sábado, diciembre 7, 2024

Reforma al Código: ¿Empuja el ciclo del agua al ciclo del Parlamento?

Por  publicado en El Quinto Poder 
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Cuando nos remitimos al proyecto boletín 7543 que pretende reformar el código de aguas recientemente aprobado en la sala de la Cámara de Diputados nos encontramos con un concepto que ningún sector político en el poder está dispuesto a cuestionar: La propiedad privada sobre el agua.

Eso parece al menos insuficiente, por un lado y coherente por otro. Insuficiente, porque limita la posibilidad de buscar otras formas de desarrollo para Chile, esto es, ningún dueño de industria agroalimentaria, de minera, de hidroeléctrica o de plantación forestal por ejemplo, va a sacrificar la denominada “certeza jurídica” que le otorgan los derechos de agua adquiridos para abrirse al debate nacional sobre el tema ni las autoridades querrán ponerlos en ese plano.

Pero sí las comunidades, las caletas de pescadores, los pequeños agricultores y la vida en los campos deben ver cómo los ríos se secan, las precipitaciones disminuyen, el mar se contamina, los camiones aljibe llevan el vital elemento a sus predios y las posibilidades de obtener más agua están siempre frenadas por este sistema que las tiene privatizadas y las seguirá privatizando.

Súmese a esto que la gente más afectada postula la resolución a sus carencias en tribunales de justicia, de incierto resultado y cuando quiere reclamar o protestar por la situación no cuenta con el apoyo de los medios masivos de comunicación y generalmente la acción termina siendo disuelta por las fuerzas especiales.

En la práctica es totalmente natural que se produzcan absurdos como que en un condominio elegante de la costa haya derecho para llenar una piscina artificial con cientos o miles de metros cúbicos de agua dulce, mientras a pocos kilómetros una poblado recibe el agua con camiones aljibe o que no se pueda apagar un incendio forestal con la ayuda de helicópteros con agua de una laguna natural, porque tiene dueña y se opone o que un humedal se esté secando y muriendo la vida ahí porque el agua que viene del predio vecino donde hay actividades económicas que la ocupan se hace insuficiente. Todo esto a pesar de lo contradictorio, es legal. Hay denuncias de usurpación de aguas también. Ni hablar del agua en manos de capitales extranjeros.

A esto se suma que, según develó la Diputada Alejandra Sepúlveda en la discusión de la sala del día 22 de Noviembre, en que se aprobó el proyecto, hay más de 9000 patentes de derechos de agua otorgados, pero que sus dueños no la ocupan. Esto sería un punto que se acaba con la reforma.

Es coherente, porque se corresponde con la tendencia política en Chile los últimos 43 años, que mantiene la lógica del mercado por sobre otras consideraciones y eso lo sabe el país del momento en que vota repetidamente por la Nueva Mayoría y Chile Vamos.

Entendiendo esa situación, el tema igualmente puede examinarse desde otras aristas. Por ejemplo uno de los comentarios recurrentes en esta discusión es criticar el hecho de que se pierde el 80% del agua dulce en el mar, como lo señaló el mismo día 22 el diputado UDI Ignacio Urrutia y también lo señaló Piñera para un discurso del 21 de Mayo cuando era Presidente.

¿Es que acaso no pueden existir los ríos arteriales que recitaba Neruda, que fluyan por doquier libres y alimenten el ciclo natural del agua? ¿Es un derroche también la energía del sol que se pierde en el espacio infinito? ¿Tenemos que llenar de parques eólicos para percibir el viento?

Alguien podría opinar que estas interrogantes responden a intereses ecológicos. Yo opino que más bien son de sentido común. En doscientos años de República, Chile ha llevado al límite el suelo, la cordillera, los glaciares, los bosques, los lagos, ríos y el mar que quedaron incluidos dentro de su territorio, bajo la jurisdicción del Estado.

Si hay más personas que quieran compartir sus reflexiones en este sentido, significa que la conciencia está emergiendo para analizar más allá de la hegemónica mirada neoliberal que privilegia siempre el mercado y la propiedad privada de algo tan vital como el agua.

Y si eso se fortalece, tal vez un día tengamos una discusión parlamentaria que fije las prioridades en las personas y su alimentación, pero no sólo en el discurso, sino en la práctica respetuosa entre unos y otros, entre la naturaleza y nosotros.

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