En los últimos días de manifestaciones, estatuas de militares han sido decapitadas o destruidas, como García Hurtado de Mendoza, Francisco de Aguirre, Dagoberto Godoy y Pedro de Valdivia. Este último -en su imagen clásica en Plaza de Armas- también fue intervenido con atuendos indígenas en una masiva convocatoria donde las organizaciones llamaron una asamblea constituyente plurinacional.
n Valdivia desacralizado es un principio básico de la refundación en Chile. Don Pedro fue el jefe de la conquista, ajusticiado por el pueblo mapuche por genocida, y quizás por ello es celebrado y conmemorado por la memoria oficial. No soportan un fundador magullado, derrotado por la indiada”, señala el escrito que fue repartido en la tarde del miércoles de 06 noviembre en la Plaza de Armas, el kilómetro cero de Santiago, cuando organizaciones indígenas intervinieron la estatua de Pedro de Valdivia con atuendos indígenas.
Alrededor de la estatua del fundador de Santiago (12 de febrero de 1541) las organizaciones indígenas de distintos pueblos, mapuche, aymara, quechua y rapa nui, tocaban instrumentos típicos. Mapuche hacían purrun (danza tradicional) al frente de un lienzo que decía “Asamblea Constituyente Plurinacional”.
Antonia Huentecura, vocera de la Coordinación de Naciones Originarias de la Región Metropolitana, explica que el acto es cultural, pero “tremendamente reivindicativo y político, porque hemos existido desde siempre y vamos seguir estando”.
“Este simbolismo es muy importante para nosotros, porque tiene que ver con que históricamente este país nos ha invisibilizado y nos ha llenado de héroes y estatuas que no tienen que ver con las primeras naciones de este territorio”, agrega Huentecura.
El historiador Claudio Alvarado Lincopi de la Comunidad de Historia Mapuche presente en la actividad, explica que los pueblos indígenas, particularmente el pueblo mapuche, nunca ha dejado de movilizarse y que las demandas mantienen la misma línea en el marco de las protestas nacionales. “Autodeterminación política, recuperación territorial, derechos lingüísticos y desmilitarización del Wallmapu [territorio mapuche], dice.
“Pedro de Valdivia representa la celebración de un genocida, marcar este cuerpo, champurralearlo es una posibilidad crítica que nace desde la sátira, desde la posibilidades del arte. Chile no es homogéneo, tiene múltiples historicidades, cada una se debe reconocer en la condición de una sociedad plurinacionalidad que reconozca los derechos colectivos de los pueblos”, señala Alvarado Lincopi.
Decapitación de militares
El martes 29 de octubre manifestantes derribaron en Temuco la estatua de Pedro de Valdivia y de Dagoberto Godoy (aviador chileno, primero en sobrevolar Los Andes). A este último dejaron su cabeza en las manos de la estatua del toqui Caupolicán. Días después, comunidades lafkenche derribaron en Cañete las estatuas de Pedro de Valdivia y de García Hurtado de Mendoza, el fundador de la ciudad, en una masiva concentración mapuche en la Plaza de Armas de la localidad. Esto, en un contexto en que actos similares se celebraron en paralelo en Temuco, Collipulli, Concepción.
“Podemos situar el primer derribo de estatua en lo que va del movimiento en Chile el día 29 de octubre, en Temuco, momentos en que se convocó la gran marcha mapuche. En dicho momento la marcha partió hacia la cárcel de Temuco, donde en el transcurso de esta se derribó la estatua del conquistador español Pedro de Valdivia (1497-1553). Luego la marcha se dirigió a la que se conoce como la Plaza del Hospital, donde se derribó la estatua del teniente Dagoberto Godoy (1893-1960), que lleva su nombre desde 1966”, explica en un escrito el investigador mapuche, Herson Huinca-Piutrin, candidato a doctor por la École des Hautes Études en Sciences Sociales (EHESS) de París, Francia.
Pero estas acciones no solo se han quedado en el sur de Chile. En el norte -en la ciudad de Arica- se derribó el viernes 1 de noviembre la estatua de Cristóbal Colón, mientras que en la plaza de la Serena la misma suerte corrió la estatua en honor al español Francisco de Aguirre y en su lugar se instaló la Milanka, una mujer diaguita confeccionada e instalada por la agrupación Casa La Nuez y que posteriormente fue quemada por desconocidos. Además las organizaciones buscan renombrar la calle como avenida Diaguita, la que hoy se llama avenida Francisco de Aguirre.
Milanka en la plaza de La Serena
“La imagen de la Milanka tiene una simbología muy profunda en lo que tiene que ver con nuestra cultura matriarcal. La mujer amamantando tiene que ver con la fuente de vida, representa parte de la cosmovisión diaguita, con el orden del equilibrio, el cuidado de las aguas, de los ríos y las semillas”, explica Carolina Herrera Rojas, meica (sanadora) diaguita.
Para el historiador Herson Huinca-Piutrin estas acciones significan “desmonumentalizar a figuras icónicas que en la memoria histórica han sido violentas y que tienen consigo las acciones de conquista y colonialismo establecido desde el siglo XVI”.
Asimismo plantea que estos actos no debieran verse como hechos de vandalismo, sino que “vienen a hacer ruido en la memoria histórica. Apelan al por qué se tienen a dichas figuras en los espacios públicos donde la mayoría de la población suele descansar y congregarse. Dicha desmonumentalización es necesaria, ya que en términos históricos, en su mayoría estos monumentos corresponden a hombres conquistadores, militares, que llevan el nombre de las calles. También dichos monumentos encarnan el genocidio de los pueblos indígenas, como también la validación del patriarcado en la memoria histórica oficial”.
Este fenómeno también se dio fuera de las fronteras nacionales desde la Universidad de Texas, Austin, Pablo Millalen Lepin, relata que el año pasado en el contexto del 12 de octubre en Los Ángeles, California, fue retirada la estatua de Cristobal Colón por la contradicción que implica su figura en la historia de Abya Yala (el continente americano, en lengua kuna, de pueblos que vivieron en lo que hoy es Panamá y parte de Colombia), principalmente con los pueblos indígenas.
Sobre lo que ha sucedido en Chile con las estatuas decapitadas, Millalen plantea que “es un llamado de atención al resto de la sociedad chilena que en esta reconstrucción necesariamente se debe considerar la historia propia de los pueblos indígenas, para así evitar la reproducción de los legados coloniales y paradigmas occidentales que nos tienen en las actuales condiciones. Este ejercicio es una reafirmación de pueblo mapuche y revalorización de nuestra propia historia”.
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