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  • Nueva “operación cóndor”, ahora contra los Mapuche

    Nueva “operación cóndor”, ahora contra los Mapuche

    A continuación, compartimos artículo de Silvia Beatriz Adoue en el Lemonde Diplômatique de Brasil sobre la articulación anti-mapuche entre el Estado chileno y el Estado argentino. El escándalo sobre el montaje de la operación Huracán casi no se conoce en Argentina, pero los supuestos mensajes forjados han sido utilizados por el ministerio de seguridad de Argentina para justificar la escalada antimapu y la articulación represiva con Chile.

    Nueva “operación cóndor”, ahora contra los Mapuche

    Por Silvia Beatriz Adoue

    Las dictaduras del Cono Sur precisaron justificas las políticas represivas por la invención de un enemigo interno. Para coordinar la represión en la región, organizaron la “Operación Cóndor”. Los gobiernos civiles de Chile y Argentina también quieren justificar la militarización presentando un nuevo enemigo: los Mapuche. La escalada represiva es hoy una providencia para desarticular preventivamente la resistencia a la integración de nuestra región a las candenas productivo/extractivas, que pretenden controlar el uso de la tierra. En el caso del territorio del Wallmapu, la tierra ancestral a ambos lados de la cordillera de los Andes, las grandes operadorras del sector forestal y de la mineración encuentran en los Mapuche una barrera material e ideológica para la utilización de los recursos.

    Por otro lado, la militarización de la región es laboratorio y funciona también como amenaza para los argentinos y chilenos que por ventura se opongan al nuevo marco regulatorio ambiental y de las relaciones de trabajo. Las grandes cadenas del agronegocio y de la mineración precisan esas reformas para operar con velocidad, fluidez y sin riesgos. Ese es el marco de la aritculación entre los Estados chileno y argentino.

    El gobierno argentino defiende un “cambio de doctrina” represiva de manera espectaculosa, liberando las fuerzas policiales de los límites de la ley. Dos semanas atrás, el presidente Mauricio Macri recibió en el palacio de gobierno a un policía que está siendo investigado por haber matado por la espalda a un ladrón en fuga. Los policías están siendo oficialmente estimulados a esas prácticas. De los 1.064 represores de la dicatadura condenados por delitos de lesa humanidad, 533 fueron beneficiados con prisión domiciliaria. Por el ablandamiento de las penas, se señaliza a los represores de hoy que el Estado no se olvida de “los servicios prestados” a la defensa del orden, más allá de la ley. Por esos gestos, el Estado argentino se está aproximando a las políticas represivas del Estado chileno, modelo a ser seguido para adecuarse a las “nuevas exigenias” mundiales.

    El ensayo de articulación represiva entre los dos gobiernos tiene como base el combate a las “nuevas amenazas” regionales. El peligro presentado por el relato oficial chileno es el de la Coordinadora Arauco-Malleco (CAM) y el cuco argentino es la Resistencia Ancestral Mapuche (RAM). Si la primera tiene presencia en la organización comunitaria en el centro sur de Chile, la segunda es una sigla de escasa y fantasmagórica aparición. Desde la década de 1990, las comunidades Mapuche al oeste de la cordillera de los Andes han resistido al avance de las grandes transnacionales de la cadena de la celulosa, de la mineración y del sector salmonero, así como a las obras de infraestructura que destruyen el territorio para atender los intereses de esas empresas. Ellos vienen recuperando tierras, defendiendo sus biomas nativos y practicando una economía que reproduce la abundancia. En la Patagonia argentina, los Mapuche vienen resistiendo al avance del extractivismo petrolero, mineral y forestal.

    Las sucesivas prisiones del joven longko  Facundo Jones Huala han sido ocasión para la coordinación entre los Estados chileno y argentino. Miembro del Pu Lof de Resistencia Cushamen, Jones Huala había sido imputado en Chile, em 2013, junto a otros cinco líderes Mapuche que combatían contra la construcción de una hidroeléctrica, bajo la ley antiterrorista. Él pasó en 2014 para Argentina y no llegó a ser juzgado junto a los otros cinco, de los cuales cuatro fueron absueltos y una joven machi fue condenada a sólo 61 días de prisión “por encubrimiento”, sin que se sepa hasta hoy a quién habría encubierto. El Estado chileno emitió un pedido de extradicción de Jones Huala para el Estado argentino. Él fue detenido en mayo de 2016 y el juicio fue declarado nulo por haberse basado en procedimientos ilegales.

    Sin embargo, el 27 de junio de 2017, y unos escasos minutos después de un encuentro diplomático entre el presidente argentino Mauricio Macri y la presidenta chilena Michelle Bachelet, una vez más el longko fue preso. Los cargos que se le imputaron eran los mismos por los cuales ya había sido juzgado y absuelto el año anterior.

    En agosto de 2017, y después de una manifestación junto al Pu Lof de Resistencia Cushamen por la libertad de Jones Huala, la Gendarmería argentina ingresó al área de la comunidad sin orden judicial. El gobierno quería hacer un test con la figura legal de la “flagrancia”, cuyo mentor es el jefe de gabinete del Ministerio de Seguridad Pablo Noceti, presente en la región y seguramente supervisando el test. El delito “flagrado” consistía en una decena de personas defendiéndose con palos y hondas de revoleo. El ingreso y persecusión dentro del territorio resultó en la desaparición del joven Santiago Maldonado, acorralado por los gendarmes en las poco profundas aguas del río Chubut. A los 77 días, el cadáver de Maldonado fue encontrado a 500 m de ese lugar, río arriba, donde ya había sido buscado sin éxito.

    El otro pivot de la articulación entre los dos Estados fue la “Operación Huracán” que resultó en allanamientos simultáneos en varios municipios para detener ocho líderes Mapuche, entre los cuales el vocero de la CAM Héctor Llaitul. La investigación a cargo de los Carabineros presentó un informe con mesajes de celulares que comprometían a los ocho Mapuche en la preparación de quema de camiones de las empresas forestales, con financiamiento extranjero y receptación de armas provenientes de Argentina. La detención e incautación de los celulares ocurrió en setiembre de 2017 y, supuestamente, la interceptación previa mensajes fue realizada por el sofware “Antorcha”, creado por Alex Smith, un ingeniero forestal que trabaja para Carabineros como asesor en informática. Inmediatamente, el subsecretario del Interior de Chile se reunió con la ministra de Seguridad de Argentina para coordinar el combate a la violencia Mapuche. Por su parte, la ministra argentina convocó a los gobernadores de las provincias de la Patagonia para aritcular una acción represiva conjunta contra la RAM.

    Sólo que en diciembre, en medio de un peloteo de acusaciones mutuas entre la Fiscalía chilena y Carabineros, la primera puso bajo sospecha las pruebas presentadas por los segundos. Después de tres pericias, se descubrió que los mensajes fueron implantados en los celulares incautados y toda la operación fue un montaje. Las conversaciones entre los Mapuche, todas en castellano, seguían la dramaturgia trazada por Carabineros. La gira del papa, que pretendía la “reconciliación”, pasó lejos de denunciar estos desmanes. Los Mapuche, ya declarados inocentes, iniciaron un proceso judicial contra siete funcionarios de Carabineros por obstruir la investigación, falsificar instrumentos públicos y delitos informáticos. Héctor Llaitul apunta como responsables de la “Operación Huracán” al subsecretario del Interior Mahmud Aleuy y a la Agencia Nacional de Inteligencia.

    Los montajes teatrales del “enemigo mapuche” se suceden con la ayuda de los medios de comunicación comprometidos en el esfuerzo dramatúrgico. Interesa la producción de capítulos de alta intensidad dramática y no si la máscara cae al final de cada episodio.

     

  • Documentos de la CIA exponen represión en dictaduras del Plan Cóndor

    Publicado el 12 diciembre 2016 por TeleSur

    Las dictaduras del Conor Sur en los 70 usaban guerra psicológica y propaganda mediática para difundir mentiras sobre grupos de izquierda.

    Las dictaduras del Conor Sur en los 70 usaban guerra psicológica y propaganda mediática para difundir mentiras sobre grupos de izquierda. | Foto: Reuters

    La persecusión, tortura y asesinato de líderes progresistas en América Latina en los 70 quedó expuesta en documentos desclasificados de la CIA.

    Las operaciones en los años 70 para eliminar a los líderes de izquierda y organizaciones sociales que se oponían a las dictaduras del Cono Sur, apoyadas por Estados Unidos, quedaron al descubierto este lunes en documentos desclasificados de la CIA, revelados por la administración de Barack Obama.

    El pacto regional para acabar con cualquier subversión se consolidó en 1974, cuando agentes de seguridad de esos países, excepto Brasil, acordaron establecer canales para facilitar la movilización de un país a otro de oficiales de seguridad, encargados de asuntos gubernamentales, revela el documento de la CIA.

    Las fuerzas de seguridad de Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Paraguay y Uruguay, intercambiaban información sobre líderes de izquierda, a quienes catalogaban de «terroristas». El programa también incluía actividades ilegales fuera de América Latina contra exiliados, particularmente en Europa.

    «Dos prominentes exiliados políticos en Argentina fueron asesinados en misteriosas circunstancias», dice el documento. Además, revela que en mayo de 1977 hombres armados asaltaron las oficinas de la Comisión Católica Argentina sobre Inmigración y robaron los archivos con información sobre cientos de inmigrantes y refugiados. La Policía de Argentina no investigó el crimen.

    Un mes después 24 refugiados chilenos y uruguayos fueron secuestrados y torturados. Tras ser liberados, las víctimas dijeron que sus torturadiores eran oficiales de seguridad de Chile y Uruguay.

    También, un grupo de uruguayos fueron retenidos en Buenos Aires por dos semanas y luego los llevaron a Montevideo en un avión de Uruguay. Al llegar, los militares les ofreció dejarlos vivir si acordaban ser «capturados» como si fueran un grupo armado que iba a atentar contra el país.

    El texto señala que los gobiernos del Cono Sur no escatimaban en dañar a inocentes para eliminar cualquier amenaza subversiva. Además, la mayoría de estos países tenían Constituciones que les permitía declarar Estados de sitio, para limitar la libertad de los ciudadanos, u otra cláusulas de emergencia que les daba el poder de arrestar, detener o censurar.

    La Junta de Coordinación Revolucionaria (JCR), que se oponía a las dictaduras del Conor Sur, fue uno de los principales objetivos de la Operación Cóndor.

    Los documentos desclasificados catalogan como medidas «no violentas» el uso de guerra psicológica y propaganda mediática de las dictaduras para difundir mentiras sobre grupos de izquierda y así generar miedo en la población para que revelaran cualquier actividad inusual en sus localidades.

    https://www.youtube.com/watch?v=YDHt1nr3gnw