Documento difundido por el Movimiento Mundial por el Bosque Nativo – WRM y escrito por Hendro Sangkoyo.
Para muchos, la cartografía es una técnica nada sospechosa que nos ayuda a orientarnos en el mundo. Lo que se suele ignorar es la importancia de saber cuáles agendas políticas están al servicio de los mapas. Incluso la industria mundial de la “contra-cartografía”, que sigue siendo útil en parte para resistir a las invasiones que la cartografía convencional favorece, ha comenzado a adoptar la espacialidad, la temporalidad y la lógica del cambio que están en la base de la cartografía hegemónica. En muchas regiones, la participación y la posesión de acciones en la industria minera y las plantaciones, o en proyectos REDD y demás proyectos de compensación de emisiones, substituyen la lógica de resistencia y reparación, a la que supuestamente estaría sirviendo la cartografía participativa. Es pues necesario incorporar una historia crítica de los movimientos en pro de una “cartografía desde adentro” – lo contrario de la cartografía hegemónica “desde afuera” – a las agendas de aprendizaje social, con el fin de contribuir al logro de un cambio real.
Las últimas cuatro décadas han sido testigo de cambios radicales en los países del Sur. En medio de una economía mundial cada vez más integrada en base a la energía y las materias primas, empresas fuertemente financiadas se precipitaron a ocupar nuevos o potenciales lugares con valor de producción. La producción ha sido fragmentada y redistribuida, los regímenes comerciales desensamblados y reorganizados, y los Estados nacionales reconfigurados en consecuencia. A medida que las antiguas etiquetas “Hecho en Alemania” o “Hecho en Japón” son siendo reemplazadas por “Hecho en el mundo”, han ido apareciendo formas nuevas y más rápidas de deterioro ecológico y social.
Entre dichos cambios figura el de la cartografía (o mapeo). En el pasado, la presentación de la tierra sobre mapas solía ayudar a las empresas y los Estados a reclamar territorios y organizar los conocimientos necesarios para acumular capital. Frecuentemente se descartaban “otros” reclamos y saberes considerados irrelevantes.
La cartografía capitalista expande y transforma la logística militar. Dicha cartografía se está volviendo más especializada y estrecha en su formación disciplinaria, no sólo al acumular conocimientos considerados útiles para la reproducción de la economía mundial, sino también al descartar o condenar al mismo tiempo cualquier “otro” conocimiento declarado irrelevante. Hoy en día, la cartografía parece estar volviéndose aún menos democrática y más elitista, apartándose aún más de las preocupaciones de los grupos sociales más débiles. Inversionistas y líderes políticos examinan los mapas del mundo para saber en qué lugares es “tolerable” “reducir las regiones productoras de alimentos”. Dónde se pueden adquirir “depósitos de carbono en bosques tropicales” al más bajo precio. Dónde es más bajo o más alto el precio en dólares de la tierra agrícola. Dónde se pueden abrir más fácilmente nuevos “corredores” que faciliten la simplificación de la producción y el comercio a través de miles de kilómetros de fronteras topográficas y políticas, reorganizando a su paso poblaciones humanas y no humanas. El llevar “desarrollo” a quienes han sido afectados por las inversiones a gran escala, que fueron preparadas por tales mapas, es el argumento frecuente en defensa de la destrucción.
En el lapso de cincuenta años a partir de fines de los años 60, ese enérgico reordenamiento cartográfico del mundo ha inspirado confianza dentro de un amplio espectro político – incluso dentro de algunos movimientos ecologistas – en la utilidad de esas “geografías” reduccionistas.
La “planificación espacial” impulsada por el Estado mapea fuera de los bloques de inversión existentes o en zonas ya construidas, las áreas que puedan ser arrasadas con el menor costo político posible, a fin de que estén disponibles para la próxima ronda de inversión internacional. Drones y satélites permiten que los Estados y las empresas obtengan, con un margen de error inferior a un metro, una representación rentable de cualquier espacio, desde los tipos de suelo hasta las fronteras legales.
Mientras tanto, las comunidades locales tienen dificultades para obtener compensaciones por la invasión de sus territorios, puesto que los mapas que usan sus adversarios estatales o empresariales ni siquiera permiten reconocer qué tendrían que compensar.
Espacios alternativos
Sin embargo, incluso las tentativas más enérgicas y sistemáticas de rediseñar el mapeo de la tierra en favor de una nueva oleada de saqueo desencadenan sus propios adversarios. Cada intento de expandir las fronteras del espacio monopolizado con el fin de generar mayores beneficios económicos provoca esfuerzos por definir, defender, reivindicar y recrear espacios “alternativos”.
Dichos espacios se pueden encontrar no sólo en grandes eventos como el Foro Social Mundial, que tienen lugar en ciudades como Porto Alegre, Mumbai o Túnez. También surgen en muchos lugares donde la erosión de los bienes comunes está llevando a la gente a intentar reconectarse con sus bosques, montañas y suelos.
Potencialmente, esos espacios “alternativos” pueden también ser construidos a partir de los espacios-de-vida transitorios, a menudo ignorados, de los nuevos desposeídos, que incluye a los asentamientos urbanos, obreros oprimidos y refugiados rurales. En dichos grupos, el sentimiento de comunidad sólo se invoca en situaciones de emergencia, como la amenaza de desalojo, y se manifiesta en forma de revueltas o motines. Sin embargo, de esas situaciones de emergencia surgen también espacios duraderos para el aprendizaje colaborativo, que no son televisados ni financiados, ya sea para volver a sembrar una tierra asolada, cultivar alimentos para satisfacer las necesidades internas de la comunidad, entre otros fines. Dichos esfuerzos son algunas de las formas de rebrotar ciertos órganos necesarios para seguir avanzando.
La cartografía alternativa
Intentos de mapear dichos espacios podría potencialmente perfilar los nuevos terrenos de lucha contra la expansión capitalista. Pero también podrían terminar favoreciendo los intereses imperialistas o corporativos globales.
La “contra-cartografía” y la “cartografía participativa” son ejemplos de esto. La contra-cartografía generalmente recurre a profesionales para trazar mapas que representen mejor los intereses y las inquietudes del común de la gente, mientras que la cartografía participativa suele depender en parte de información que sólo la gente del lugar puede aportar.
Dichos esfuerzos suelen ser bien intencionados, pero pueden también reproducir las formas discriminatorias de pensar sobre el espacio que caracterizan a los mapas dominantes.
Pueden, por ejemplo, excluir las opiniones de quienes no son capaces de utilizar las técnicas cartográficas, o de quienes no entiendan el vocabulario que emplean. Pueden representar los espacios-de-vida locales como lugares situados en una matriz de propiedades o de prospección, contradiciendo así lo que define a dichos espacios-de-vida. Incluso cuando pretenden representar el alcance de la invasión de tierras ancestrales o la proliferación de los movimientos de resistencia, probablemente no podrán examinar en profundidad, y menos representar en un mapa unidimensional, la naturaleza de los conflictos subyacentes.
Además, los intentos de mapeo “alternativo” pueden terminar sirviendo como fuentes de información de gran valor comercial, que tanto los Estados y las corporaciones no consiguen fácilmente, como la ubicación por GPS de algún acantilado cuyo color coincida con las muestras de determinado mineral, o el conocimiento de prácticas de conservación locales que puedan ser luego mercantilizadas y vendidas, por ejemplo, en el marco de programas REDD+ o de otro tipo.
En Indonesia, por ejemplo, la Decisión 35 del Tribunal Constitucional de 2013 ordena el reconocimiento por parte del Estado de los “bosques consuetudinarios” en los mapas de los territorios tradicionales. Estos fueron cartografiados y administrados junto con las comunidades que participaban en REDD. Para fines de 2014, la Alianza de Pueblos Indígenas del Archipiélago Indonesio (AMAN) presentó 517 mapas, que abarcaban una superficie de más de 4.8 millones de hectáreas, al ahora extinto Consejo Ejecutivo de REDD+, que había asumido el papel de “custodio de datos” geográficos.
En el peor de los casos, la cartografía “participativa” degenera en simple manipulación. Un ejemplo notorio es lo que sucedió en Indonesia cuando el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF) prestó 50 cámaras de video a miembros de la comunidad de Lamalera de la isla de Lembata, e impartió cursos de formación para la grabación en video a la población. Poco después, la comunidad usó las cámaras para grabar una caza anual de ballenas con fines no comerciales y en parte ceremoniales en las aguas costeras de la isla. Luego de recuperar las cámaras, el WWF se sirvió de las grabaciones para desacreditar a los habitantes de Lamalera y proponerle al gobierno que prohibiera los rituales de ese tipo, sin molestarse en analizar ni comprender la historia social de los lamaleranos.
Caminos a seguir
En nuestros intentos de desafiar o “descentrar” el agresivo intento de re-mapear el mundo por el resurgente colonialismo, podemos aprender mucho de algunas formas alternativas, sólidamente establecidas, de organizar el espacio y el tiempo.
El cosmos balinés, por ejemplo, asocia el espacio cardinal, como las direcciones de brújulas, no sólo a virtudes, colores y grados de sacralidad, sino que también conecta los fenómenos cósmicos, las actividades humanas profanas y sagradas, junto a un conocimiento agudo y preciso del espacio-de-vida ecológico con un sistema de calendario híbrido. Este sistema híbrido contiene los calendarios lunar y solar, e incluye los calendarios gregoriano, hijri, chino, wuku y çaka. La idea es calibrar los ciclos temporales de los rituales sociales o ceremoniales en función de las ventajas que ofrecen las dinámicas del clima y los microclimas. Hoy en día, por ejemplo, los residentes de las cuatro comunidades que custodian el Lago Tamblingan entienden y viven de acuerdo a un mapa mental detallado del paisaje que se basa en un conjunto de leyes ecológicas que figuran en inscripciones del año 480 D.C.
Los mapeos del espacio asociados al, por ejemplo, Shan Hai Jing o Libro de los Montes y los Mares, de dos milenios de antigüedad, o a los mappamundi de la Europa medieval, nos proveen de más herramientas para realizar un análisis crítico de la cartografía contemporánea capitalista.
La resistencia, la recuperación y la reapropiación de los bienes comunes requerirán de esfuerzos colectivos para entender y denunciar la brutal extracción actual. En ese contexto, es importante resaltar el rol que la cartografía – incluyendo muchas formas de cartografía participativa – juega en ayudar a perpetuar dicha extracción. No obstante, la resistencia, la recuperación y la reapropiación de los bienes comunes requieren también de otros tipos de mapeos, que pongan en relieve códigos y razonamientos diferentes de los de la geografía capitalista dominante, en lo que respecta al uso del espacio, del tiempo de trabajo, de la energía y de los materiales de la tierra.
Hendro Sangkoyo, hendro.sangkoyo@gmail.com
School of Democratic Economics, Indonesia
Lecturas complementarias:
Dorofeeva-Lichtmann, Vera V. (1995). Conception of Terrestrial Organization in the Shan Hai Jing. Bulletin de l’École française d’Extrême-Orient, Tome 82, 1995, pp. 57-110, http://www.persee.fr/doc/befeo_0336-1519_1995_num_82_1_2297.
Biggs, M. (1999). Putting the State on the Map: Cartography, Territory, and European State Formation. Comparative Studies in Society and History, Vol. 41, No. 2 (abril de 1999), pp. 374-405, http://users.ox.ac.uk/~sfos0060/statemap.shtml.
A.B. Coury, Hendricks, T.A., y Tyler, T.F. (1978). Map of prospective hydrocarbon provinces of the world. U. S. Geological Survey.
Sassan S. Saatchi y otros (2011). Benchmark map of forest carbon stocks in tropical regions across three continents, Proceedings of the National Academy of Sciences, http://www.pnas.org/content/108/24/9899.full.
Banco Mundial (2011). Rising Global Interest in Farmland: Can it yield sustainable and equitable benefits?, http://siteresources.worldbank.org/DEC/Resources/Rising-Global-Interest-in-Farmland.pdf.