cuarta parte de la humanidad, alrededor de 1.500 millones de personas, vive con menos de un dólar por día. ‘Los dueños de Chile’ es más que una mera entrega de información y material de consulta -algo valioso por sí mismo-. Es también un relato entretenido y agudo, un periodismo sin censura que deja al descubierto los numerosos hilos que entretejen y sostienen la dominación de una súper élite en un país que comparte la vergüenza con México y Brasil de tener la más desigual distribución de ingresos a nivel global.

Entre los 25 latinoamericanos más ricos consignados por Forbes en los últimos años -poseedores de más de 1.000 millones de dólares- hay tres chilenos: Andrónico Luksic, Anacleto Angelini y Eliodoro Matte. Ellos y sus familias son los principales grupos económicos del país que se disputan alternadamente el primer lugar entre los ricos de Chile.

Sus fortunas y las de otros se acrecentaron o adquirieron fuerte impulso durante la dictadura militar, pero se expandieron doblemente y se consolidaron en esta etapa de democracia. Indudablemente, han sido favorecidas por políticas de Estado, como las leyes laborales y la privatización de empresas y servicios que dejaron de pertenecer a todos los chilenos. No pagan impuestos por la explotación minera, como tampoco tributan por la extracción de recursos naturales, entre otras muchas franquicias.

Los jerarcas

Eliodoro Matte Larraín: (1.500 millones de dólares, Forbes 2002) La primera referencia histórica sobre los grupos económicos con que se encontró el periodista Ernesto Carmona fue la investigación realizada por el hoy presidente Ricardo Lagos en 1960 para obtener su título de abogado en la Universidad de Chile. En ese estudio, que se publicó con el título de ‘La concentración del poder económico’ y donde el autor señalaba que ‘la única y verdadera solución’ era la ‘abolición de la propiedad privada de los medios de producción’, se identificaban once grupos económicos que controlaban las finanzas, la agricultura y el comercio. El único sobreviviente de aquella época es el grupo Matte, gestado a comienzos del siglo XIX por Luis Matte Larraín en alianza con la familia Alessandri a partir de la Papelera, actual holding Compañía Manufacturera de Papeles y Cartones (CMPC). Desde entonces, sus influencias se extendieron a todas las esferas de la vida nacional, incluyendo la cultura y educación, aparte de la política y poderes del Estado.

Fiel heredero de una familia tradicional y conservadora acostumbrada a hacerse valer en la sociedad chilena, Eliodoro Matte Larraín, ingeniero de 56 años con un master en la Universidad de Chicago y ex docente de la Universidad Católica, no sólo preside la CMPC, sino también el Centro de Estudios Públicos (CEP) y es vicepresidente del consejo directivo de la Universidad Finis Terrae. También financia el Centro de Investigación Científica de Valdivia, dirigido por Claudio Teitelboim. La familia Matte participa, además, en el Instituto Libertad y Desarrollo, Fundación Paz Ciudadana, Sociedad de Instrucción Primaria, Fundación Kast, Legionarios de Cristo y tiene presencia tanto en el consejo asesor de Canal 13 (Patricia Matte Larraín) como en el directorio de TVN (Bernardo Matte Larraín), aparte de las más representativas organizaciones empresariales.

Entre los haberes de los Matte Larraín están Forestal Mininco (filial de CMPC), con más de 400.000 hectáreas reclamadas por los mapuche; la empresa eléctrica Colbún; el Banco Bice, e inversiones forestales en Argentina. La CMPC posee la mayor fábrica de papel en América del Sur, con 150 mil toneladas anuales de producción, y controla y participa en más de treinta empresas de los sectores financiero, minero, sanitario, maderero, telecomunicaciones, energía, puertos e industria.

Como una evidencia más del poder de los Matte, se recuerda que la eléctrica Colbún-Nehuenco, que pasó a sus manos luego de ser privatizada, nunca fue multada a pesar de la crisis de abastecimiento de 1999 que mantuvo al país varios meses con apagones diarios.

Andrónico Luksic Abaroa :(1.400 millones de dólares, Forbes 2002) Andrónico no nació en cuna de oro. Hijo de padre croata y madre boliviana, nació hace 74 años en Antofagasta. Tras pasar por la Escuela de Derecho de la Universidad de Chile, se fue a Francia. En dos años y medio reunió un pequeño capital negociando moneda en el mercado negro. Tenía sólo 23 años cuando regresó a Antofagasta y adquirió un porcentaje de la concesionaria Ford. Luego compró una mina, Portezuelo, a unos franceses aventureros, y la revendió a una empresa japonesa… en medio millón de dólares. Siguió comprando acciones en compañías cupreras, pesqueras y bancarias hasta que en 1985 adquirió Anaconda Chile y Anaconda International, propietarias de la mina Los Pelambres, que hoy se explota a ritmo acelerado con participación de empresas japonesas.

El grupo Luksic es propietario de los holdings Quiñenco (industrial y financiero) y Antofagasta (el conglomerado minero más grande de capital chileno), que manejan los hijos de papá Andrónico: Jean Paul, Andrónico y Guillermo. Las ganancias del grupo en 2001 ascendieron a 325 millones de dólares. Sus negocios giran en torno a Madeco (que a su vez controla cinco empresas en Argentina), CCU, Lucchetti (que también está en Buenos Aires y brega por instalarse en Lima), hoteles (como el Carrera) y empresas turísticas en Croacia.

Otra de las ‘gracias’ de Andrónico padre es que siempre ha sabido estar bien con quienes están en el gobierno, desde la Unidad Popular hasta nuestros días. En enero de 2001 logró controlar el Banco de Chile mediante un polémico préstamo de 120 millones de dólares del Banco Estado. Esto le permitió fusionarlo con el Banco Edwards, también de su propiedad. Jean Paul Luksic, a cargo del negocio minero, tiene colaboradores y amigos en la Concertación. Escándalos que han merodeado a Andrónico hijo y otros miembros del clan -como los denunciados en el libro ‘Impunidad diplomática’, de Francisco Martorel, hasta hoy prohibido en Chile, así como el encuentro en Lima con Vladimiro Montecinos-, han sido silenciados y, al parecer, olvidados.

Anacleto Angelini Fabbri : A este ítalo-chileno de 88 años el ránking Forbes le atribuyó 2.300 millones de dólares en 1996, pero en los años posteriores no ha sobrepasado los 1.000 millones, probablemente por grandes inversiones efectuadas en estos años. Pero es previsible un pronto ascenso. La rentabilidad de las empresas de Angelini triplicó la del grupo Matte en 2001, con utilidades globales 1.137 millones de dólares.

Al llegar de Italia, en 1948, don Anacleto creó la empresa Pinturas Tajamar con otros inmigrantes, luego se alió con inversionistas extranjeros en una empresa constructora, y se hizo socio y administrador del fundo ‘La Fortuna’. En los 50 ingresó al incipiente negocio de la industrialización de la pesca con las empresas Eperva e Indo, y comenzó a elaborar harina de pescado. Esa actividad fue y es su fuerte. El grupo Angelini se fortaleció durante la dictadura en el área pesquera, donde hoy es dueño del mayor complejo existente en Sudamérica, y se expandió al sector de inversiones por medio de empresas holdings. También entró en el campo de la fabricación de celulosa a través de su participación en Copec, empresa que concentra la mayoría accionaria de las plantas de celulosa Arauco y Constitución, como también de forestal Celarauco. A comienzos de 2001 tomó el control de Copec, compañía que domina el 40% del mercado de combustibles y cuyas ganancias subieron ese año a 567 millones de dólares, 43% de aumento respecto del 2000.

Angelini también tiene intereses en la minería y sectores de servicios, finanzas, transporte marítimo y electricidad. Es el segundo exportador del sector pesquero y uno de los mayores productores de harina y aceite de pescado en el mundo. La explotación forestal de sus empresas es la que más contribuye a la pérdida anual de 7 mil hectáreas de bosque nativo en Chile, en tanto sus proyectos de producción de celulosa han generado diversos conflictos ambientales.

Aunque mantiene un bajo perfil público, Anacleto Angelini ha intervenido en el medio empresarial y político a través de su ex mano derecha, Felipe Lamarca, fiel transmisor de su pensamiento mientras presidió la Sofofa y la Confederación de la Producción y el Comercio (CPC). Y así como don Anacleto se movió en las sombras en contra de las reformas laborales, con igual fuerza subterránea propugna la nueva Ley de Pesca que favorece a los grandes armadores.

Los otros grandes

José Said Saffie : Nacido en Arequipa (Perú), es heredero de una familia con fuerte raigambre en el sector textil que derivó al área financiera. Posee la cuarta fortuna de Chile, aunque actualmente tiene más intereses en Argentina y Brasil que en nuestro país. Es presidente del BBVA-BHIF, vicepresidente de Embotelladora Andina, presidente de Parque Arauco S.A., director de la Asociación de Bancos e Instituciones Financieras A.G. y consejero de la Universidad jesuita Alberto Hurtado. Las empresas del grupo Said (exceptuando Parque Arauco y Edelpa) obtuvieron 149 millones de dólares por concepto de utilidades en 2001.

Ricardo Claro Valdés : Abogado de 65 años, asesor del Ministerio de Relaciones Exteriores durante la dictadura militar, admirador de Pinochet y conservador a ultranza, autoerigido guardián de ‘la moral y las buenas costumbres’. Ricardo Claro es propietario del holding Cristalerías Chile que, a su vez, controla un consorcio de viñas. Es dueño de empresas metalúrgicas y turísticas, servicios, inmobiliarias y fábricas de plásticos, entre otras. Posee concesiones portuarias, tierras en la zona de conflicto mapuche y medios de comunicación -‘El Diario’, Megavisión y el cable Metrópolis Intercom-, donde ha impuesto memorables censuras. Controla la Compañía Sudamericana de Vapores y también participa en la empresa mediática Internet Holding (en asociación con el más importante grupo mexicano, Slim) y en Editorial Zig-Zag. Con todo, también tiene amigos en la Concertación, como Andrés Zaldívar, Jaime Estévez y Enrique Krauss. Colabora con María Ayuda y el Hogar de Cristo. Preside la junta directiva de la Universidad de Santiago (Usach).

Se define como autoritario. Las huelgas de los trabajadores portuarios contra las privatizaciones y la rebelión mapuche lo han hecho clamar contra la ‘anarquía’. Su fortuna se inició con la compra de la empresa Elecmetal durante la Unidad Popular, donde se le relaciona con la entrega de seis trabajadores después del golpe militar quienes posteriormente aparecieron asesinados.

Los dueños ‘chicos’

‘Los dueños de Chile’ consigna muchos otros nombres. Por ejemplo, los de líderes de 44 grupos empresariales nacionales exitosos destacados por el diario ‘Estrategia’ (15 de noviembre 2001 y 1 de abril de 2002). Entre ellos se encuentran:

– Reinaldo Solari Magnasco (Falabella e inversiones en Argentina).
– Carlos Hurtado Ruiz Tagle (Entel).
– Juan Hurtado Vicuña (Almendral, Colbún, Consorcio Financiero).
– Manuel Cruzat Infante (CB Capitales, CB Inmobiliaria).
– Alvaro Saieh Bendeck (CorpBlanca, VidaCorp, Copesa, empresa propietaria de los diarios ‘La Tercera’ y ‘La Cuarta’, revista ‘Qué Pasa’ y radio Zero).
– Juan Gálmez Couso (Almacenes Paris).
– Fernando Larraín Peña (Santa Carolina, Loncoleche, Watt’s).

En esta lista no todos son propietarios, también hay ejecutivos, colaboradores y gestores como Oscar Guillermo Garretón Purcell (Iansa, Puerto de Ventanas, Anagra); Juan Manuel Casanueva Préndez (GTD Teleducto, GTD Telesat, GTD Internet); Víctor Bezanilla Saavedra (Besalco, Autopista del Sol, Infraestructura 2000, Autopista Los Libertadores, Hotelera Norte-Sur), y Hernán Briones Gorostiaga (Cemento Bío Bío, Inacesa, Ready Mix), entre otros.

En otra categoría se encuentran políticos de diversas tendencias que han ido acumulando capital propio con empresas en pleno crecimiento, generalmente bajo alero del Estado, como Sebastián Piñera Echeñique (LAN Chile), el senador Marco Cariola Barroilhet (Pathfinder), Eduardo Frei Ruiz Tagle (Sigdo Koppers), Hernán Büchi Buc (director de numerosas empresas), José Piñera (creador del plan laboral) y el senador Sergio Fernández.

Dictador del pensamiento

Aunque se quedó un tanto atrás en la pirámide de los dueños de Chile, Agustín Edwards Eastman mantiene el poder que le confiere ser propietario de ‘El Mercurio’ y una cadena de trece diarios regionales, además de presidir la Fundación Paz Ciudadana, institución que impone una filosofía represiva y cumple el papel de asesorar al Ministerio del Interior en políticas de ‘seguridad ciudadana’. ‘Viejos conspiradores que consiguieron fondos de la CIA para desestabilizar el gobierno de Salvador Allende y provocar la muerte de un mandatario legítimo, junto a encubridores de numerosos crímenes cometidos por la dictadura militar, aparecen con frecuencia en ‘El Mercurio’ recibiendo distinciones de Fundación Paz Ciudadana’, escribe Ernesto Carmona. Y de paso, recuerda que la comisión investigadora del senador Frank Church, de Estados Unidos, estableció que ‘El Mercurio’ recibió millones de la CIA para ayudar a derrocar a Allende. El grupo Edwards tuvo desde siempre cercanía y afinidad con el grupo Matte, proveedor del papel para sus periódicos. Pero, además, según ‘Los dueños de Chile’, Agustín Edwards le debe a los Matte su rehabilitación como ‘figura pública’ en los años posteriores a la dictadura.

Otros ‘influyentes’

La nómina de ‘influyentes’ se alarga con José Yuraszeck Troncoso y ex ministros o funcionarios de la dictadura militar, entre ellos, Carlos Cáceres Contreras (miembro de los directorios de Almacenes París, Carozzi y otras sociedades); Miguel Poduje y Jorge Selume (socios de Alvaro Saieh): Sergio de Castro (ex presidente de Provida, actualmente con inversiones inmobiliarias), y el ex yerno de Pinochet, Julio Ponce Lerou, quien de la nada fue convertido en dueño de Soquimich y sus filiales, además de enriquecerse con negocios forestales y ganaderos.

Los dueños extranjeros

De las veinte empresas más grandes de Chile, nueve son propiedad o están controladas por capitales extranjeros. Se concentran en el área de servicios y minería. Cuatro tuvieron ventas superiores a 1.000 millones de dólares entre 1999-2000. Y las tres primeras pertenecieron alguna vez al Estado:

– Enersis (64% propiedad de Endesa España): 4.284 millones de dólares.
– Endesa (38,4% de Endesa España): 1.622 millones de dólares.
– Telefónica CTC Chile (43,6% de Telefónica España): 1.602 millones de dólares.
– Minera Escondida Ltda. (100% propiedad de la australiana Broken Hill Proprietary y la británica Río Tinto): 1.174 millones de dólares.


La Nación

Domingo 12 de octubre de 2008       

“El diario de Agustín” será estrenado el 19 de octubre

El documental que Edwards no quiere ver

Una película que revela los detalles de los montajes y silencios de “El Mercurio” para cooperar con la DINA, la CNI y la dictadura militar está a punto de ver la luz. A pesar de los intentos del empresario periodístico para dificultar su exhibición bajo el nombre que lleva, el filme se estrenará y volverá a destapar la historia más sucia de uno de los hombres más poderosos de Chile.

Beatriz Undurraga está sentada en un sillón. De polera rosada, mirada inquieta o mejor dicho, nerviosa intenta dar explicaciones frente a una cámara que la graba, sobre el montaje que ayudó a construir para ocultar el asesinato de la dirigenta comunista Marta Ugarte. Con el título: «Asesinada hermosa joven», la mítica periodista policial de «El Mercurio» quien fue «funada» en varias ocasiones y retratada por Fuguet en el libro «Tinta roja» relataba en septiembre de 1976 un crimen pasional que habría dado muerte a una «atractiva joven de 23 años». Con esta nota, «El Mercurio» ayudó a la DINA a tapar un error operativo. Marta Ugarte había sido asesinada en Villa Grimaldi y lanzada al mar dentro de un saco amarrado a su cuello con un alambre. A pesar de todas las precauciones de los militares, el cadáver fue devuelto a la playa La Ballena, en Los Molles. Todavía conservaba el alambre en su cuello cuando Beatriz Undurraga lo vio.

Entonces, Marta Ugarte tenía 42 años, no 23, y había muerto producto de las torturas, no de un crimen pasional, pero el diario de Agustín Edwards contó otra historia. Pablo Honorato publicó lo mismo en «Las Últimas Noticias», a pesar de que también vio el cuerpo. Beatriz Undurraga dice que pensó que era más joven por su delgadez, quizás producto de que no había comido mientras estaba presa.

Cómo «El Mercurio» y el Gobierno militar fraguaron éste y otros montajes es parte del relato presentado por el director Ignacio Agüero en el documental «El diario de Agustín», que verá la luz en Buenos Aires el próximo 19 de octubre en el marco del Festival DocBsAs, donde el 2005 la historia de esta cinta se ganó el premio para desarrollo de proyectos. En 80 minutos, la película relata cómo Agustín Edwards Eastman, el quinto Agustín de la influyente dinastía mercurial, ayudó a provocar el golpe de Estado junto a la CIA y después a callar, ocultar o justificar los crímenes de la dictadura, incluso mediante mentiras.

A pesar de las evidencias, Hermógenes Pérez de Arce tiene una visión distinta sobre el rol del «decano» en esos años. «El Mercurio» desempeñó su función periodística perfectamente e informó todo lo que se conocía y se sabía, e incluso contenía muchas críticas al Gobierno militar, porque reproducía lo que se decía en el extranjero en su sección de cable [«Chile en el exterior»]. Sólo en los primeros días después del golpe, el diario tuvo más control, pero después de eso hubo completa libertad para informar», asegura Hermógenes, que aunque no aparece en el documental, fue entrevistado durante la investigación previa.

El intento frustrado del «Dunny»

Los realizadores quieren invitar al diario de los Edwards al lanzamiento del documental. «Esto no es un panfleto contra ‘El Mercurio’; es una película, una investigación histórica. Además, es un tema que en todo este tiempo no ha sido abordado y este diario, siendo un actor central en la actividad política de Chile hasta hoy día, nunca ha dado una explicación de lo que hicieron», dice el ex gerente general de la desaparecida revista «Apsi», Fernando Villagrán, que hoy es el productor de este documental.

Pero claramente Edwards no lo verá con buenos ojos y ya hay antecedentes de esta certera predicción. Es que obviamente el magnate a escala chilena de la prensa, no quiere que sigan escudriñando una historia del pasado que lo desprestigia.

El 26 de octubre de 2007, Villagrán inscribió el título «El diario de Agustín» en el registro de marcas comerciales, para usarlo como nombre del documental. No hubo ninguna objeción en el plazo legal y después de tres días, el prestigioso estudio de abogados Alessandri presentó un recurso de nulidad a nombre de Agustín Edwards. Fue demasiado tarde. El título ya tenía dueño y el recurso fue desechado.

Pero el «Dunny», apodo que recibió el empresario periodístico como informante de la CIA, no se dio por vencido y cuando Ignacio Agüero trató de inscribir el dominio eldiariodeagustin.cl en NIC Chile, nuevamente el estudio de Alessandri atacó y pidió que le asignaran el nombre a Agustín Edwards & Cía.

Entre los argumentos que esgrimieron están: que la concesión del nombre a Agüero «le causaría un gran perjuicio [a Edwards]», ya que las personas tenderían a pensar que se trata de su página web, y el uso «insospechado» que se le puede dar al dominio, «afectando su reputación».

Pero Agustín perdió el litigio en mayo de este año y el documental verá la luz la próxima semana en Argentina, para luego ser estrenado en Chile y exhibido en ciclos de cine nacionales.

Matar comunistas

«De asustarse, Agustín Edwards se podría asustar de su propios actos, porque el documental lo que hace es un registro histórico que tiene una indagación con archivos de hechos que vienen desde 1967 hasta hoy día. Estamos hablando de un protagonista de la historia de Chile que hoy día es muy poderoso y muy decisivo», responde Fernando Villagrán frente a las acciones de Edwards, que se negó a hablar para la cinta. «Don Agustín no da entrevistas», fue la respuesta de su secretaria después de los intentos de los periodistas que trabajaron en la investigación.

Sin embargo, el mundo mercurial también se hizo actor, gracias a las intervenciones de editores y periodistas que trabajaron en la empresa durante la dictadura. Juan Pablo Illanes, Raquel Correa, Álvaro Puga y Beatriz Undurraga, entre otros, aceptaron conversar con los investigadores.

«Matar comunistas en una época determinada era una necesidad biológica, prácticamente, de los militares», dice Álvaro Puga frente a las cámaras. Este periodista, que entonces escribía columnas en «La Segunda» bajo el nombre de Alexis, fue el encargado de orquestar en Chile la difusión de la información falsa de la Operación Colombo. Hoy tiene un sitio web llamado «Despierta Chile», que intenta mantener despierto un pinochetismo acérrimo.

Seis estudiantes de periodismo del Instituto de Comunicación e Imagen de la Universidad de Chile (Hans Stange, Claudio Salinas, Elizabeth Harries, Paulette Dougnac, Raúl Rodríguez y María José Vilches), en el marco del Programa de Libertad de Expresión, fueron seleccionados por los realizadores y por la profesora Claudia Lagos el año 2005 para comenzar a investigar en enero de 2006. Además del documental, LOM va a publicar en un libro todas las investigaciones de estos ex estudiantes de Periodismo. Todos entre 24 y 35 años.

Claudia Lagos dice que cuando entrevistaron a los periodistas que trabajaron en «El Mercurio», muchos tenían conciencia del lugar donde trabajaban, por lo que no intentaban publicar nada. Otros dicen que en ese tiempo no sabían mucho de estos casos y un grupo asegura que rebotaban las informaciones que no podían publicar a colegas de otros medios, sobre todo durante los años 80, en que surgió más prensa opositora.

Una portada y dos torturas

Iván Barra y Jorge Jaña eran veinteañeros cuando fueron detenidos violentamente por la CNI el 9 de abril de 1987. Seis días antes, el Papa Juan Pablo II había dado un discurso en el Parque O`Higgins, donde recibió a Carmen Gloria Quintana y grupos de izquierda protestaron con quema de neumáticos y gritos. Los incidentes provocaron la alerta de la CNI, que comenzó a buscarlos. «El Mercurio» hizo lo mismo que la central de inteligencia y el 9 de abril publicó en su portada: «Identificados los violentistas del PC en el parque». El artículo incluía las fotografías de ambos jóvenes y había sido ordenado por el mismísimo Agustín Edwards. Los jóvenes fueron torturados en un cuartel de la CNI durante diez días, hasta que los dejaron en libertad, porque se comprobó que ellos ni siquiera habían ido al parque ese día, por lo que era físicamente imposible que hubieran participado en disturbios o manifestaciones.

«Yo no sé quién entregó la información a quién», responde el ex vocero del régimen militar, Francisco Javier Cuadra, en la cinta. Luego de que Barra y Jaña fueron liberados, interpusieron una demanda por injurias y calumnias contra «El Mercurio». Durante el juicio, Edwards dijo que Cuadra le había entregado la información con las fotos, pero Cuadra lo niega hasta el día de hoy y durante el juicio dijo que la CNI le entregó la información al dueño del «decano». Edwards fue encargado reo y no pudo salir del país durante un año, pero la Corte de Apelaciones le concedió la libertad y el caso se cerró.

LND tampoco logró conversar con don Agustín. El año 2000 el «decano» cumplió 100 años y la periodista Raquel Correa tuvo que entrevistar a su jefe para la edición especial. En esa oportunidad le preguntó por el silencio de «El Mercurio» con respecto a las violaciones de los derechos humanos durante la dictadura de Pinochet. «El apasionamiento político de la época hizo que la violencia de los primeros meses del Gobierno fuera considerada por muchos, no sólo por el diario, como una consecuencia dolorosa, pero ineludible en el estado de enfrentamiento que reinaba en el país. Las cosas hay que juzgarlas en su contexto», respondió. Y unas líneas más abajo, agregó: «No fue por temor ni por presiones que publicáramos poco de lo que ahora sabemos, sino porque no teníamos información seria sobre las acusaciones que en ese tiempo circulaban como rumores imposibles de confirmar».

Villagrán dice que en el filme la relación de los periodistas de «El Mercurio», así como la de su dueño, con la DINA y la CNI queda clara. «Los casos que se develan tienen que ver con muertes, tienen resultados criminales. Se muestra cómo ocultaron información, como cuando no informaron sobre la detención de toda la cúpula del PC, cuando evidentemente era un hecho noticioso», dice Villagrán.

«Este documental habla de hechos que se han acallado y que son importantes de tratar en la construcción de una convivencia democrática, aparte de preguntarse por qué los sectores progresistas no son capaces de tener prensa», agrega Ignacio Agüero.

La campaña de Agustín Edwards Eastman contra la reforma universitaria de la Universidad Católica (cuando los estudiantes de esa casa de estudios publicaron el famoso lienzo: «El Mercurio» miente), la coordinación con la CIA para derrocar a Allende y su viaje a Estados Unidos contado en lujo y detalle con documentos en mano, son algunos de los detalles que quiere develar este documental, que puede producirle fuertes dolores estomacales a don Agustín.


La Nacion

3 de Octubre 2013

AGUSTÍN EDWARDS ADMITIÓ CONTACTOS CON LA CIA TRAS ELECCIÓN DE ALLENDE

El dueño de la cadena El Mercurio, Agustín Edwards Eastman (86), admitió en su declaración ante el ministro en visita Mario Carroza que mantuvo contactos con la CIA en Washington después de la elección de Salvador Allende en 1970. En todo caso, negó que fuera un encuentro con propósitos golpistas.

La declaración de Edwards fue publicada en extenso este jueves por el portal El Mostrador y en ella el empresario, que está querellado por presuntos delitos cometidos en la preparación del golpe y su eventual participación en la Operación Colombo, también afirmó que el gobierno militar “me salvó la vida”.

Edwards partió señalando que “es efectivo que viajé a Estados Unidos, y ello ocurre al día siguiente de la elección del 4 de septiembre de 1970”, pero negó haberse reunido con Richard Helms, director de la CIA, en el Hotel Madison de Washington. Sin embargo, más adelante en su declaración, señaló que sí se reunió con Helms, pero sin especificar el lugar. También negó haberse reunido con Richard Nixon.
Consultado si es efectivo que en septiembre de 1970 ya mantenía una relación con la central de inteligencia estadounidense, Edwards respondió que “no tenía contactos con la CIA en Chile, pero sí las tuve cuando estuve en Washington”. Además, indicó que no le consta que otro director de la CIA, Vernon Walters, haya dicho que él “era el principal recurso de la CIA en toda América Latina”. También desmintió haber recibido dineros de la CIA.

DESMINTIÓ ARCHIVOS DESCLASIFICADOS
En cuanto a los archivos desclasificados de la CIA y del informe Church que informaron que en un reunión de Edwards con Henry Kissinger y el presidente Nixon se acordaron los “ejes para la desestabilización del gobierno del presidente Allende lo que contemplaba la variante de un golpe militar y junto con esto el financiamiento del diario El Mercurio como principal medio de propaganda y difusión de las ideas y posiciones contrarias al gobierno y proclives a un golpe de Estado”, el empresario contestó que “no es efectivo”.

Al respecto, dijo que “reitero que tuve una reunión en Washington con Kissinger y con Helms. Además esta reunión se efectuó días después de la elección de Salvador Allende oportunidad donde se comentó las circunstancias de haber salido un presidente comunista en un país democrático, pero en ningún caso se pensaba en un Golpe de Estado o algo parecido, ni menos de un financiamiento hacia el diario El Mercurio”.

También declaró que “la razón por la que me fui del país es porque durante el periodo de elecciones es que recibí yo y mi familia amenazas, lo que tornó difícil la vida en el país. De hecho, para el día de las elecciones, mi familia justamente por razones de seguridad se encontraba en Argentina, ya que se habían montado puestos de vigilancia cercanos a la casa en Isidora Goyenechea”.

Consultado si efectivamente El Mercurio “jamás consignó en sus páginas, alguna renuncia relativa a las graves violaciones a los Derechos Humanos que se cometían en el país”, Edwards señaló que “debo indicar que el Gobierno Militar a mí me salvó la vida. Tal como lo afirmé yo no tenía injerencia en el control de las informaciones que eran entregadas por el diario, y en ese sentido no es efectivo que haya dado una orden acerca que determinada información sobre Derechos Humanos fuera o no publicada. Acerca del Informe Rettig, supe con posterioridad de su existencia”.

EL POLÉMICO TITULAR DE LA SEGUNDA
Y acerca del polémico título “EXTERMINADOS COMO RATONES” de La Segunda del 24 de julio de 1975, ligado al montaje conocido como Operación Colombo, y el hallazgo de una mujer ejecutada por la DINA y que fue presentada como víctima de un crimen pasional, Edwards contestó que “me remito a lo expuesto en el sentido que eran otras las personas que estaban a cargo de la línea editorial de El Mercurio, sin que yo tuviera injerencia en ellos”.

Añadió que “a su pregunta en relación a la Operación Colombo, declaro que no tengo antecedentes sobre esos hechos. Preguntado sobre la querella de la causa Rol Nº 205-2012 del 34º Juzgado del Crimen de Santiago, seguida por el delito de Homicidio de 119 personas y donde se me atribuye responsabilidad en calidad de autor, debo indicar que no tengo antecedentes sobre los hechos que se me relatan, los desconozco y reitero que no tuve injerencia en los titulares de la prensa de la época ni en la información que se entregaba públicamente”.

Además, Agustín Edwards afirmó que “jamás hubo contacto entre El Mercurio y la CNI. Debo reiterar que El Mercurio no recibió aportes de Estados Unidos, ni hubo una relación estrecha entre El Mercurio y la CIA, más que lo que ya he declarado; no manejé información sobre las actuaciones de los Servicios de Inteligencia en Chile, ni antes ni después del año 1975; en la actualidad soy accionista de El Mercurio y pertenezco a su directorio, pero ni ahora ni antes he tenido influencia en la línea editorial de éste”.

Finalmente, el dueño de El Mercurio señaló que “a su pregunta, en el sentido que de acuerdo a algunos textos se me cita como una persona que pudo haber influido en el Golpe de Estado, debo responder que para dicha época yo no me encontraba en el país, y a su consulta acerca de un grupo o Cofradía Náutica debo responder que éste empezó mucho antes, y su creación y objetivos son muy diversos de los fines políticos que se les han pretendido dar”.


El Ciudadano

22 de Noviembre, 2013

Investigador entregó documentos de la CIA que demuestran rol de Agustín Edwards en golpe

El investigador de la Universidad George Washington y de la organización no gubernamental National Security Archive, Peter Kornbluh, entregó inéditos documentos de la Central de Inteligencia Americana, la CIA, donde se transcribieron llamadas entre el secretario de Estado, Henry Kissinger, y el presidente de Estados Unidos, Richard Nixon.

Las conversaciones eran para concretar una reunión con el dueño del diario El Mercurio, Agustín Edwards, en 1970 y así financiar su medio de comunicación como principal medio de propaganda contra la Unidad Popular, e instigar el golpe militar de 1973; y luego para defender la instalación del régimen.

Fueron tres horas de exposición ante el ministro Mario Carroza, donde Kornbluh menciona también documentos sobre el pago de dos millones de dólares, convertidos en 67 millones de escudos para esos efectos.

El investigador estadounidense apunta al empresario como una persona muy poderosa y que tuvo nexos con las personas más fuertes de los EE.UU.

“El fue una de las personas que estuvo más cerca de lo que un civil podía llegar a punto de tener una reunión con al gente de la CIA y aún tener a Kissinger arreglando una reunión con el presidente mismo”, declaró a Radio Cooperativa.

Añadió que “por eso llegamos al nombre de Agustín Edwards como el individuo más importante en la historia del nexo entre los EE.UU. y Chile, y un movimiento para un golpe del Estado acá“.

Por su parte, el abogado querellante en esta causa que busca determinar si hubo graves delitos de lesa humanidad cometidos por estos llamados instigadores del golpe, Eduardo Contreras, confirmó el interrogatorio al sacerdote Raúl Hasbún, pero el presbítero se excusó por estos días para realizar la diligencia porque saldrá del país.


La Nacion

28 de Noviembre 2013

LOS TELEFONAZOS DE AGUSTÍN EDWARDS CON EL ALMIRANTE MERINO EL 11 DE SEPTIEMBRE DE 1973

Muy agitado, hasta excitado… Así describe una periodista española la actitud del dueño de El Mercurio el 11 de septiembre de 1973. Ese día, ambos compartieron en una cena en Barcelona, pero Edwards estuvo “todo el tiempo de la mesa al teléfono, del teléfono a la mesa”. Su interlocutor era “mi amigo el almirante Merino”, según les confesó a los comensales a quienes invitó a brindar con “champán” francés tras enterarse del fin de la UP. Edwards fue interrogado por el juez Mario Carroza en la investigación sobre los instigadores del golpe. A la luz de ese proceso, publicamos esa entrevista que da pistas de su conocimiento concreto en la conspiración militar contra Allende.

Agustín Edwards, dueño del diario El Mercurio y la cadena de periódicos que gira en torno a ese medio de comunicación, nunca imaginó que un brindis un 11 de septiembre de 1973 saldría de las sombras de la historia para demostrar su vínculo directo con el golpe de Estado que derrocó al gobierno del Presidente Salvador Allende.

La periodista española Josefina Vidal fue testigo durante una cena en un elegante restorán de Barcelona ese mismo día sobre cómo Edwards se comunicaba directamente con el almirante José Toribio Merino por teléfono desde España, en los mismos momentos en que se atacaba el Palacio de La Moneda, y habría sido informado personalmente de los detalles y avances de la asonada, Hasta «brindó con champán» a la hora en que se confirmaba la muerte del Presidente Allende y la toma del Palacio de La Moneda.

Un extracto de esta entrevista fue publicada hace una década por el desaparecido medio Plan B. Sin embargo, a la luz del proceso judicial en Chile que lleva adelante el juez Mario Carroza sobre los preparativos clandestinos que derivaron en el Golpe de Estado de 1973, publicamos la entrevista completa a esta testigo de las comunicaciones directas del empresario con los golpistas. El magistrado (en la foto) ya interrogó a Edwards el 26 de septiembre pasado.

CHAMPÁN FRANCÉS
Josefina Vidal, periodista, tuvo un chispazo de la historia chilena en sus manos una tarde de verano boreal, en Barcelona, un 11 de septiembre de 1973. Edwards se da un caro lujo y expone públicamente un hecho histórico delicado frente a una concurrida mesa.
«Fue una coincidencia que creo es bastante trágica ¿no?, porque aquel día 11 de septiembre (de 1973) había una cena de ejecutivos de PepsiCo. En aquella época yo estaba casada con una persona que era director financiero de la compañía en España», me comenta Josefina con serenidad tres décadas después en la ciudad de Los Angeles, California.

Edwards en su autoexilio luego del triunfo de Allende, es empleado en PepsiCo. Era directivo en Nueva York y viajaba a España con regularidad, especialmente a Barcelona, por motivos de negocios. Su vínculo con esa empresa no era coincidencia. La periodista chilena Patricia Verdugo señaló en una entrevista a propósito de su libro «Salvador Allende: Cómo la Casa Blanca provocó su muerte», que «(Donald) Kendall (presidente de PepsiCo) había financiado a Nixon luego de un fracaso político en California, hasta que llegó a la presidencia. Nixon se ve cercado por Kissinger, que le plantea actuar en Chile porque Allende constituye un peligro para la seguridad de Estados Unidos, y por Kendall, que lleva de la mano a su amigo chileno y dueño de la cadena El Mercurio, Agustín Edwards».

Continúa Josefina Vidal: «Había una cena en un restaurante bastante lujoso de la ciudad. Cuando nosotros llegamos, que era entre las 8:30 PM y las 9 PM. Agustín Edwards de El Mercurio ya estaba allí. En aquel entonces él era un directivo de la compañía en Nueva York, que ellos tienen la sede, creo en Purchase. Le dieron ese puesto cuando él salió de Chile. Entonces él viajaba a menudo a Barcelona por motivos del negocio, como que coordinaba, supervisaba, etcétera».

-¿Recuerda el nombre del restaurante?
-Sí, era el Vía Veneto, me acuerdo bien. Y él estaba ya en un estado de agitación extraordinaria. Vino a la mesa donde todo el mundo estaba sentado y ordenó «¡champán francés para todos!». Nos quedamos así un poco asombrados. Dice «sí, mi amigo el almirante Merino ya se ha hecho cargo de la situación». En fin, claro, fue una sorpresa. Y «pues nada, pues ya saben, pidan lo que quieran, porque él es mi amigo…», etcétera. Estuvo así, recuerdo, muy entusiasmado haciendo panegírico de lo que se suponía.
Vidal señala que Edwards estuvo muy poco preocupado de la comida. «Entonces yo diría que no probó bocado esa noche porque anduvo todo el tiempo de la mesa al teléfono, del teléfono a la mesa, o sea que estaba continuamente en comunicación. Piensa que esa era la época en que no había teléfonos móviles, no se usaban», acota Josefina.

-En el transcurso de la cena, estaban cenando y se paraba y volvía…
-Todo el tiempo. Yo recuerdo bien, estábamos ahí y él iba con su esposa, una mujer muy distinguida y amable. Empecé a hablar con ella de Neruda, precisamente, y ella dijo que le gustaba mucho la poesía de Neruda. Nadie sabía entonces el trágico fin que también le esperaba al poeta, ¿no?

-¿Y ella no hizo alusión al carácter comunista de Neruda?
-En absoluto, ella fue muy discreta, y no dijo nada más. Pero la verdad es que él no estuvo sentado mucho tiempo, como digo, ¿no? porque andaba muy… Y nosotros en Barcelona habíamos seguido el desarrollo de los acontecimientos, todo el mundo estaba muy pendiente, había una gran simpatía y solidaridad con los chilenos y Allende. Yo recuerdo los periódicos, que a cada momento pensabas pues «ya va a pasar algo, ya va a pasar algo». La gente tenía la impresión que se aguantaba por un hilo. Y claro, fue una coincidencia, ¿no?, estar aquella noche con alguien que estaba muy vinculado al régimen.

-¿Usted sabía quién era Agustín Edwards?
Sí, yo sabía que él era el dueño de El Mercurio y sabía que había salido de allí. Precisamente mi ex marido había estado en su casa en las afueras de Nueva York, como digo en Purchase o White Plains, un par de días cuando fue en uno de sus viajes de negocios. Ya él me había hablado de él. Pero claro, en aquel momento no sabíamos hasta qué punto él estaba involucrado. Y todo eso pues se hizo bastante claro esa noche tan trágica cuando él lo celebró con ese entusiasmo, ¿no? de brindar con champán francés.

-Por el cálculo de hora entre Chile y España, las llamadas telefónicas con Merino deben haber ocurrido alrededor de las 3 PM en Chile, más o menos a la hora de ratificación del Golpe y la muerte de Allende…

-Él en realidad ya había llegado cuando nosotros llegamos al restorán Vía Veneto, Agustín Edwards ya estaba allí.

-¿Y se notaba nervioso, angustiado?
-Muy agitado, angustiado yo no diría. Muy entusiasmado, muy emocionado, ¿no?

-Con buen humor…
-¡Uy sí! Pero completamente, dijéramos… No sé si alegre, no sería la palabra alegre, pero realmente excitado, ¿no?

CONFIRMACIÓN CASI SIMULTÁNEA

Un dato vital: ¿a qué hora el almirante Merino, artífice del golpe interno en el alto mando de la Armada e identificado como uno de los principales gestores de los movimientos conspirativos contra Allende, se contacta con Edwards?

Sabemos que el empresario periodístico ya estaba en el restaurante y que Josefina y su esposo llegan a las 08:30 PM-9 PM. España en época de verano boreal está adelantada 6 horas respecto a Chile. Si el brindis en que Edwards revela la confirmación de Merino sobre «la situación controlada» respecto del golpe se produjo aproximadamente dentro de la hora siguiente a la llegada de los testigos al exclusivo local, implica que la comunicación entre Merino y Edwards debe haber acontecido en el rango inmediato previo o posterior de las 2:30 PM ó 3 PM de Chile. Es decir, fue más o menos alrededor de la hora de la toma final de La Moneda por las tropas militares y la confirmación de la muerte del Presidente Allende (alrededor de las 2:40 PM hora de Chile).

Es decir, existía una comunicación tal, de tanta fluidez y confianza, que Merino habría informado a Edwards personalmente en forma casi simultánea sobre los delicados hechos acaecidos en Chile, en una época en que las llamadas transoceánicas entre Europa y el extremo sur de América no eran logísticamente fáciles de concretar. «Mi amigo el almirante Merino ya se ha hecho cargo de la situación», para recordar las palabras de Edwards.

Según se desprende de lo declarado por Vidal, no fue una llamada aislada. Edwards se mantuvo en contacto permanente esa noche de Barcelona: «Estaba muy ocupado, ¿no?, porque piensa que a cada momento le avisaban al teléfono o se levantaba él a llamar. O sea, que a mí me chocó el hecho que él estuvo tan poco tiempo sentado en la mesa, ¿no? Claro, tenía asuntos importantes que atender, ya me doy cuenta», explica Josefina Vidal, durante la entrevista:

Cuando él comunica la idea que su amigo Merino acaba de llamarlo…
-«Mi amigo el almirante Merino», ¡eso me he acordado, con esas palabras!

-¿…Siguió haciendo alusiones al proceso político, habló de Allende?
-Más bien diría que no mucho, que él lo daba como algo que se entendía, o sea sobrentendido de lo que estaba hablando. Pero piensa que, con excepción creo de mi esposo y yo, los demás todas eran personas de Estados Unidos.

-Y en el resto de los comensales, ¿cuál fue la reacción?
-Bueno, la reacción principal fue de asombro. Más bien también hubo cierto silencio, ¿no? A mí personalmente me afectó y me sentí muy mal de estar ahí en aquel momento porque me di cuenta. No sabíamos hasta qué punto qué había sucedido con el Presidente Allende, qué había ocurrido con todo eso. No sabíamos que el Palacio de La Moneda estaba en llamas, ¿no? No conocíamos los hechos. Esto no lo supimos sino hasta después.

-¿Y cómo se sintió después con todos los antecedentes, con las fotos?
-Me sentí horrible, de haber tenido que estar compartiendo aquellos momentos que eran tan trágicos para el pueblo chileno y para el Presidente Allende, con alguien que no diría que fuera responsable, pero que realmente se sentía completamente identificado con los que habían llevado a cabo el golpe. Fue muy triste.

-¿Fue la única vez que conversó con Edwards?
-Sí, en realidad sí. Me parece que lo había visto en algún otro acontecimiento, pero eran, imagínate, estas cenas así de negocios, donde todo es muy superficial, se habla del tiempo. Y él no estaba permanente en Barcelona ni en España. Él viajaba bastante. Y después del golpe ya él dejó su cargo en PepsiCo y regresó a Chile. O sea que ellos salieron cuando Allende salió elegido, ¿no?

-Entonces termina la cena, y siguieron hablando de banalidades…
-Sí, sí. De los negocios y de todo.

-Y él muy alegre todavía, ¿no?
-Él más que alegre estaba muy ocupado, ¿no?, porque piensa que a cada momento le avisaban al teléfono o se levantaba él a llamar. Me chocó el hecho que él estuvo tan poco tiempo sentado en la mesa, ¿no? Claro, tenía asuntos importantes que atender, ya me doy cuenta… Pero sí recuerdo la conversación agradable que tuve con su esposa comentando la poesía de Neruda, y se le veía una persona muy preparada, muy fina. Me causó buena impresión.

-Las contradicciones de la historia…
-Así es la vida, ¿no? Pues ésta fue la trágica historia a nivel personal que conservo de un 11 de septiembre.

EL ROL MERCURIAL
Especialmente gracias a fuentes oficiales estadounidenses, ya está largamente documentado el papel del diario El Mercurio en el proceso de desestabilización del gobierno de la Unidad Popular. Se sabe que la cadena recibió de la CIA por lo menos un millón y medio de dólares para alimentar la contracampaña y la guerra comunicacional contra el gobierno socialista, según múltiples investigaciones, incluida el reporte de la Comisión Church, realizada en los 70 por el Senado de Estados Unidos. Se sabe que Edwards tuvo acceso privilegiado a las oficinas del presidente Richard Nixon y su asesor Henry Kissinger, y que su voz se hizo oír fuerte para centrar el miedo anticomunista en el país de Sudamérica.
Muchos periodistas e investigadores han puesto orden a los documentos desclasificados por el Gobierno de Estados Unidos. Está, por ejemplo, el trabajo completísimo de Peter Kornbluh sobre el papel que Edwards jugó en convencer al régimen de Nixon sobre la necesidad de centrar esfuerzos contra el Gobierno democráticamente elegido de la Unidad Popular (consultar «The El Mercurio File», publicado en el Columbia Journalism Review, en septiembre-octubre de 2003).

En el reporte, se señala que «en una reunión de 15 minutos en la Oficina Oval (de la Casa Blanca) en la tarde del 15 de septiembre (de 1970), Nixon emitió su ahora famosa orden a (Richard) Helms (director de la CIA) para fomentar una iniciativa militar en Chile para evitar que Allende llegara al poder (…) Helms más tarde testificó ante la Comisión Church que ‘tengo la impresión de que el Presidente convocó a esta reunión en la que tomé mis notas debido a la presencia de Edwards en Washington y lo que (…) Edwards estaba diciendo sobre las condiciones en Chile'».


GOO.GL/2JHVBE

11 Diciembre 2013

Nueva querella criminal contra Agustín Edwards presentaron familiares de detenidos desaparecidos

En el Día Internacional de los Derechos Humanos y, por coincidencia, 7º aniversario de la muerte de Pinochet, fue presentada hoy una querella colectiva por “asociación ilícita genocida” contra Agustín Edwards Eastman, el dueño de la cadena El Mercurio, y otros personajes vinculados al periodismo.

La demanda fue introducida ante la Secretaría Criminal de la Corte de Apelaciones de Santiago por el abogado Hiram Villagra Castro y familiares de 119 detenidos desaparecidos en Chile que en 1975 la llamada Operación Colombo de la DINA presentó como muertos en “pugnas internas” o enfrentamientos con fuerzas de seguridad de Argentina.

La demanda invoca los artículos 292 y 293 del Código Penal para procesar a Edwards, la periodista Mercedes Garrido, en 1975 editora del diario La Segunda de la cadena El Mercurio; Beatriz Undurraga Gómez, en esos tiempos cronista policial de El Mercurio de Santiago; Álvaro Puga, “Alexis”, asesor en comunicación y propaganda de la dictadura cívico-militar encabezada por Pinochet, “y de todos los que además resulten responsables” del mismo delito de “asociación ilícita genocida”.

El libelo acusador de 16 páginas, suscrito por 16 familiares de otras tantas víctimas entre Los 119, relata a la Corte que “a pretexto de una situación de guerra se produjeron graves violaciones a los derechos más fundamentales de la persona humana establecidos en tratados internacionales vigentes en la Constitución y en las leyes”, y explica que “para encubrir los hechos se diseñó la llamada ‘Operación Colombo’, una vasta operación de encubrimiento desarrollada por la DINA y sus colaboradores civiles en una operación de guerra psicológica”.

La demanda judicial describe que a partir de junio de 1975 comenzó una vasta campaña de propaganda mediática en que “diversos medios nacionales de comunicación reprodujeron profusa y ampliamente una información que daba cuenta de la supuesta muerte de 119 hombres y mujeres chilenos, a manos de sus propios compañeros, producto de pugnas internas o en enfrentamientos con las fuerzas de seguridad de diversos países.

“En realidad, las personas mencionadas por las listas habían sido detenidas en Chile por la DINA y se encontraban, en esos momentos y hasta hoy, desaparecidas. Como se supo entonces, y tal como lo estableciera posteriormente el Informe Rettig, dicha publicación fue producto de la Operación Colombo, una maniobra destinada a encubrir la detención de cientos de chilenos y que había comenzado en junio de ese año, con la difusión en la prensa chilena de una información que alertaba sobre la presencia de ‘grupos guerrilleros’, integrados por ciudadanos chilenos, que se preparaban en territorio argentino para ingresar al país”, señala la demanda judicial.

“Coincidentemente con lo anterior, las autoridades de la época comenzaron a afirmar que muchos de los ‘supuestos detenidos” estaban en realidad en la clandestinidad”, prosigue el libelo acusatorio. “Como parte de esa política de negación, el 4 de julio el general Pinochet anunció su decisión de no permitir el ingreso al país de la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, anunciada para el día 10 del mismo mes”.

“A los pocos días, y como respuesta a la presión internacional, se sucedieron diversas informaciones en la prensa argentina y chilena sobre detenidos desaparecidos chilenos cuyos cuerpos habrían sido encontrados en el país transandino. Tal fue el caso de Luis Guendelman, Jaime Robotham y, luego, Juan Carlos Perelman. Incluso se llegó a informar que la verdadera identidad del ‘terrorista Carlos’ [el venezolano Ilich Ramírez Sánchez, llamado también ‘el Chacal’] correspondía a la del chileno detenido y desaparecido Néstor Gallardo Agüero”. Es decir, “encontraron” cadáveres de ciudadanos desconocidos que aparecieron calcinados en Argentina con documentos de identidad de personas detenidas y desaparecidas en Chile.

“Exterminados como ratones”

La falsedad de estas y otras informaciones burdamente fabricadas, que fueron difundidas, entre otras, por las agencias United Press International y Associated Press y reproducidas en Chile por los diarios de Agustín Edwards, y el matutino La Tercera, entre otros, quedó al descubierto una vez que se dieron a conocer las listas con los 119 nombres, el 22 y 24 de julio de 1975 en dos publicaciones fantasmas de Argentina y Brasil, en la revista argentina “Lea”, que salió por una sola vez, y enseguida en el diario Novo O’Dia, de Curitiba, que también tuvo una edición única.

El 24 de julio de 1975, el vespertino La Segunda, de Agustín Edwards, tituló en portada “Exterminan como ratas a miristas” [miembros del MIR, Movimiento de Izquierda Revolucionaria]. La Tercera inauguró un género informativo-editorial, mezclando la “noticia” con interpretación propia: “Habían sido presentados recursos de amparo [habeas corpus] a favor de los miristas muertos o evadidos en Argentina y otros países, con lo cual quiere decir que habría existido una operación malintencionada de los padres, madres, o hijos o cónyuges de los desaparecidos, para procurar el desprestigio del gobierno y de la justicia chilena”, escribió un cronista anónimo.

El Mercurio del 25 de julio de 1975 editorializó: “Los políticos y periodistas extranjeros que tantas veces se preguntaron por la suerte de estos miembros del MIRF y culparon al gobierno chileno de la desaparición de muchos de ellos, tienen ahora la explicación que rehusaron aceptar. Víctimas de sus propios métodos, exterminados por sus propios camaradas…”, etcétera, haciendo notar malestar “por el hecho de que los extremistas y una serie de organizaciones que alegan defender los derechos humanos hubieran utilizado a los jueces en el sucio juego de desprestigiar a Chile”, explica la querella.

Los cerebros de esta trama de “inteligencia mediática” fueron los asesores comunicacionales de la dictadura, aunque la querella sólo identifica a Álvaro Puga (“Alexis”), “y todos los demás que resulten responsables”. El trabajo de “inteligencia” en Argentina, para el “hallazgo” policial de cadáveres de ciudadanos desconocidos portando documentos de identidad chilenos, fue coordinado por Enrique Arancibia Clavel, chileno, agente DINA, ex bailarín, partícipe del asesinato del general Carlos Prats González en septiembre de 1974, quien terminó sus días asesinado de 34 puñaladas por un explotador de homosexuales, el 29 de abril 2011 en Buenos Aires, después de pasar 11 años en la cárcel.

Los periodistas pidieron perdón

Los demandantes quisieran que los diarios que mintieron sobre sus familiares pidieran perdón en títulos de primera página tan destacados como los publicados en 1975, dijo Roberto D’Orival Briceño, hermano del desaparecido Jorge D’Orival Briceño y uno de los firmantes de la querella. En un extraño incidente, la guardia del Palacio de los Tribunales impidió el acceso a los demandantes que deseaban firmar la querella. La Justicia sólo permitió el ingreso de cinco familiares para impetrar justicia.

El Colegio de Periodistas realizó un juicio interno para procesar, según el Código de Ética de la orden, a los periodistas que participaron en esta tramoya periodística. Algunos de los procesados por el Tribunal de sus pares resultaron sancionados o expulsados y más de uno se desempeñaba como “profesor de ética periodística” en escuelas de periodismo de universidades privadas. En junio de 2008, el Colegio cerró este capítulo deshonroso para la profesión pidiéndole perdón a los familiares de los dos casos más relevantes tratados por sus instancias éticas, el de Los 119 y el de la Rinconada de Maipú, entonces sector rural de Santiago donde 5 miembros de la familia Gallardo Moreno y 3 personas más fueron presentadas como “terroristas caídos en un enfrentamiento con fuerzas de seguridad” que nunca existió. Fue una puesta en escena transmitida in situ por “rostros” de los principales noticiarios de TV de aquella época, en coproducción con la DINA.

 

La familia Gallardo, incluido el padre, Alberto Gallardo Pacheco, tornero de 62 años, fue exterminada en calabozos secretos de Villa Grimaldi entre el 18 y el 19 de noviembre de 1975. Entre los sobrevivientes se encuentra Alberto Rodríguez Gallardo, Beto para sus amigos y familiares, quien también fue detenido en 1975, cuando apenas tenía 6 meses de edad, y concurrió hoy a los tribunales a respaldar esta querella por crímenes de asociación ilícita genocida cometidos bajo dictadura, como el asesinato encubierto de su madre, Catalina Gallardo Moreno, de 29 años. En rigor, los Gallardo fueron 6, y no 5, porque Mónica Pacheco Sánchez, de 25 años, profesora de inglés y esposa de Roberto Gallardo Moreno, de 25 años, estaba embarazada de tres meses.

Fabricación rutinaria de “enfrentamientos”

El quinto miembro victimado de esta familia Gallardo fue el padre de Beto, Juan Rolando Rodríguez Cordero, pero el crimen ocurrió al año siguiente, el 20 de octubre de 1976, cuando fue herido en un “enfrentamiento” falso en la vía pública y trasladado por agentes de la DINA a un hospital, de donde salió muerto. Y es que el encubrimiento noticioso por la vía del “enfrentamiento” falso fue el pan informativo que cada día hacían comer a los chilenos los grandes medios como El Mercurio, La Tercera y los canales de TV. Los cientos de casos no caben en una crónica, quizás en un libro de unas 500 páginas, como el del periodista Augusto Carmona Acevedo, asesinado por la espalda el 7 de diciembre de 1977, en Santiago, y presentado casi como un héroe que resistió el arresto por la Central Nacional de Información (CNI), sucesora de la DINA desde 1977.

Por ejemplo, la Operación Alfa Carbón, que exterminó a 7 personas el 23 y 24 de agosto de 1984, movilizó a 60 agentes de la CNI para matar en Concepción, Los Ángeles y Valdivia, cumplió su tarea llevando consigo a un equipo de TVN, a cargo del periodista policial Esteban Montero, quien “cubrió” en exclusiva los “enfrentamientos”, obtuvo “información privilegiada” –pero inventada– e hizo despachos tipo flash “en vivo” que irritaron a los verdaderos periodistas locales, a quienes la CNI les impidió el acceso y cobertura. Otro periodista vinculado al MIR, Juan Elías Espinoza Parra, de Concepción, murió acribillado con 22 disparos, la mayoría por la espalda, el 29 de diciembre de 1985, en otro «enfrentamiento» al sorprendérsele «poniendo una bomba» a plena luz del día, en una concurrida esquina del sector Quinta Normal, Santiago.

La querella de los familiares de los 119 pide citar a los imputados, despachar “orden amplia de investigación” a la Brigada Investigadora de Delitos contra los Derechos Humanos de la Policía de Investigaciones (PDI), oficiar al Colegio de Periodistas para que remita copias, anexos y materiales del sumario ético realizado por la Operación Colombo y solicitar al cinematografista Ignacio Agüero copia del material no editado de su documental “El Diario de Agustín”.


CIPER

27 de Mayo 2014

Nuevo informe de cita de Agustín Edwards con el jefe de la CIA devela su rol clave en el Golpe

La semana pasada EE.UU. publicó una recopilación de documentos sobre la relación con Chile entre 1969 y 1973. Un memorándum que ya había sido desclasificado en 1999, parcialmente y con muchas partes censuradas, aparece ahora en una versión más completa de la histórica reunión entre Agustín Edwards y el ex director de la CIA Richard Helms. El documento arroja nuevas luces sobre el intenso lobby que hizo el dueño de El Mercurio para promover un Golpe de Estado contra Allende con apoyo de la CIA y desmiente lo que le declaró al juez Carroza en septiembre pasado sobre dicha reunión.

“Reitero que tuve una reunión en Washington con Helms [Richard, el director de la CIA,]”, testificó bajo juramento el dueño del diario El Mercurio, Agustín Edwards, ante el juez Mario Carroza a fines de septiembre del año pasado. Y agregó: “Además, esta reunión se efectuó días después de la elección de Salvador Allende, oportunidad donde se comentó la circunstancia de haber sido electo un presidente comunista en un país democrático, pero en ningún caso se pensaba en un Golpe de Estado o algo parecido”.

De hecho, Edwards y Helms sí discutieron exhaustivamente y en detalle la necesidad de un Golpe de Estado en Chile en ese encuentro realizado el 14 de septiembre de 1970, diez días después de la elección presidencial en la que Allende obtuvo la primera mayoría. De acuerdo a un documento desclasificado que en diez páginas resume la reunión, el dueño de El Mercurio entregó extensa información de inteligencia sobre los potenciales conspiradores para un Golpe de Estado en las distintas ramas de las Fuerzas Armadas chilenas y sobre sus preocupaciones respecto al apoyo de Estados Unidos.

Agustín Edwards, quien había decidido abandonar Chile y partir al exilio,también le entregó a la CIA nombres de otros políticos quienes “aún tienen buenos contactos con los militares” que la CIA podría aprovechar: los dirigentes del Partido Nacional Sergio Onofre Jarpa y Francisco Bulnes, entre ellos.

Edwards también le hizo un reporte a Helms de las actividades del Presidente Eduardo Frei Montalva contra Allende después de la elección, compartiendo sus opiniones sobre la falta de coraje de Frei para evitar que Allende asumiera la presidencia. “Describió a Frei como alguien que habitualmente colapsa bajo presión”, de acuerdo al memorándum de la conversación. “Edwards dijo que Frei es indeciso, siempre vacilando, siempre esperando que ‘otro dé el primer paso’ ”. Agustín Edwards predijo que Frei “probablemente se acobardará a último minuto”, en vez de avanzar hacia un golpe.

Finalmente, Edwards intentó incitar a la CIA para que hiciera algo para evitar que Allende se convirtiera en Presidente de Chile. Le dijo a Helms que Fidel Castro había aparecido en la televisión en Chile recomendando a los chilenos no preocuparse de una intervención de Estados Unidos pues Washington estaba “neutralizado” por la guerra de Vietnam y la extendida oposición doméstica a ésta. “Una pregunta clave en la mente del chileno medio es: ¿Le importa a Estados Unidos [lo que pase en Chile]?”, le informó Edwards al director de la central de inteligencia estadounidense.

EL “MEMCON” DE LA REUNION HELMS/EDWARDS

El hecho de que Agustín Edwards se reuniera con el director de la CIA el 14 de septiembre en Washington D.C. fue conocido públicamente desde que un comité especial del Senado estadounidense, liderado por el senador Frank Church, reveló en un reporte detallado la acción encubierta de la CIA en Chile hace casi cuarenta años. En septiembre pasado, para el 40° aniversario del Golpe de Estado, CIPER publicó las primeras cuatro páginas del memorándum de la CIA sobre esa conversación, titulado “Conversación sobre la situación política chilena”.

El documento resume la primera parte de la reunión Edwards/Helms e indica, al contrario del testimonio bajo juramento de Edwards ante el juez Carroza, que discutieron el “timing para una posible acción militar”. Una segunda versión desclasificada del mismo documento (obtenida por el autor y que CIPER publica ahora) totaliza diez páginas fuertemente censuradas y que prueban que más de la mitad de la reunión fue dedicada a una discusión explícita sobre una conspiración para un Golpe de Estado y de cómo Estados Unidos podría apoyarlo .

En ambas versiones de este “memcon” –como son llamados estos documentos en Estados Unidos–, el nombre de Agustín Edwards está tachado. Es claro que la agencia de inteligencia aún quiere proteger su identidad como fuente confidencial. Pero no lo logró. El documento se refiere a que la reunión tuvo lugar a petición de Henry Kissinger, entonces asesor de seguridad del Presidente Nixon, quien había tomado desayuno con Edwards el 14 de septiembre de 1970 en Washington. Transcripciones desclasificadas de las conversaciones telefónicas de Kissinger, obtenidas por el National Security Archive, revelan que Kissinger ese mismo día llamó a Helms para decirle: “Edwards está aquí”. En el mismo llamado, Kissinger le pidió a Helms que personalmente le preguntara a Edwards sobre la situación en Chile. Helms accedió.

Ahora, con la desclasificación la semana pasada de una nueva colección de registros de la oficina histórica del Departamento de Estado, tenemos una nueva versión del famoso “memcon”, una transcripción oficial y mucho memos censurada del gobierno de EE.UU. del documento que identifica a los participantes de la reunión: Agustín Edwards, Donald Kendall, el presidente ejecutivo de Pepsicola, el director de la CIA Richard Helms y un ayudante no identificado de Helms en la CIA, quien tomó notas y escribió el resumen de la reunión. Los censores de la CIA intentaron ocultar el nombre de Agustín Edwards a lo largo de la transcripción, refiriéndose a él como “nombre no desclasificado”. Pero en al menos dos partes del documento, los censores no percibieron la referencia a Edwards y su nombre es reproducido como la fuente de la información (ver documento).

La reunión fue clave en el impulso que se le dio a partir de ese día a la acción desestabilizadora emprendida por el gobierno de Nixon en contra de Allende. Agustín Edwardsno fue sólo el primer civil chileno del que se tenga conocimiento que se haya reunido en esos álgidos días con el director de la CIA. De acuerdo a los documentos desclasificados hasta ahora bien podría ser el único chileno que se sepa se haya reunido con el director de la CIA. Además, no fue coincidencia que la reunión tuviera lugar justo un día antes de que el Presidente de Estados Unidos, Richard Nixon, ordenara a Helms iniciar un conjunto de acciones encubiertas para “hacer que la economía chilena chille” y así provocar un Golpe para evitar que Salvador Allende asumiera la presidencia.

Entre los miles documentos de la CIA y el Departamento de Estado de EE.UU. que han emergido de la decisiva intervención encubierta de Estados Unidos en Chile, no hay otro que deje tan claro el rol de uno de los principales socios chilenos en la conspiración extranjera: Agustín Edwards.

REUNIÓN EN EL MADISON

En la tarde del 14 de septiembre de 1970, acompañado por el presidente de la Pepsi, Donald Kendall, quien era un amigo cercano del Presidente Richard Nixon, Agustín Edwards se reunió con el jefe de la CIA, Richard Helms, en el Hotel Madison, ubicado en el centro de Washington. El contenido del informe de dicha reunión deja claro que Edwards venía bien preparado para hacer lobby frente a su interlocutor para la necesidad de ejecutar un Golpe de Estado en Chile. De allí que le entregara a Helms información de inteligencia sobre las Fuerzas Armadas chilenas, dirigentes políticos pro-golpe y la situación política general que había provocado la mayoría relativa del candidato de la Unidad Popular sólo diez días antes.

Por ejemplo, Edwards le informó a Helms de una reunión secreta que el Presidente Frei Montalva había tenido –usando al vicepresidente del PDC Bernardo Leighton como intermediario– con el candidato presidencial de la derecha y el Partido Nacional, Jorge Alessandri, quien había obtenido la segunda mayoría relativa con sólo 40 mil votos de diferencia con Allende. Allí se había discutido la posibilidad de crear un nuevo escenario en el cual el Congreso chileno –con los votos de la derecha y la Democracia Cristiana– ratificaría a Alessandri y no a Salvador Allende. Inmediatamente después del pronunciamiento del Congreso, Alessandri renunciaría y habría nuevas elecciones presidenciales, en las cuales Frei participaría y probablemente ganaría.

En el memorándum se dice que Agustín Edwards le manifestó a Helms su preocupación sobre la viabilidad y las probabilidades de éxito de dicho plan, conocido como “la solución constitucional”. Según se lee, Edwards le dijo a Helms: “[el plan] podría no funcionar. ¿Entonces qué?”. Agustín Edwards prefería una solución no constitucional.

El grueso de la reunión de Edwards con Richard Helms, según el informe recientemente desclasificado, estuvo dedicado a evaluar a los miembros de las Fuerzas Armadas de Chile, sus liderazgos y sus verdaderas y potenciales consideraciones para involucrarse en un Golpe de Estado. Edwards le entregó al jefe de la CIA detalles concretos de comandantes en toda las ramas uniformadas, las tropas que controlaban y lo que costaría hacerlos moverse para un golpe.

Uno de los ejemplos que entregó Agustín Edwards en esa reunión estaba relacionado con los obstáculos que se preveía en la Fuerza Aérea, la que difícilmente jugaría un rol de liderazgo para el golpe. Informando sobre el comandante en jefe de la Fuerza Aérea, el general Carlos Guerraty, Edwards le dijo a Helms: “Él quiere actuar contra Allende, pero Guerraty no es muy inteligente”.

En otro acápite del informe de la reunión de Agustín Edwards con Richard Helms, se registra que el director y dueño de El Mercurio le dice al jefe de la CIA que antes de dejar Chile había podido hablar personalmente con el general Camilo Valenzuela, jefe de operaciones militares en Santiago, quien semanas después se transformaría en un líder en la operación respaldada por la CIA para instigar un golpe a través de la neutralización del general René Schneider. De acuerdo a Edwards, Valenzuela declaró que “lo haría por su cuenta” si debía, para evitar que Allende se transformara en Presidente de Chile.

En el informe se dice que luego de esa conversación personal con el general Camilo Valenzuela, Edwards le transmitió un mensaje sobre el apoyo de Estados Unidos a cualquier esfuerzo para un Golpe de Estado. De acuerdo a la transcripción de la reunión de Edwards con Helms, el dueño del diario El Mercurio “agregó que al discutir la situación post-electoral con [el general Camilo] Valenzuela y algunos oficinales navales clave, estaban preocupados de dos puntos básicos:

1) Si el gobierno chileno fuera derrocado en una acción militar, ¿recibiría el nuevo gobierno el reconocimiento diplomático de Estados Unidos?

2) ¿Recibirían las Fuerzas Armadas chilenas apoyo logístico por una acción contra el gobierno?”.

Luego Edwards informó a Helms que el subjefe del Estado Mayor de la Defensa Nacional (y el corazón de la preparación y articulación del Golpe en 1972 y 1973), el capitán Carlos Le May Délano, había identificado dos posibles “gatilladores” para un movimiento militar contra Allende: ruido de sables en Perú o Argentina contra Allende, o una decisión del gobierno de Estados Unidos de retener ayuda.

En algún punto durante la reunión, Richard Helms le preguntó a Agustín Edwards sobre la mejor forma en que el gobierno de Estados Unidos podía enviar un mensaje de “aliento” a los militares chilenos. Edwards respondió que sería “desastroso” si un mensaje así se enviara abiertamente. Y agregó que, no obstante, “si la palabra sobre la actitud de Estados Unidos fuera enviada discretamente, podría ayudar”.

La conversación continuó con la entrega por parte de Agustín Edwards al jefe de la CIA de información de inteligencia muy necesaria sobre quiénes en el establishment político de la derecha tenían lazos cercanos e influyentes con los militares. Allí el dueño de El Mercurio mencionó a Sergio Onofre Jarpa y a Francisco Bulnes, entre otros nombres que, más de 40 años más tarde, la CIA sigue manteniendo en secreto.

USANDO LA EVIDENCIA

Al final del memorándum de la conversación, el oficial de la CIA que tomó notas entregó su propia opinión sobre Edwards: “Estaba a ratos algo emocional y frecuentemente divagaba. Parecía estar buscando las soluciones posibles pero su conversación no indicaba que ya hubiera encontrado una que considerara factible o efectiva”.

El acta de la reunión deja claro, sin embargo, que ese 14 de septiembre de 1970, Agustín Edwards no sólo abogó por una solución militar para impedir que Allende llegara a La Moneda, sino que asumió el rol de informante de la CIA al proveer a la central de inteligencia de información sobre figuras políticas y militares clave que podrían ayudar en los objetivos ideológicos y económicos de Estados Unidos, los que coincidían con los intereses financieros y políticos que representaba el dueño de la empresa El Mercurio. Para ambos resultaba de vital importancia derrumbar la democracia constitucional en Chile.

Los argumentos e informaciones entregadas por Agustín Edwards al jefe de la CIA ese 14 de septiembre, ayudaron a poner en movimiento el más cuestionado y dañino conjunto de operaciones encubiertas en la historia de Chile y Estados Unidos, que incluyó el Plan “Track II”, ordenado por el Presidente Nixon durante una reunión con Helms al día siguiente (15 de septiembre), para instigar un golpe militar que llevó directamente al asesinato del general René Schneider en octubre de 1970.

Como el propio Richard Helms testificó ante el Comité Church en el Senado estadounidense: “Tengo la impresión de que el Presidente organizó esta reunión -de la que tengo mis notas escritas a mano- por la presencia de [Agustín] Edwards en Washington y que [lo que Nixon] escuchó de Kendall sobre lo que Edwards estaba diciendo sobre las condiciones en Chile y lo que estaba pasando allá”.

En términos de verdad histórica, este documento entrega la más acabada y precisa versión sobre lo que Agustín Edwards hizo, sabía y dijo para ayudar y apoyar al coloso del norte para intervenir en los asuntos internos de su propio país. Al menos los chilenos ahora saben lo que el más importante empresario de medios de comunicación ya sea por olvido o intencionalmente engañó al juez Carroza cuando testificó que nunca había conspirado con la CIA para presionar por un Golpe de Estado.

Tal vez este documento tenga un rol legal que jugar también para determinar si Edwards cometió perjurio y conspiró con una potencia extranjera para hacer daño y provocar un quiebre institucional en su patria. En efecto, es tiempo de confrontar a Agustín Edwards con las evidencias contundentes de sus verdaderas acciones como un traidor de su país y a su Constitución.


La Nacion

17 of June 2014

FUNAN A AGUSTÍN EDWARDS EN PASO DE SU VELERO POR ESTOCOLMO

Un dato llegado a la organización Solidaridad Suecia –América Latina hizo que un grupo de chilenos residentes en Suecia protestaran contra el dueño de El Mercurio mientras estaba de vacaciones. Lo consideran uno de los cómplices de los atropellos a los Derechos Humanos en Chile durante la dictadura
 

Un grupo de chilenos residentes en Suecia funó este martes al dueño del diario «El Mercurio» Agustín Edwards, mientras disfrutaba de un viaje de placer en un velero que tenía bandera de las Islas Caimanes.

Según publica El Mostrador, el magnate de la prensa y para muchos uno de los soportes de las comunicaciones en dictadura en Chile, se ecuentra de vacaciones en ese país y habría sido un dato llegado a la organización Solidaridad Suecia –América Latina, el que alertó de su presencia.
«Agustín Edwards Eastman anda de viaje por Suecia en un velero de lujo llamado ‘Anakena’, con bandera del paraíso fiscal Islas Caimanes. Nos dieron el dato de su venida a Estocolmo e hicimos lo que tenemos que hacer siempre con los culpables de atropellos a Derechos Humanos, funarlos», señaló Francisco Contreras, vicepresidente de la organización Solidaridad Suecia-América Latina.

El dirigente de la organización señaló además que la funa es por la «participación en el golpe militar contra el Presidente Salvador Allende y sus mentiras sobre los atropellos a los derechos humanos durante la dictadura de Pinochet», indicó.
Agregó Contreras; «A Agustín Edwards y su diario se le sindica como cómplices de la dictadura de Pinochet y según indica un informe del senador estadounidense Franck Church y los documentos desclasificados de la CIA señalan a Edwards como uno de los promotores del golpe de Estado. Por eso queremos hacerle saber que la humanidad, que la historia, no olvida su participación en el derrocamiento de un presidente electo por voto popular. Que no olvidamos las mentiras de El Mercurio durante la dictadura», indicó Francisco Contreras.

 

http://www.memoriaviva.com/Complices/edwards_agustin_el_mercurio.htm

 

 

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