A un año de la muerte del comunero mapuche, Kathy exige una justicia que aún no llega. En esta entrevista, habla de la relevancia de las manifestaciones actuales en el país y de su vida junto a Huacolda y Camila, sus dos hijas, tras el asesinato a manos del Grupo de Operaciones Policiales Especiales (GOPE) de Carabineros. «La mejor forma de conmemorar a Camilo es seguir luchando para que no hayan más asesinados«, resume.
Por Lucas Cifuentes – Fuente: eldesconcierto.cl
—Mi papi anda haciendo justicia.
Huacolda Catrillanca (5) corre entre el pasto, las margaritas, los dos perros y la mirada de su madre. Desde la casa, los cerros de Temucuicui se ven inmensos. Ella se pausa, los mira y toma su trenza larga que le llega a la cintura. Luego descansa en una banca, mientras los adultos cuelgan carne de yegua sobre unos troncos humeantes.
—¡Apúrate Kathy, apúrate!
Katherine corría con una olla blanca a recoger la sangre del cuello de la yegua. Es la jornada previa al 14 de noviembre, un año después del día en que Carabineros mató a Camilo por la espalda. Los preparativos involucran a toda la familia. Las mujeres amasan sopaipillas, preparan el caldo de cordero y sirven mote caliente; los hombres ayudan en labores de construcción y acorralan a la yegua que alimentará a las visitas de mañana.
Las camionetas se estacionan en las orillas de la casa de Katherine, la misma que comenzó a construir con Camilo y que tras su muerte se convirtió en un símbolo familiar. Teresa, la madre de Camilo, lleva algunas hojas bajo el munulongko (pañuelo). Ha estado enferma: el día anterior le realizaron un machitún y asegura que se ha sentido mejor. Sirve sopaipillas y se seca la frente, mientras ve correr a Huacolda.
Katherine se pasea con su hija menor en los brazos. Se llama Camila. Su esposo no alcanzó a conocerla, lo mataron seis meses antes que naciera. Ese dolor ha acompañado a Kathy desde la tarde en que Camilo partió sobre el tractor azul y escuchó los helicópteros de Carabineros sobrevolar Temucuicui.
—A él lo conocí cuando éramos niños, a través Paola, su hermana. Ella es mi amiga desde antes. En ese tiempo, yo estudiaba en el Liceo de Ercilla y vivía con mis padres en Chamichaco, cerca de acá. Él se había retirado del Liceo Pailahueque, que hoy es un cuartel policial. Ahí nos conocimos, conversamos, nos juntamos y al final vinimos a vivir a la casa de sus padres aquí en Temucuicui. Yo tenía 13 años.
Katherine Antín (21) es silenciosa. Habla pausado mientras Huacolda grita y juega a su alrededor. Con el brazo izquierdo mece despacio a Camila, de seis meses. Mira hacia los cerros de Temucuicui y suspira. La mayor parte del tiempo la pasa cuidando a sus hijas y realizando labores en la casa. Ahora aprovecha un momento de descanso y se siente en un banca de madera junto a un lienzo con la cara de Camilo que dice Amulepe Taiñ Weichan (la lucha continúa). Su habitual trenza le llega a la cintura, casi rosa la banca de madera.
—Vivimos cuatro años en la casa de mis suegros, hasta que nos vinimos para acá, como un año antes de que pasara todo esto, cuando se recuperó esta tierra. Y los dos empezamos a hacer la casa. Veníamos siempre. Avanzamos harto entre los dos, con ayuda de mi suegro igual.
La historia del 14 de noviembre pasado es conocida: Camilo construyendo su casa, el cordero, el tractor, las balas. Katherine no entendía por qué se demoraba tanto, por qué no volvía, mientras escuchaba el helicóptero dando vueltas. Hasta que le avisaron que había un herido en la comunidad y solo pensó: “Ojalá no sea él”.
Cuando comenzó a oscurecer, le avisaron que el herido era Camilo. Diferentes voces le adelantaban información confusa. Pero ella no sabía en qué hospital estaba su esposo, si en Victoria o Ercilla, si tenía herida una herida pequeña o grave.
— Después, al rato, vino una lamngen a la casa y me dijo que Camilo no resistió. Yo poco me acuerdo de ese día. Como que se me cerró la mente. Nadie se esperaba eso y yo pensando que él iba a volver aquí. Imagínate, al otro día llegamos y él no estaba. Ahora lo que exijo es justicia. Justicia por mis hijas, porque ellas son las que quedaron sin papá. Ojalá otras personas no pasen por esto. Ojalá otros lamngen no pasen por lo mismo. Porque es mucho sufrimiento para una mamá, una esposa y sus hijos.
—Ese día me picó una cuncuna, pero ahora se transformaron en mariposas —interrumpe Huacolda en la conversación. Sigue jugando a romper una piedrecillas.
—¿Cómo ha sido para usted la vida después de Camilo, Katherine?
—Triste. Aunque se haya construido la casa, no es lo mismo. Aunque tenga todo, no voy a ser feliz, porque falta él. Todo el proceso que hemos vivido no es algo de lo que voy a sacar provecho. Siento que algunos me miran como con lástima, porque quedé sola, pero yo no me siento así. Gracias a mis hijas no me decaigo.
Durante la mañana, la Escuela Municipal de Temucuicui —lugar del que Camilo fue alumno y apoderado— llevó a sus estudiantes (desde kínder a sexto básico) al cementerio mapuche del territorio. Allí les explicaron la importancia de recordar a Camilo, dieron algunos discursos y Huacolda —hoy alumna de la escuela— leyó una carta para su padre.
—Mi hija me dice “no estés llorando, mamá, si mi papito va a volver”. Ella dice que va a volver su papá, le tiene sorpresas guardadas. Mis hijas después van a sufrir. Van a preguntar por su papá. ¿y cómo les vamos a responder? Bueno, yo tengo que hacerlo. Huacolda ya me pregunta, porque ella se acuerda, ella vio a su papá como estaba
— ¿Tiene esperanza de que habrá justicia?
Así como están las cosas… ojalá que hubiera. Pero quizás cuánto va a tardar esa justicia. Espero que sea rápido, por ellas.
— ¿Las manifestaciones que se multiplican por Chile, son una forma de conmemorar a Camilo?
— Sí, a él le gustaba esto. Si hubiese estado vivo, participaría en las manifestaciones. La gente ve tantos abusos que comete el Estado, qué bueno que se levantaron ahora. La mejor forma de conmemorar a Camilo es seguir luchando para que no hayan más asesinados, para que la policía deje de meterse en las comunidades —porque siguen entrando— y que se retiren los carabineros de Ercilla y de toda la zona mapuche.
— ¿Qué cree que se viene para la lucha mapuche?
— Hartas cosas. Se va a cumplir un año desde la muerte de Camilo y ya hay gente movilizándose en todos lados. Y es un año no más, vamos a ir viendo después como van a reaccionar.
— ¿Cómo enfrentan este proceso las mujeres mapuche ?
— La mujer mapuche siempre lucha junto con su pareja. Todos los matrimonios salen a weichacar juntos. Y espero que ojalá no pasen por lo mismo que pasé yo, porque es triste y doloroso para la familia.
— ¿Qué espera a futuro para usted, sus hijas, su familia y su comunidad?
— Yo solo exijo justicia, nada más. Ya es mucho lo que el Estado está haciendo con nosotros y con la gente chilena que se está manifestando. Varia gente ha muerto, los dejan sin ojos. Están disparando a mansalva.
— Si pudieras enviarle un mensaje a Camilo ¿qué le dirías?
— Que ayude a toda la familia, a toda la gente de la comunidad. También le diría que lo extrañamos mucho como esposo, hijo y padre. Eso. Solo exijo justicia.